Aunque ya no estés

1, 2 y 3

Zara

Si alguien en este momento me dice que le encantaría tener mi lugar, no sabe nada. Estos dos meses han sido muy caóticos, muy duros de superar. Ya estamos en un punto que un navajazo en el estómago es como darte una vacuna; ya no se siente. Es tanto por lo que hemos tenido que pasar, tantos problemas que no dejan de aparecer todos los días que ya no sabemos cómo avanzar, que hacer. En todas mis citas con mi psicóloga me animo a hablar un poco más, ella me transmite la seguridad de que nadie más se enterará de lo que le confieso y eso hace que me abra con ella, pero también lo quiero hacer con mi novio, él necesita saber más de mi porque yo lo sé casi todo de él, y que se haya abierto conmigo de esa manera, me alegra mucho, lo valoro un montón. Se lo difícil que es abrirse conmigo y por eso estamos creando un ambiente donde podemos hablar sobre lo que sea sin juzgar al otro, sin reprocharle nada, ya que es nuestro pasado y por ende es algo que ya hicimos o nos sucedió.

- Buenos días, señorita Mary. Buenos días, Cam – saludo a mis amigos quienes están ocupados con otras cosas, pero aun así me devuelven el gesto.

- ¿Todo bien, Zarita? Ya te extrañábamos por acá – habla el castaño desde el otro lado del mostrador.

- Yo también los extrañaba, y Chubby también. Deberías de ver lo enorme que está – sonrío al recordar a mi perrito.

- No lo dudo. Ese perro se alimenta mejor que todos nosotros – ambos reímos por eso y la jefa se suma.

- ¡Zara! ¿Puedes venir un momento?

- Claro, señorita Mary.

Cierro la caja registradora y me acerco a ella. Me hace señas con la mano para que me quede a su lado. Me entrega un sobre con mi nombre y apellido. Lo miro confundida, después lo abro para descubrir que contiene dentro. Mis ojos se agrandan cuando veo la cantidad de dinero que contiene.

- Señorita…

- Linda, es tu paga y lo sabes.

- No es lo habitual…

- Lo sé, pero también sé que estas pasando por momentos difíciles y creo que eso te vendría bien – me sonríe dulcemente.

- Entonces… Deles lo mismo a mis otros compañeros o…

- Con los otros haría exactamente lo mismo cuando estén transitando un mal momento.

Sigo sin entender. La señorita Mary siempre me da mi pago cada mes, y para todos es la misma cantidad. No entiendo por qué me hace esto cuando yo no se lo pedí. Cierro el sobre y se lo extiendo.

- Gracias jefa, pero no es necesario. Utilice el resto para el bien de los perritos – estaba por regresar a la caja cuando me frena.

- Me sentiría muy mal si no lo aceptas…

Suspiro. Que mujer mas terca. Asiento y agradezco educadamente. Lo guardo en mi bolso para que no se extravíe y continúo con mi trabajo. Luego de que mi jornada laboral haya finalizado, tomo un auto hacia la academia de danza, necesitaba hablar con Bea urgentemente. Al ingresar veo a las bailarinas practicar pasos complicados. Toco el hombro de la profesar y se asusta por mi inesperada visita.

- Hola, Zoe. ¿Qué ha pasado estos meses que no hemos tenido ni una noticia de ti? – acomoda su bufanda para luego llevar sus manos a las caderas.

- He tenido problemas personales y…

- No importa. Ahora lo importante es que ya estás acá y podrás concursar en la próxima competencia.

- ¿Próxima? ¿No las descalificaron?

- Claro que no. Contigo o sin ti, íbamos a ganar, como siempre – dice la tal Grace.

- Las felicito… ¿Cuándo será?

- La semana que viene. Y yo haré el mejor solo. Lo puedo asegurar – vuelve a decir la chica de pelo negro.

- Aun no está decidido, pequeñas. Dejen de pensar en eso y a ensayar.

Obedecemos sus órdenes y comenzamos a bailar, una detrás de la otra iba haciendo saltos sobre una barra.




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