「07 de diciembre del 2015」
Se trataba de la primera ocasión que asistía a clases con ansias por descubrir alguna respuesta como si con ello fuese a obtener un motivo para existir; por más que lo pensaba, era absurdo reaccionar de esa forma. Incluso en mi pupitre sentía la necesidad de mirar a Kishō, deseando que esa reunión se diera lo antes posiblemente, no obstante, como si su acoso le ayudara a leer mi mente, el de cabellera larga se colocó delante mío, alejándose de la pizarra por primera ocasión. En aquel lugar se encontraba Masaomi Banri, el vicepresidente del consejo estudiantil, quien mostró confusión mientras cedía el asiento.
Una vez sentado, Kishō se giró para mirarme, lo hacía con una sonrisa realmente desesperante para mi gusto, como si esperara que hablara yo primero. Me encogí de hombros y decidí retroceder un poco.
¿En qué estaba pensando? No, nunca pensaría en dirigirle la palabra, ¿por qué yo tenía que dar el primer paso? Avanzar un poco más le haría ver que mi interés es mayor, cuando es todo lo contrario. Es cierto, ese era el motivo de mi ansiedad, esperaba escucharlo y terminar con ese tema tan pronto como fuese posible.
¿Realmente confundía mi ansiedad con emoción? Si lo pensaba detenidamente, sin importar que en horarios nocturnos me mantuve ocupado trabajando arduamente, logré despertar animado por primera vez, ¿estaba contagiándome su falsa felicidad? Por favor, no...
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Inmediatamente de que sonó el timbre para el receso, salí a la azotea como se me había solicitado en la carta, si quería tratar un asunto de ese tipo, lo mejor sería apresurarme para pedirle que se alejara de una vez por todas.
Como siempre, cuando estaba por soltar la primera palabra, se lanzó sobre mí para abrazarme con emoción que no llegó a impedir únicamente una charla apropiada, sino que terminó por hacerme caer. Al parecer no estaba considerando mi baja estatura y debilidad, pues no dejaba de recargar todo su peso encima. Comencé a sentir una dulce fragancia emanando de él, algo similar a la esencia de vainilla que cautivaba por la suavidad del aroma, pintando un paisaje comparable al atardecer, todo en una bella fantasía; amaba ese olor, me traía buenos recuerdos.
—Tsutomu, me alegra que estés aquí —mencionó en voz alta mientras se ponía de pie y estiraba una mano para brindarme apoyo—. Eso quiere decir que realmente quieres conocerme, ¿no? Me alegra como no imaginas.
Quería restarle importancia a todo lo que decía, aunque fue imposible no darme cuenta de que ese chico estaba emanando pureza. Tenía que ser directo, prolongar las cosas podría resultar en algo negativo.
—En realidad, quiero preguntarte algunas cosas.
Al intentar levantarme, quise mirar sus ojos, pero esa mirada me lo impedía, eran un iris oscuro y nada más, ¿a qué se debía que me hicieran realizar una pausa tan larga y un gesto tan normal para mí?
—¿Preguntar? Adelante.
—¿Por qué el acoso? Entiendo que quieras que seamos amigos, aunque me resulta extraño que hayas llegado a tal grado, soy insignificante, ¿qué quieres de mí?
—¿Qué es lo que quiero? Si respondo a ello, ¿vas a reaccionar mal?
—No te preocupes, quiero saber la verdad.
—Te quiero a ti, ¿hay algo de malo con eso?
¿De qué estaba hablando? No pude soltar ni una palabra más después de eso. Fue un bombardeo que dejó mi mente en blanco.
Tal vez por lo dicho, o por la manera en la que lo mencionó, algo me había afectado, dejando mi corazón acelerado. Si decía que me encontraba agitado por dormir poco, estaría ocultando algo más. Eso fue devastador en cierto sentido, elegí una pésima pregunta, aunque no se me ocurrió una diferente que me ayudara a disipar mis dudas.
Kishō solamente estaba jugando conmigo, él entendía el peso de sus palabras y se atrevió a enunciar un conjunto de vocablos en tal orden que lo volvió envolvente. Sin más, grité antes de salir corriendo del lugar, esperando no seguir con ese diálogo.
—¡Para mí lo es! Llegas de la nada a dejarme una carta en la que dices que me acosas, muestras una extraña persistencia y encima me abrazas como si me conocieras de toda la vida, ¿quién no sentiría confusión? Necesito que entiendas, vas demasiado rápido, Kishō.
¡Qué sorpresa! Logré ser sincero y sin darle vueltas al asunto. La satisfacción incrementaba con cada segundo que transcurría, tal vez debí intentar ser sincero desde el inicio.
Por fortuna sobraba algo de tiempo, suficiente para regresar a la cafetería y comprar alimentos que saciarían mi hambre. Caminé por los pasillos, tratando de acelerar el paso y llegar a tiempo.
Tal vez me equivoqué al inicio, no tenía ni una pizca de suerte. Lo comprobé con mis propios ojos. En la cafetería ya no tenían nada a la venta, llegué demasiado tarde.
Como si la situación no pudiera ser peor, detrás de mí apareció el acosador número uno de Japón, sonriendo como si su vida dependiera de ello.
—¿Por qué me sigues?
—Dijiste que voy demasiado rápido, intentaré ir más lento, ya que no me pediste que me alejara.