El vizconde comenzaba a preocuparse al no poder ver a su querida hija entre toda la gente del pueblo, todas las muchachitas vestían sus mejores vestidos, pero para Francisco su hija era la más bonita y quien resaltaba entre todas.
—No se preocupe, vizconde, su menor hija debe estar conversando con alguna doncella cercana a ella—habló el príncipe Mathías del brazo de la infanta Annet que miraba con curiosidad el rostro preocupado del vizconde. La princesa no se había separado en ningún momento de su hermano, había muchos caballeros que buscaban cazar su mano.
El rostro del vizconde se tornó rojo, le había hecho una promesa al príncipe, quería conocer a su hija y Francisco le había prometido que así sería sin imaginarse que bajo su mismo techo hay un lacayo que quiere cortejar a su hija.
—Discúlpeme mucho, príncipe, le prometí…—intentó disculparse con Mathías, pero el príncipe negó sonriendo. Se encontraba de buen humor, no había visto a Maxon en todo el día e iba disfrutar verlo fastidiado por todas las doncellas que esperan bailar con él.
—Deje de preocuparse, vizconde. Su hija debe ser una señorita de muy buen porte y enorme belleza—pronunció. Él había tenido el placer de conocer a su hija mayor, pero no conocía a la menor. El vizconde asintió contento, estaba seguro que si el príncipe desposaba a su hija estaría fuera del alcance de Maxon.
—¿Qué edad tiene, Lady Ayme? —preguntó Annet uniéndose a la conservación, Francisco estaba muy orgulloso de la muchachita que había formado y podría descansar en paz si su hija aceptara el cortejo del príncipe Mathías.
—Tiene diecinueve años, princesa, es una muchachita muy noble y de enorme belleza—declaró el vizconde sonriendo de los halagos hacia su hija. Los príncipes intercambiaron miradas sutiles entre ellos.
El príncipe no estaba interesado en ninguna muchacha de momento, pero asistía con mucha frecuencia a visitar la casa de Lord Arturo, sus hijas eran las clases de mujeres que cualquier hombre quisiera tener y es ahí donde iría por una esposa.
—Tiene mucha suerte, ¿será la muchacha de allá? —mencionó Annet llamando rápidamente la atención del vizconde. Ayme venía con el mentón muy en alto y algo sonrojada por haber discutido con el hombre que no conocía.
—Sí, iré por ella y la traeré—habló feliz y contento en busca de su hija. El príncipe se quedó mirando al vizconde que tomaba ligeramente el brazo de la muchacha.
—El vizconde no mentía, es muy bonita e incluso envidio su belleza—añadió Annet mirando a su hermano de reojo. Mathías mantuvo una sonrisa observando como Francisco hablaba con su hija y la muchacha miraba con algo de extrañeza donde los príncipes estaban.
—No puedes compararte, tu naciste de la hermana del rey y nuestra madre era muy hermosa, pero la hermosura de la hija del vizconde te supera—aludió provocando fastidio en su hermana que rodó los ojos. Ambos estaban en una esquina del salón ignorando que toda la gente quería acercárseles para ofuscarlos con preguntas y halagos.
La vida de un noble no era fácil.
—No quiero ir, padre—replicó Ayme mirando de reojo a la princesa y el príncipe. El vizconde suspiró sin poder creer lo testaruda que era su muchacha.
—Quiero que conozcas a los príncipes, no tarda en llegar el rey y el baile iniciará oficialmente, por favor, si el príncipe Mathías muestra interés en ti quizás pueda desposarte, Ayme. Ya estoy muy mayor y deseo ver a mi hija menor casada con un buen hombre—pidió mirándola con suplica, Ayme se parecía mucho a su difunta madre.
La muchacha abrió los ojos de golpe.
—¿Qué dice, padre? ¿Desposarme? Pero yo no conozco al príncipe—habló tratando de persuadirlo. Ella ya estaba enamorada de un hombre y ese era Harry quien no se encontraba en el palacio por quedarse en su casa cuidando de su madre. Solo su hermana asistió y se encuentra conversando con algunas doncellas.
—El príncipe Mathías es un hombre de palabra, muy respetuoso y será un excelente esposo para ti, Ayme, por favor, no me hagas pasar momentos vergonzosos ante la nobleza de toda Inglaterra. Coopera—insistió agarrándola del brazo para llevarla a los príncipes que conversaban entre ellos sobre ella.
Ayme respiró hondamente sosteniendo la mirada del príncipe Mathías que se posó en ella.
—Infanta Annet, príncipe Mathías, les presento a mi hija, Ayme—presentó orgulloso el vizconde a su hija que se llevó la mirada intrigada del príncipe quien no dudó en dar un paso al frente y tomar la delicada mano de la joven.
Aquellos ojos del príncipe la ponían nerviosa, demasiado.
—Lady Ayme, es un honor conocerla. Su padre habla mucho de usted—habló depositando un beso en el dorso de su mano. Ayme sonrió por obligación bajo la mirada de súplica de su padre.
—El gusto es mío—musitó haciendo una pequeña reverencia, pero Mathías movió la cabeza para que no lo hiciera.
—Las reverencias para el rey, para mi hermana y para mí con un saludo estamos muy acorde—se adelantó hablando por los dos dejando intrigada a Annet que miraba con confusión a su hermano. La belleza de la hija del vizconde era muy notoria, pero ¿acaso había llamado la atención de su mellizo? ¿dónde quedaron las hijas de lord Arturo?
Ayme le sonrió genuinamente bajo la mirada del vizconde que pedía internamente que su hija lo aceptara. Conocía muy bien a toda la familia real y Mathías era el hombre perfecto para su hija, ambos eran inteligentes, fuertes y de un carácter duro.
—Hermano déjame presentarme—pidió Annet haciéndose un espacio para que la mirasen, le sonrió verdaderamente a la muchacha—Hola, Lady Ayme, soy la infanta Annet, sería muy grato que pudiésemos ser amigas—agregó dejando su lado odioso y mostrando su lado gentil.
—Sería un honor, princesa—respondió Ayme mirándola a los ojos. Annet asintió y entendiendo la mirada de su hermano decidió hacer caso, luego le preguntaría el porqué.
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Editado: 02.05.2021