Instinto animal
Mis padres me castigaron por una semana por la estupidez del celular, la idiotez de no avisar a dónde voy y por hablarles mal. Pueden encerrarme por siempre, mejor para mí, porque no tengo amigos, nadie me invita a salir y estoy solo. Me han quitado el auto y ahora debo irme caminando a clases, me compraron un celular con GPS incluido y saben exactamente dónde estoy.
—Robert, ¿por qué estás así? Antes te molestabas porque te castigábamos, ahora parece que lo disfrutas —comenta mi madre—. Debemos ir a un psicólogo, porque no entiendo tu actitud.
—Me estoy portando bien, eso era lo que más deseabas en el mundo. No necesito un psicólogo y me encuentro perfectamente bien. Nada me pasa y todo está genial. ¿Qué más quieres?, ¿que deje la escuela, me case y tenga hijos? Sabes cuál sería mi respuesta: odio el amor, no quiero que nadie me controle y prefiero morir solo, si es necesario.
—Eso es lo que menos me interesa. Lo único que quiero es que seas feliz.
—Tampoco quiero eso y no me preguntes más. Si quieres mantenerme feliz, déjame el auto y prometo ir a todos los entrenamientos de fútbol, estudiar la carrera que tú desees y listo.
—Deberías darle el auto, se ha portado excelente, Monik —al menos mi padre me entiende y no me pregunta. Ya quisiera que mamá hiciera lo mismo.
Ella asiente con la cabeza y se va a cocinar. Por mi parte, tomo las llaves del auto y me retiro de la casa. Siento unos pasos cerca de mí y es mi padre.
—Robert, ¿qué es lo que sucede? —me pregunta en tono bajo para que mamá no escuche—. Antes no eras así y debe haber un motivo. Sé que no quieres contarnos, pero al menos yo merezco saberlo y en algún momento tu madre también.
«¿Cómo voy a decirle a mi padre que estoy volviéndome loco por un chico?». ¿Cómo explicarle lo que siento por Blaide, aparte del odio que genera en mí por la foto que publicó en Facebook? No soy muy sentimental ni tampoco creo en el destino ni nada de esas tonterías. Ellos creen que me gustan las chicas y no es así, por lo tanto, les va a costar aceptarme como soy y no quiero perderlos a ellos tampoco.
—Desde que Blaide se fue actúas raro, te ves demacrado, como si perdieras una parte de la cabeza. ¿Es por tu amigo que se fue o es algo más?
Su pregunta me deja pensativo. No sé si sea porque se fue o porque cada día lo detesto más. He sido egoísta y lo admito, siempre pienso en mí, pero hacerme eso en su perfil de Facebook me cae pesado y ya no sé si estoy enamorado de él o no. Por lo tanto, no tengo una respuesta coherente que afirme su teoría.
—Está bien, luego me dirás, esta conversación no se queda así Robert —mi padre cuando habla en serio es porque está preocupado por mí, y si le miento, lo sabrá rápidamente.
—Papá, estaré bien, es sólo que me siento solo, eso es todo —es mi mejor respuesta para tranquilizarlo. Él sonríe y me da un fuerte abrazo.
Al irme hacia el colegio y con la música country sonando, me siento más raro cada vez. El sol no lo veo de la misma forma, las nubes me parecen iguales y el tiempo no parece estar preocupándome, más bien desearía que terminara el día y comenzara otro.
Estaciono cerca de la entrada, por si me dan ganas de irme rápidamente. Me quedo allí plantado por unos minutos, creo que he llegado más temprano de lo normal y no me gusta estar en un aula vacía. La música deja de sonar y sólo pasan por mi mente, los acontecimientos del día anterior y sus chistes malos que no tienen ni pies ni cabeza.
—¿Te sientes solo, afligido? Eso pasa cuando estás en depresión constante. Nosotros te podemos ayudar —dice el locutor del programa de radio.
La voz romántica del locutor y además gruesa, me recuerda a cierta película que ví con una persona hace unos meses atrás. El señor empieza a dar consejos de cómo acabar con la melancolía y el estrés diario de extrañar a una persona. Realmente, lo que dice no es descabellado, a veces hay que ocuparse en actividades para que la mente deje de pensar en el amor.
—«Si fuera así tan fácil, ya desde hace rato te hubiese olvidado, nada es fácil Blaide. Estás allá divirtiéndote con ésa y yo aquí viendo cómo sobrevivir día a día» —pienso en voz alta. Me pongo a llorar en silencio mientras otra canción aparece, de esas que te generan más llanto y fatiga. Entrar así al colegio no vale la pena, así que espero que se me pase.
Poco a poco, las personas van entrando y aún no ha sonado la campana. Hasta que al fin decido salir del auto adentrarme en la escuela, junto a los demás.
—¡Robert! —es Melany—. ¿Estás bien?
Asiento con la cabeza, sin ser grosero con ella.
—¡Vamos!, prometo no fastidiarte, ¡te lo juro! —dice Melany sin comportarse rara.
—Gracias por el ofrecimiento Mel, pero en estos momentos necesito estar solo, no sé si me entiendes.
—Jamás estarás solo Robert —otra voz aparece detrás de mí y, al percatarme de quién es, me siento mejor—. Mis padres decidieron inscribirme aquí, ¿no es genial?
Melany no refunfuña y se va con sus amigas hacia el salón de clases. Veo a Trey Martin y está distinta a la última vez que la ví.
—¿Estás bien?
—¡No! —soy sincero con ella y no sé por qué.
—Robert —uno de los chicos que juega conmigo se acerca, mira a Trey y luego a mí—, haremos un torneo de beisbol hoy a las cinco de la tarde, es amistoso.
Jamás he jugado beisbol con otra persona que no sea con él. Será un reto muy complicado y no quiero arriesgarme a pensar en más nada. Esto cada vez es más difícil para mí. Todo lo que hago me recuerda a él y me duele por dentro.
—Sí irá —dice Trey sonriente—. ¡Adiós!
Ella sonríe y me jala hacia el salón. Nos sentamos al final, para no estorbar a los demás y así poder concentrarnos "un poco" en clases.
—No sé si quiera ir.