Ese viernes al llegar a casa preparé el almuerzo para esperar a mi mamá y pasar el resto de la tarde y de la noche juntas en su cama, viendo películas y series. Sí, toda una mujer de veintitrés, pero amo ser consentida por mi madre y darnos mucho amor.
Hoy desperté tarde, este fin de semana no veré a Beca porque salió de la ciudad. Mi madre se va al teatro con unas amigas aprovechando que no tendrá guardias y yo decidí regalarme unas horas libres antes de sentarme a estudiar para pasar un rato por Sweet' Coffee y visitar a Celina, así que luego de desayunar algo que era más bien un almuerzo por la hora, bañarme y vestirme fui hasta la cafetería.
—Muchacha, qué alegría tenerte por aquí, tenía días sin saber de ti, ¿cómo estás, tesoro? —saludó cargada de dulzura.
—Ay, Celi, extrañándote, discúlpame por no venir antes, pero he estado full con las prácticas, los exámenes y ahora preparándome para aprobar el examen final. —tomó mi mano en un gesto maternal como los que solía tener conmigo y nos guió a una mesa.
—Ven, siéntate aquí mientras le digo a uno de los muchachos que nos traiga un café y un pedazo de pie de manzana, te va a encantar. —sonreí ante eso y esperé que llegara con lo ofrecido.
En ese tiempo que estuve esperando, no pude evitar recordar la primera vez que lo vi, la primera vez que unos ojos y un hombre me hacían sentir tanto.
—El que suspira en soledad lleva consigo una pena o una ilusión, ¿quién o qué te tiene así muchacha?, será acaso el guapo doctor que se empeña en aparecer en tu destino. —ella me miraba con picardía y yo negaba con pesar.
—Celi, ese destino del que tanto hablas, solo lo puso en mi camino para que me odie —suspiré, afectada—. Llevo meses, Celina, meses siendo su pasante y no me mira. Un día me lo encontré, por vueltas de la vida en el cementerio, ese día por primera vez pronunció mi nombre y te juro que todo estalló dentro de mí, pero esa ilusión no duró nada porque ahí mismo volví a ser solo Fonseca. —le cuento lo más rápido que puedo porque necesitaba decírselo a alguien.
—Ay, muchacha, te dije la primera vez que una pena debe tener su corazón, dale tiempo al tiempo Isabella. Cuando el destino tiene escrito algo para ti, llegará. Recuerda, si es tuyo, ni aunque te quites, si no lo es, ni aunque te pongas. Ánimo, pequeña, aún queda mucha tela que cortar en esta historia.
Ese fin de semana salí con las energías renovadas de ese café, el lunes llegó, deseaba verlo, pero a la vez no, y quizás hubiese sido mejor no haberlo visto porque todo el lunes y lo que iba de martes, volvimos a ser Fonseca y Doctor Arismendi. Fue como si ese viernes nunca pasó, nunca nos vimos en aquel cementerio y nunca compartimos un rato ameno en una cafetería. Yo aún tenía su chaqueta que seguía sin lavar, mi lado de adolescente la usaba para aspirar su aroma entre mis sábanas y mi lado de doctora adulta y responsable se preguntaba cómo entregársela sin crear habladurías, de igual forma hasta ahora él no me la había pedido y yo me desentendía.
Cada vez falta menos para terminar el semestre, hoy tendremos reunión grupal los ocho que quedamos de doce estudiantes que fuimos a ese hospital. Estaba agotada, entre las pasantías y hacer las guías para ir estudiando rumbo a los finales parecía un zombi.
—Colegas, qué orgullo que estemos aquí, podemos decir que llegamos hasta el final, por eso después de los exámenes nos vamos a festejar hasta que se nos olvide el nombre. —reímos, Karla era así.
—Claro, princesas, quiero causar envidia esa noche, acompañado de estas dos bellezas. —dijo Arturo, siendo Arturo.
—En tus sueños Arturo, en tus sueños. —se burló Karla y miré en otra dirección.
Sentía cierta tristeza, Esteban fue uno de los que renunció a la carrera, no pudo con la presión y hoy no está aquí con todos. La sala quedó en silencio y eso me hizo fijarme en los doctores Arismendi, Muñoz y Aponte que estaban frente a nosotros, después de felicitarnos, y hacer énfasis en la importancia de las prácticas, la doctora Janet le cedía la palabra al director del hospital, el cual para mi sorpresa era Sebastián; pensé que era su papá, jamás imagine que él era el director de aquí.
Recordé vagamente ese día donde mandó a esa mujer a subir a su oficina. Ahora todo tenía sentido para mí, ahora entendía el motivo de que siempre estuviera ocupado y porque a veces estaba otro doctor con nosotros para entregarle el reporte de nuestro desempeño.
—Bien, estudiantes, apoyo las palabras de mi colega, felicito que hayan llegado hasta aquí, quedan solo quince días de pasantías y los pasarán en quirófano, pero esta vez será asistiendo y operando, han tenido varios meses observando a los doctores dentro de la sala de operaciones, ahora les toca a ustedes; después de eso tendrán su informe y nota final. —todos aplaudimos y sonreímos, emocionados por la noticia.
—Además, les quiero informar que al terminar los seis meses restantes de su especialización el doctor con mayor logro, desempeño y dedicación, le será ofrecido un puesto en el hospital —aplausos y vítores volvieron a llenar el salón—. Bien, jóvenes, en la cartelera informativa de ustedes encontrarán los días de cirugía que les correspondan, el compañero que tendrán y el doctor que estará a cargo de dicha operación, mientras, si llega alguna emergencia corresponderá al pasante que esté con ella en ese momento —sonrió—. Aquí es cuando las disputas en residencia comienzan, ¡éxito, estudiantes!
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Editado: 30.03.2024