Mirando el techo de la habitación temporal a la que nos había llevado Trenton, repasé mi semana y sonreí.
El lunes había sido aburrido y cansado como de costumbre, y ya el sábado estaba en otro estado con mi mejor amigo, mi profesora fenómeno y su novio, dos rubias chillonas, una latina explosiva y un asiático sarcástico en una misión improbable con el fin de encontrar a alguien que quizá esté muerto.
Era estúpido, pero real y eso resultaba abrumador.
Michael, con tan solo una camiseta y boxers se arrojó a la cama a mi lado, haciendo que algunos cabellos me cayeran a la cara por su movimiento. Se dedicó a mirar pensativo el techo como yo.
—No hablamos más como solíamos hacerlo* —comentó.
Sonreí, empezando nuestro usual juego.
—Esa es una canción.
—Me importa una mierda.*
—Esa también —me giré hacia él, acunando mi cabeza sobre mi palma en la almohada.
Lo cierto es que se había formado una delgada pared de cristal entre nosotros por varias situaciones en las que nos encontramos.
Era frágil, pero aún existente, y yo estaba dispuesta a pasarla.
—Gracias por salvarme y confiar en mí.
Me miró de reojo— Estamos juntos en esto, ¿no?
—Hoy fue algo muy increíble, Mike, pero..
—Fue lo más emocionante que he hecho en años.
—Lo sé —me incorporé para mirarlo mejor y me crucé de piernas, inclinándome hacia él. Me dedicó una mirada perezosa—. Pero es peligroso. Y no quiero que te sientas en la obligación de acompañarme para protegerme en esto como en otras cosas. Quizá perjudique tu vida —sugerí, pero sólo conseguí una cara burlona de su parte—. Ni siquiera Monique sabe dónde estás ahora, quizá mañana te encierre y..
—¿Qué hay de ti? Casey tampoco sabe dónde estás, sólo saben que estamos juntos. ¿Qué hay del peligro que corres tú? Hoy, por ejemplo, te apuñalaron y querían dejarte sin piernas —blanqueó los ojos, posando su mano en mi pierna con vendas.
Para ser un día tan largo, no estaba de tan mal humor.
—Sí, pero..
Se incorporó, dejándonos frente a frente— No me siento en la obligación de cuidarte, Avon. Me gusta pasar tiempo contigo, me agrada, y no me molesta hacer esto contigo incluso si eso significa enfrentarnos a un ejercito mutante con Stephanie como arma, ¿lo entiendes?
Sonreí, asintiendo a medias. No me agradaba la idea de arriesgarlo a nada de esta mierda en la que estaba metida.
—Estás siendo algo cursi.
Sonríe de vuelta— No te acostumbre —me apartó un mechón de la cara y lo colocó detrás de mi oreja, justo como yo solía hacerlo con su mechón rebelde. El vientre me dio un vuelco extraño—. Sólo depende de ti.
—¿El qué? —fruncí el ceño. Él bajó la mano hasta ponerla nuevamente sobre mi pierna.
—El si quieres que te acompañe o no.
Alcé las cejas con sorpresa— Pensé que no te importaba mi decisión de dejarte de lado en esto.
—Y no me importa —se encogió de hombros—, e igual me quedaré digas lo que digas. Pero quiero saber si aún me quieres aquí o no.
—Michael —solté un suspiro dramático—, sabes que no querría a nadie más a mi lado.
Sonrió, jugueteando con la venda de mi pierna— ¿Ni a tu nueva conquista?
¿Nueva conquista? ¿Estaría hablando de Damien?
Negué con la cabeza riendo divertida— No.
Él asintió— Bueno, ya estamos —me tendió el puño y se lo choqué.
Volvía a sentirme como a los ocho años, en mi habitación, con sábanas sobre la cabeza en nuestro propio refugio, dónde nos sentábamos justo como ahora a contarnos secretos, planear la próxima broma o jugar póker hasta el amanecer.
Las pijamadas no nos duraron mucho porque se acercaba la etapa de la pubertad y el descubrimiento, así que nuestras madres empezaron a darnos las charlas y nos alejaron lo más que pudieron en el proceso, por "precaución".
¿Precaución a qué? No pensaba en tener sexo con Michael a los doce años porque aún estaba muy ocupada jugando con Barbie y Max Steel.
Nos quedamos mirando por un rato en silencio hasta que volví de los recuerdos y le sonreí, sentándome sobre sus rodillas en gesto ansioso. Traspasando definitivamente la pared entre nosotros.
—¿No hay nada entre Jamie y tú, entonces?
Apoyó las palmas en la cama y se sostuvo de ellas, echándose hacia atrás sonriéndome con pereza.
—La conocí hoy, Avon.
—¿Sí es hija de Minali?
—¿Y crees que le pregunté?
Me crucé de brazos— Por supuesto que sí.
Se encogió de hombros— No dijo mucho. Mina andaba por el caribe cuando la encontró atravesando la frontera de su país. Iba sola y ofreció a cuidarla hasta encontrarle un lugar, pero terminó criándola —frunció el ceño y se dejó caer sobre las almohadas apiladas detrás de él, manteniéndolo a la misma altura—. Mina no demuestra ser el tipo de mujer que tenga sentimientos maternales.. o sentimientos en general.
—Honestamente nunca la he visto en plan amoroso con Trent.
—Trenton es reservado.. Quién sabe a solas.
Asentí meditabunda— Tengo sentimientos encontrados referentes a ella y a mi padre.
Tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos— Convérsalo con ella. Fuera de su anormalidad, no creo que sea un mal ser como para no entenderte. Tengo un buen concepto de ella —lo miré interrogativa. ¿Qué concepto tenía yo misma de Mina?—. Creo que está ahogándose en su propio vaso de agua. No confía en casi nadie por millones de razones, sólo en un pequeño grupo al que quiere y protege, y creo que eso te incluye porque te vio nacer, ¿no? Sólo está herida, Avon, tiene miedo a que vuelvan a traicionarla y por eso se oculta en mil capas de misterio, recelo e incluso de amenazas. Lo lleva a su manera.
Desvíe la mirada incómoda.
Quizá sea cierto y solo esté juzgándola mal, dejándome llevar por su comportamiento desesperante e intransigente.
—Te recuerda a ti —le solté.
—En cierto sentido. Pero la verdad es que somos muy diferentes.