Autores del terror

Sólo quería sorprenderlo

Esa noche llegué temprano a casa, el trabajo no estuvo duro ese día y pude regresar temprano. En mi mente la idea de llegar y encontrarlo despierto me enloquecía de dicha, planeaba en mi cabeza, inocente de lo que ocurriría, una noche romántica con vino que acababa de comprar y placer; pensaba ingenuamente que con eso llenaría los vacíos que dejaba el trabajo entre nosotros dos. 

La lluvia caía cada vez más duro, como anunciándome la tragedia, pero no la quise oír, hacía mucho tiempo que había dejado de oír la lluvia, las flores, el aire, hacía tiempo que no vivía, era un zombie producto de una sociedad consumista que cada vez se hundía más en su propia miseria y rutina: números, café, números y más café, fin de mes un sueldo que apenas cubría mis necesidades y la certeza de que el mes entrante sería igual. Al principio me fue difícil adaptarme a una rutina tan horrenda, durante mi adolescencia siempre critiqué a las personas robot, así solía llamarlos; ahora me había convertido justo en eso que tanto odiaba y criticaba. 

Mi único escape a esa vida sin dirección y a la vez con metas firmemente trazadas, era él. Lo conocí en un parque, fue tan hermoso ese día, ¿cómo olvidarlo? El estaba allí sentado, con sus pinceles y sus pinturas haciendo un poco más alegre con su arte la vida de personas infelices como yo, mi meta de ese día era clara, el suicidio que siempre estaba entre mis planes, él quizá vio mi rostro y entendió que quería abandonar la vida, justo cuando pasé a su lado me sonrió y detuvo la canción, me invitó a sentarme junto a él y acompañarlo, pero ni siquiera me percaté de lo que me dijo, seguí caminando, como una mujer que se abandona a sí misma, por que después de todo eso era yo... Pero él se paró y corrió hacía mí, me tomó de la mano y me detuvo, en su mano izquierda llevaba un pincel, cuando alcé la vista y vi su rostro entendí que era con él, con su sonrisa y su cabello largo y despeinado que quería levantarme todos los días del resto de mi existencia que de no haber sido por él no hubiese tenido más. 

Ahora ya llevaba años a su lado, lo amaba tanto, el tiempo ya había hecho estragos en nuestros espíritus y nuestros cuerpos, pero aún así seguíamos juntos, la rutina se había apoderado de mí y ya no lo hacía feliz. 

Por eso quería sorprenderlo una lluviosa noche de lunes. Caminé desde el trabajo hasta la casa, la lluvia me besaba con fuerza. Llegué a casa por fin, toqué pero nadie abrió, busqué entre mi bolso las llaves y abrí la puerta, al entrar oí gemidos, al principio me aturdí luego de un rato descubrí que eran de una mujer y que provenían del segundo piso, despacio subí las escaleras y la puerta de mi cuarto, de nuestro cuarto, estaba medio abierta, pude distinguir la espalda de una mujer que se asomaba por las sábanas blancas, sábanas que yo había puesto el día antes. 

La mujer seguía gimiendo y retorciéndose sobre el miembro del hombre que un día me dio una razón para vivir y ahora me daba otra para morir. Las manos de él le acariciaban la espalda a esa linda mujer que ahora lo hacía sentir hombre, en la cama donde yo algún día también lo hice. No soporté más la escena, retrocedí unos pasos y llamé la razón, no sabía si entrar y descubrirlos de nuevo, poder gritarle a él el dolor que sentía, el odio que me invadía y se apoderaba de mi por completo, o simplemente irme, desaparecer de su vida, así como desaparecí de la mía hacía ya tiempo. En un intento desesperado por calmarme me tapé la boca para evitar que oyeran mis sollozos, las lágrimas brotaban de mis ojos a goterones, como la lluvia del cielo, que hacía solo unos instantes me había avisado la tragedia y no la quise escuchar. 

Duré no más de dos minutos atragantándome con mi propio llantoy mi dolor, dolor que solo yo comprendía; me sentía menos mujer, después de todo buscó en brazos de otra el placer que quizás yo no le brindé, la belleza que yo había perdido hacía tiempo. 

Mientras pensaba, la mujer no paraba de gemir y luego empecé a oír su voz, también gemía, gritaba de placer y yo solo me limitaba a oír, se gritaban entre ellos, ella lo hacía dueño de todas sus fantasías sexuales gritándole cosas que quisiera nunca haber oído. 

Luego de un rato tirada en el piso, sentí de nuevo el llamado de la vida, olí flores frescas y bajé las escaleras, suavemente fui hasta la cocina, abrí el refrigerador y saqué una cerveza, encendí un cigarro mientras las lágrimas al igual que los gemidos de la mujer de arriba cesaban. Puedo decir con certeza que hacía años no disfrutaba tanto de una cerveza y un cigarrillo, el olor a vida me llamaba, terminé mi cerveza, encendí otro cigarro, ya sabía qué tenía que hacer, el cuchillo que reposaba en la mesa pasó a mi mano y el aroma a flores frescas lo percibía cada vez más cerca, ah! Como extrañaba yo los días en que olía flores junto a mi guitarra y buscaba mariposas posadas en los arbustos, extrañaba los días en que... vivía... 



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En el texto hay: suspenso, paranormal, terror

Editado: 23.10.2019

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