Me despierto con el sonido de la alarma, me quedo por largos segundos mirando el techo de mi cuarto. Respiro profundamente antes de incorporar la parte superior de mi cuerpo, miro mis piernas con rencor. Como el médico dijo no volví a andar, estoy condenada a la silla de rudas de por vida por culpa de dos personas que nunca me merecieron.
Toco el botón que avisa a mi cuidadora, detesto tener una mujer que deba ayudarme en cosas tan sencillas como levantarme de la cama. La mujer, sonriente y agradable como siempre, entra a mi cuarto empujando mi silla de ruedas. Le sonrío, ella no tiene culpa de lo que me pasó hace cinco años y ser desagradable con ella no le va a devolver la movilidad a mis piernas.
Giselle, mi cuidadora, me ayuda a pasar de la cama a la silla de ruedas. Después de accidente mi habitación fue completamente reconstruida y adaptada para que yo pueda alcanzar todas las cosas sin necesidad de ayuda, así como soy capaz de hacerlo casi todo sin la ayuda de mi cuidadora después de mucho entrenamiento y tiempo.
– ¿Necesita algo más señora?- niego con una sonrisa y ella se despide.
Empujo la silla hasta el baño, hago mis necesidades, me lavo los dientes para evitar el mal olor y me peino mi media melena, no quiero cortarla. El pelo corto me recuerda a mi relación con Mario y a mi amistad con Renatta y evito pensar en ellos más de lo necesario.
Empujo mi silla para salir del baño y entrar a mi vestidor, miro toda la ropa para elegir lo mejor para hoy. Me pongo un vestido azul rey con un cinturón negro en la cintura, y unos tacones altos. Muchas personas ven absurdo que utilice zapatos por estar en silla de ruedas y más absurdo ven que me ponga tacones, y aún así yo sigo utilizándolos, me hacen ver mejor.
Vuelvo al baño, me maquillo con cuidado y vuelvo a acomodar mi cabello. Sonrío a mi reflejo, estoy viva, he luchado con algo peor que la paraplejia que todavía sufro, la depresión. He estado durante mucho tiempo en el psicólogo, intenté quitarme la vida en dos ocasiones pero aquí estoy y me siento mejor que nunca.
Bajo en ascensor hasta el comedor donde seguro se encuentra mi madre esperando por mí. Le sonrío al llegar. Mi cuidadora me cambia de silla para tener mejor acceso a la mesa, yo pedí que esta mesa no se cambie para adaptarse a mí, quería sentirme como la antigua yo al comer. Al principio fue difícil porque me caía un poco para los lados, pero eso ya está superado.
– ¿Has descansado?- pregunta mamá con cuidado.
– Lo hice.- le sonrío para tranquilizarla.
– Me alegro.- sonríe, así me gusta, no quiero verla sufrir por mí.- ¿Irás a la empresa?
– Si, ya he tenido suficientes vacaciones.- mamá asiente.- ¿Quieres venir?
– ¿Puedo?
– ¿Cuándo no has podido venir a la empresa, mamá?
– Estaba bromeando.
Desayuno tranquila, me he despertado muy tarde por lo que mamá ha desayunado con papá. Al terminar vuelvo a mi habitación para lavarme otra vez los dientes y luego bajo a la recepción donde mamá me espera junto con mi chófer.
Me pongo lo más cerca que puedo del coche y me doy impulso hasta subir a mi asiento, mamá me mira orgullosa cuando lo logro. Juro que quise rendirme pero no lo hice por ella, por papá y por mi misma, merezco vivir y demostrarle al mundo que puedo llegar a ser una exitosa mujer a pesar del accidente.
– Señorita, las vacaciones le han sentado de maravilla.- dice el chófer mientas conduce.
– Gracias.
Al llegar a la empresa el chófer baja mi silla de ruedas y la pone cerca de mi puerta abierta, intenta ayudarme pero me rehúso, prefiero que mi cuidadora me ayude o en su defecto mamá. Y es mi progenitora quien me ayuda ante la ausencia de la mujer.
– Esperaré en el aparcamiento.- nos avisa a ambas.
Mamá es la primera en entrar al edificio, siguiéndola un poco más atrás voy yo. Todos los empleados que nos encontramos nos saludan, mamá es la mujer del jefe y yo soy la próxima jefa de este lugar.
Subimos solas en el ascensor, alguna veces creo que mamá se culpabiliza de mis heridas y de las innumerables operaciones a las que me he sometido, al menos de las anteriores a que despertase. Me vio llorar demasiadas veces por las cicatrices de mi espalda pero ella solo dio el permiso para esas operaciones con la misma esperanza con las que yo autoricé las que me hicieron después de despertar, por la esperanza de poder caminar.
Al llegar al piso donde se encuentra la oficina de papá nos encontramos con Steven hablando con una hermosa mujer, pelinegra, alta y de esbelta figura. Todavía me dan envidia las mujeres que puede utilizar sus piernas, aunque no debería.
– ¿Qué ven mis ojos?- dice son su típica sonrisa.- ¡Dos hermosas mujeres!
– Buenos días Steven.- lo saluda mamá.- Buenos días señorita.- le dice a la desconocida.
– Buenas días señora Trumman.- saluda la chica.
– ¿Cómo estuvieron tus vacaciones en Colombia, Aura?
– Estuvieron bien Steven, fui a la playa con mis abuelos.- le sonrío con añoranza, me atreví a ir por primera vez a una playa después de mucho tiempo.
– ¿Fuiste a la playa?
– Si, mi abuelo insistió en llevarme en brazos, al puro estilo princesa.- sonrío emocionada.- Fue extraño meterse en el agua, pero fue emocionante.
Miro, nuevamente, a la mujer, debe de tener mi edad o incluso ser más joven que yo. Sus ojos azules se clavan en mi silla de ruedas pero no de forma incómoda, más bien parece curiosa. Cuando se da cuenta de que la estoy mirando sube sus ojos a los míos y me sonríe con amabilidad.
– Lea Evans.
– Aura Trumman, encantada de conocerte.- acepto la mano que me ofrece como saludo.
– Su hermano está en una reunión con tu padre.- me informa Steven.- Después te pasaré el resumen de la reunión.- asiento.- ¿Empezarás a trabajar otra vez?
– No puedo estar eternamente de vacaciones, aunque me gustaría.- bromeo.