Un mes antes.
Me gusta despertarme muy temprano algunas veces y ver el amanecer, pararme en la ventana que da a la calle y ver a las personas caminar hacia sus trabajos, ver a los niños caminar hacia las escuelas, a los animales pasearse por las aceras. Me gusta ver aquellas cosas cotidianas, aquellas cosas que parecen no tener mucha importancia.
-Aguanten un poco más-susurro contra el vidrio de la ventana-solo un poco más.
Mientras veo a los niños caminar hacia la escuela, recuerdo cuando yo estaba en la escuela. Recuerdo aquella música que ponía mi mamá en su radio mientas me despertaba, no recuerdo el nombre de la canción pero recuerdo el ritmo y vagamente la letra, ya no pone más esa música y no sé porque si parecía que le gustaba mucho. Siempre odie madrugar y mi mamá tenía que luchar para que yo me despierte todas la mañana y me aliste, yo renegaba mucho y estaba de muy mal humor porque no me gustaba esa escuela religiosa. Odiaba la falda gris y la corbata del mismo color, me molestaba la sonrisa fingida de las monjas todas las mañanas. Ninguno de mis compañeros de la escuela es mi amigo ahora, no recuerdo el nombre de la mayoría de ellos y dudo que ellos recuerden mi nombre o algo sobre mí. No soy buena haciendo nuevos amigos, es que me molesta hablar sobre temas absurdos, banales y sin sentido. No puedo fingir que alguien me agrada cuando no es así. Nunca he sido como los demás, siempre me he dado cuenta de eso, desde que era niña lo sé.
-Despierta tan temprano-me dice mi mamá mientras se para junto a mí, mira la calle y suelta un suspiro-¿va todo bien?
No, quiero decirle, nada está bien. La verdad mamá es que desde hace mucho tiempo que nada está bien y no sé qué hacer. Quiero que todo simplemente vuelva a la normalidad, quiero salir de este abismo. La verdad es mamá que ya no tengo fuerzas para luchar y me estoy rindiendo.
-Si-le digo con una sonrisa-todo está bien.
Pero decido mentirle para no preocuparla. Eso hacemos a veces las personas, mentimos para no lastimar a quienes amamos.
-Todo siempre está muy bien.-miento. Soy muy buena mintiendo y escondiendo mis sentimientos, pero no debería hacerlo, debería decirle como en realidad me siento ¿Y después que? No veo nada después de decir cómo me siento, solo dolor, puedo imaginarme la mirada de mi mamá, tan triste y culpable.
Mi mamá enciende la radio como casi todas las mañanas y pone esas músicas de aquella época cuando ella era joven, probablemente tenía mi edad cuando escuchó esas músicas por primera vez. Y ella me sonríe mientras empieza a cantar, baila alrededor de la sala cantando a todo pulmón. Por un momento, mientras ella baila y canta de esa forma los años se alejan de ella y vuelve a ser joven, con aquel copete alto y el pelo alborotado, con aquellos vestidos brillosos y colores extravagantes. Por un momento puedo ver a la joven de las fotografías que están en la repisa, aquella chica que vivía el día a día sin preocuparse del mañana.
-Mamá, por favor, no cantes-le digo entre risas-sabes que a Madi no le gusta.
Ella me guiña un ojo y sigue bailando. Se acerca hasta mí y toma mis manos, me da una vuelta y me pide que baile con ella, al principio me niego pero después de un momento y tras la insistencia de mi mamá bailo con ella. Canto y bailo como si no hubiera mañana. Madi baja las escaleras y cuando nos ve empieza a reír, se ríe fuerte y no puede parar. Lagrimas salen de sus ojos y se agarra el estómago mientras se sienta en el último escalón.
-Mamá, tú ya no estas para estas cosas-le dice entre risa-en serio el baile no es lo tuyo.
Y en este pequeño y fugaz momento me doy cuenta que esta es la razón por la que sigo viviendo, por ellas, por escuchar la risa contagiosa de Madi, por compartir las locuras de mi mamá. Si yo me voy probablemente Madi no vuelva a reír así y mi mamá ya no querrá hacer locuras. No puedo simplemente irme, no puedo, al menos no por un tiempo, ellas me necesitan.
-Me voy arreglar para ir al colegio-dice Madi mientras se para y sube las escaleras.
-Y yo para ir a la universidad.
Le doy un beso a mi mamá en la mejilla y empiezo a subir las escaleras.
Es mentira, no voy a ir a la universidad, no entre este semestre, no pude hacerlo, simplemente no pude hacerlo. La idea de estar un semestre más ahí encerrada en esas aulas escuchando temas me volvía loca, me estresaba, tenía que parar eso y no entre. No tuve y sigo sin tener el valor para contárselo a mi mamá ¿Cómo podría? Ella siempre saca pecho sobre lo orgullosa que esta porque yo siempre he sabido lo que quiero ser, quizás en algún momento del pasado lo supe pero ahora no, ahora estoy perdida en una jungla oscura y desconocida, tratando de encontrar el camino a casa. Solo quiero ir a casa, sueño todas las noches con volver a mi hogar, con correr por los jardines y ver a las palomas volar cerca de la hora del crepúsculo, ver los árboles en la casa de nuestros vecinos. Solo quiero ir a casa y sentirme segura, amada, confiada y feliz. Pero mi hogar son solo recuerdos, ya no es mío, nunca lo fue, se desvaneció una tarde de enero, se desvaneció en el momento que mi abuela murió, en el momento que mi papá nos dejó, en el momento que mi mamá lloraba en las esquinas porque mi papá no estaba con nosotras, se desvaneció cuando mi papá no me llamo para mi cumpleaños o navidad, cuando mi mamá tiro todo lo que le recordaba a mi papá. Pero sé que algún día volveré a casa y cuando regrese ahí ya nadie va a poder sacarme o quitarme mi hogar, la próxima vez será para siempre. Veré a mi abuela y juntas esperaremos a mi mamá y a Madi, sé que a Madi le dará mucho gusto conocer a mi abuela, también sé que mi abuela me recibirá con los brazos abiertos y cuidara de mi hasta que llegue mi mamá. Y ya no saldrán lágrimas de mis ojos, ya no sentiré que me ahogo.