—¡Amiga, estás preciosa!, esta noche vamos a arrasar. —reí ante su comentario, ambas sabíamos que yo no era así. —¡Ay Isabella!, ¿en serio? Debe haber alguien sobre la faz de esta tierra que tenga que gustarte, te amo amiga, pero eres rara. —blanqueé los ojos, siempre me decía lo mismo.
—No soy rara y lo sabes, simplemente no ha llegado alguien que me haga clic. Todos los de nuestra edad son demasiado básicos y solo buscan relaciones sin compromiso. —rió de forma burlesca.
—Amiga, todos los hombres a cualquier edad buscan relaciones sin compromiso, eso no es exclusivo de veinteañeros. —tenía un punto, uno que solo me daba la razón.
—Bueno, ya; no pelees conmigo, vinimos a pasarla bien, así que avíspate que ya llegamos. —efectivamente, estábamos frente a Inferno, el famoso local de moda en la ciudad.
Bajamos del taxi y fuimos directo a la entrada, el hermano de Beca trabajaba aquí, así que entrar no nos suponía una dificultad. Al pasar todo era inmenso, el local tenía dos pisos, siendo el superior un reservado VIP. La música estaba alta y a la moda; había una gran barra con varios barman en ella, mesas pequeñas con sillas altas y otras cuantas mesas con sofás anexados a la pared bordeando todo el lugar; la pista de baile estaba en medio del salón, todo era demasiado grande y lujoso a decir verdad.
—Vamos, tenemos barra libre esta noche. —tomó mi mano y fuimos hasta la barra.
—¿Estás segura Rebeca?, un trago aquí debe ser carísimo y no quiero pasar vergüenza al final de la noche.
—Tranquila, ya verás. —al llegar a la barra, Beca saludó al barman y pude notar que se conocían.
En eso alguien me tomó de la cintura asustándome y me giré dispuesta a darle un carterazo por abusador.
—Calma fiera, soy yo, solo quería ver que estuvieran bien y decirles que están preciosas —sonreí, respirando aliviada, era Demián el hermano de Rebeca—. Sírvele a estas bellezas lo que pidan esta noche, yo me encargo, —le dijo al barman.
Así fue como Beca y yo, unas horas después, terminamos en la pista de baile disfrutando y bailando desde que llegamos. Conocimos a algunos chicos, pero en mi caso, únicamente para bailar, aunque Beca estaba entusiasmada con el último de ellos. Llevaban rato coqueteando sin que nada les importase mientras yo, algo cansada de los tacones, me senté en la barra a pedir otra bebida y a descansar un poco.
—¿Qué te sirvo guapa?
—Lo mismo guapo, no me gusta mezclar. —le dije con una sonrisa al barman, se llamaba Daniel, un hermoso moreno del cual me hice amiga a lo largo de la noche.
Con mi bebida en la mano giré en mi silla para tener una mejor visión de todo, pude ver a Beca que seguía entretenida con su chico y yo comencé a moverme al compás de la música mientras los observaba. Detallé el lugar y mi mirada viajó a la zona VIP, solo gente de dinero iba a ese lugar, algo clasista el sitio, pero así era el mundo, se hablaba de inclusión mientras más se dividía.
Seguía entretenida cuando sentí una mirada sobre mí; busqué al dueño de dicha mirada, pero entre tanta gente no lo encontraba, seguro era otro más creyendo que yo buscaba ligar. Me acerqué a Beca para informarle que iría al baño y que luego me iría a casa, ya eran más de las tres de la mañana y realmente estaba cansada.
Después de una interminable fila en el tocador de damas, volvía a la pista de baile con mi vaso en la mano, cuando una chica que corría en dirección al baño me llevó a rastras con ella haciéndome tropezar y logrando que mi bebida saliera disparada encima de la persona que tenía al frente, cerré los ojos cuando escuché una palabrota salir de la boca del hombre frente a mí; no quería abrirlos, tenía demasiada vergüenza.
—¡Esto es increíble!, abre los ojos, niña. —me tensé, no podía ser cierto, no podía tener tan mala suerte, ¿verdad?
Era imposible que se tratara del mismo adonis que estaba en el café ayer. Despacio, abrí mis ojos y lo encontré frente a mí con los brazos cruzados a la altura de su pecho, su ceño fruncido con esa mirada fría y oscura hacia mí, lo peor es que su camisa blanca de botones estaba completamente arruinada, sentí mis mejillas arder de vergüenza.
—Realmente lo siento, no fue mi cul...
—No me interesa lo que tengas que decir —interrumpió, alzando la mano—. Es incomprensible para mí que alguien pueda ser tan torpe, eres una niña muy tonta.
Ya está, se acabó, fue suficiente, lo bonito que tiene se le acababa de quitar, siento que estoy roja, pero de la rabia.
—Mire señor, yo a usted no le he faltado el respeto, no sea abusador, un error lo tiene cualquiera, esto solo fue un accidente.
—¡Exacto, niña!, un error, lo tuyo fueron dos, así que no es error es torpeza. —estuve cerca de hacer una pataleta, pero yo no era una pequeña.
—No soy una niña, deje de decirme así, lamento si usted se siente como un dinosaurio. Dígame, ¿cuánto valen las camisas que le manché?, yo se las pago.
Me miró con una chispa de humor en sus ojos que enseguida se desvaneció.
—Olvídalo ni-ña. —remarcó cada sílaba—. Jamás podrás comprar una sola de mis camisas, sigue con tu vida de niñata adolescente y discotecas, y aléjate de mí. Espero que el destino no nos vuelve a cruzar.
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Editado: 30.03.2024