Los primeros rayos del sol empezaban lentamente a cubrir cada rincón con cálidos resplandores, mientras que el fresco aire de la mañana garantizaba un agradable día por lo menos relacionado a condiciones climatológicas. Su menudo y frágil cuerpo se movía inquieto una y otra vez sobre las suaves sabanas indicando que sus sueños no eran serenos. Aún podía sentirla, esa profunda y extraña mirada sobre ella. Podía ver entre las espesas capas de oscuridad el tenebroso brillo de esos ojos bañados en el rojo de la sangre como si estuviesen asechándola, persiguiéndola, pero ¿Por qué?, ¿por qué a ella?
Se giró hacia su ventana percibiendo como poco a poco la luz del nuevo día intentaba colarse entre sus ventanas para hacerla despertar. Se cubrió de pies a cabeza con sus cálidas mantas, aún no quería levantarse y mucho menos ir a hacia el instituto. De sólo pensar en tener que soportar una vez más los reclamos tan injustificados y fuera de lugar de su profesor, le producían un terrible dolor de cabeza y la urgente necesidad de no apartarse de donde estaba.
—¡Qué! —Gala gritó desesperada moviéndose en la cama para intentar levantarse—. ¡No puede ser, ya es muy tarde! —tomó molesta el metálico aparato que descansaba sobre su mesita de noche comprobando una vez más que las manecillas permanecían totalmente estáticas.
Terminó de ponerse en pie para salir disparada a cambiarse. Consciente de que no podía llegar tarde, de lo contrario, su profesor esta vez no tendría piedad y mucho menos consideraciones.
Salió corriendo precipitada, no importándole en lo absoluto el que la sondearan de forma escudriñante por transitar tan aprisa las diversas calles y avenidas que se entrecruzaban en su andar. Giró en la última de las esquinas que faltaban para poder atravesar el tramo hacia el instituto, distinguiendo como la enorme construcción se exponía ya más próxima a ella. Estaba por llegar después de tanto esfuerzo cuando un duro golpe detuvo de repente su paso haciéndola perder el equilibrio. Cerró por mero instinto sus ojos pareciéndole sentir en cualquier momento el pavimento, sin embargo, se equivocó.
—¿Estás bien? —preguntó aquel joven sin ningún tipo de emoción a la castaña que, aún cohibida por el impacto mantenía el cuerpo engarrotado en un diminuto ovillo.
Gala abrió paulatinamente sus párpados topándose al instante con una profunda oscuridad enmarcada en esa mirada que parecía de alguna extraña manera estudiarla a detalle. Le miró algo asustada e incómoda por como la tenía rodeada entre sus brazos, acercándola a su pecho con maniobras demasiado sutiles en su opinión.
—Gracias, me encuentro bien, pero... —estaba por decirle que la soltara, pero el sonido de las campanas que repicaban por sobre ellos la tomaron por sorpresa—. Tengo que irme —Gala se dijo más para sí que para el joven que aún la examinaba de cerca.
Blake le notó alejarse con cautela algunos pasos lejos de él, sólo para hacer un improvisado ademán como agradecimiento.
—No tienes por qué agradecer —él informó a Gala, quien estaba preparada para iniciar por segunda ocasión su carrera contra el reloj. Sonrió con presunción al tomar sus pertenencias, vislumbrando por sobre sus hombros a quien sería el blanco de sus crueles ataques—. Fue un placer verte de nuevo, Gala Brenton —finiquitó Blake con intriga.
Todas las extremidades de su cuerpo se paralizaron en conjunto con la sola mención de su nombre siendo pronunciado por los labios de aquel chico que nunca había visto, y aún así, estaba convencida de que algo en él, le era increíblemente familiar.
—Sus ojos... —ella articuló casi de manera involuntaria. Rememorando aquella penetrante mirada que Blake poseía y que aún ahora le causaba escalofríos. Era tan abrumadora, tan sombría. Tal y como la que desde hacía varios días la atormentaba como depredador dentro de sus sueños y pesadillas.
Regresó a la realidad cuando el segundo toque de la torre del reloj sonó vigoroso desde la lejanía, sorprendiéndole ver que era solo su persona la que se encontraba sobre la solitaria avenida. Gala movió su cabeza de un lado a otro en busca de aquel desconocido, aún así, no había una minúscula pista de su paradero, meramente aquel sujeto se había evaporado en el ambiente.
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Respiró algo cansada al verse enfrente de esa blanca puerta que la separaba del interior. Sujetó la perilla entre sus intranquilas manos y entró con sigilo para no ser descubierta. Parecía ser factible, al menos todos los demás alumnos se encontraban ocupados escribiendo los problemas de aritmética que el profesor Oliver Singer, apuntaba sobre la pizarra. Gala suspiró ansiosa, estando segura de que si no hacía demasiado ruido terminaría de entrar sin ningún tipo de inconveniente. Estaba a punto de sentarse en su respectivo asiento y celebrar que nadie la había pillado cuando una tediosa voz llamó no solo su atención, sino también la del resto de sus compañeros.
—De nuevo tarde, Brenton —le dijo el profesor aún de frente a la pizarra.
Se maldijo internamente al saberse descubierta. ¿Es que acaso ese hombre tenía ojos detrás de la espalda que siempre terminaba por atraparla? Lo divisó el girarse para poder quedar frente a ella, su rostro mostraba disgusto eso era más que evidente.
—¿Tengo que alargar la hora de entrada para tenerla a tiempo en todas mis clases? —la atacó el hombre sin demoras.
—Lo siento —se disculpó avergonzada.
—Imagino que no es necesario decirle que estará castigada al atardecer.
Inspiró resignada tomando asiento al oír semejante sentencia.
—Sin mencionar que me entregaras un ensayo de mil palabras sobre el tema del día de hoy —acabó de explicarle el docente con sorna, consiente que eso en definitivo la haría enfurecer. Rio en su interior al contemplarla de esa manera y antes de que ella pusiera objeciones sobre su castigo agregó—. Y no intentes decir una palabra más que me veré en la necesidad de aumentar tu castigo, así que espero pongas atención.
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Editado: 19.08.2022