Secreto en el ambiente
Ver a Robert acostado en una camilla, con fracturas en todo el cuerpo, me causa escalofríos. Ya quisiera que se recuperara completamente, que abriera los ojos y así poder estar más tranquila. Afortunadamente, pude sacarlo a tiempo y llevarlo al hospital. Me la paso aquí metida, porque me encanta la medicina y algún día quisiera llegar a ser médico. Es mi sueño de siempre. Ya he hecho cursos de primeros auxilios avanzado y he aprendido algunas técnicas de salvavidas.
Mis ojos están rojos, no he dormido muy bien durante la semana y, sinceramente, no me interesa dormir. Sólo deseo despertar y que él esté mirándome como siempre.
Robert ha estado una semana en este infierno, tiene lesiones graves en todo el cuerpo, le han puesto un yeso en la pierna derecha y otro en el brazo izquierdo. No se puede mover. Aún respira, está con vida, pero lo único que no sabemos es si va a sobreponerse a esto o si le traerá consecuencias severas.
Según la doctora, puede que no camine durante un tiempo, porque la fractura de la pierna es muy grave. Ya desearía poder salvar su vida, pero aún soy adolescente y lo único que sé hacer es salvar a gente que se ahoga, por el momento.
Sus padres y yo nos hemos intercambiado los turnos para no dejarlo solo. Ha sido difícil para ellos, porque no esperaban este accidente. Están un poco afligidos y pocas veces se les oye conversar. Su padre debe trabajar y su madre ahora está como ama de casa. No puede atender pacientes de emergencia, ya que se encarga de dejar la casa limpia, hacer el desayuno, el almuerzo y la cena para todos. Lavar la ropa de Robert y llevarla planchada al sitio donde está recluido.
La rutina nos está matando a todos y nos cansa. Yo, en estos momentos, me estoy quedando con ellos debido a que mis padres no me quieren, soy un fenómeno para ellos y no me hacen caso.
En estos días, no he pegado un ojo en el hospital y pocas veces salgo al centro para buscar un libro o algo para entretenerme, mientras sus padres están cuidándolo, así él no lo sepa.
Blaide le ha escrito de nuevo. El chico no sabe lo que le ha pasado a Robert y como sé que mi amigo no quiere saber nada de él, no le respondo. Sólo ha escrito estupideces sin sentido, la letra es diferente a las anteriores y ha perdido la calidad. No dice nada relevante, por lo que las quemo inmediatamente. No permitiré que Robert siga sufriendo por ese idiota.
—Trey —me dice una de las enfermeras—. Hay un chico que te busca.
Okey, eso es raro.
—¿En dónde está? No pienso moverme de aquí.
—Está desesperado y dice que quiere verte, pero que no sea en la habitación.
—Dile que fallecí ayer.
Ella se ríe y tranca la puerta de la habitación.
—No sé quién es. Tiene aspecto de modelo, es rubio y alto. Dice que necesita hablar contigo en privado, pero no desea entrar aquí.
—No me voy a separar de Robert. Si tan urgente es, que venga a verme aquí. No me voy a mover; es mi decisión final.
Ella asiente y se retira dejándome sola con Robert nuevamente. Pienso quién será ese chico que me busca y qué desea. Ninguno de mis examigos es rubio y no conozco ninguna persona que lo sea. Así que se habrá confundido.
Prendo el televisor y están pasando un programa interesante sobre cocina. Ver esto me produce más hambre. Lo cambio y voy pasando de canal en canal. Lo dejo en una película que me causa gracia y me quedo con la cabeza recostada en la cama y mi cuerpo en la silla. El mueble me produce estrés, no deseo dormir a su lado porque es incómodo y en la silla estoy mejor.
—Necesito hablar contigo urgentemente —aparece un chico rubio de cabello largo, alisado y bien peinado. Tiene una pinta de europeo y unos zapatos muy lindos. Me le quedo mirando fijamente, pero no sé quién es. Jamás lo he visto y no me interesa.
—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —le pregunto para intimidarlo.
Sus ojos azules penetran en mi alma como si se tratara de un arcoíris. La mirada hacia Robert me indica quién es. Frunzo el ceño. No puedo entender cómo un chico así, pueda hacer daño a otra persona. No lo entiendo. Parece buena persona, es muy educado y habla muy refinado. Tiene acentos mezclados y habla pausadamente.
¿Cómo puede romper el corazón? Sigo mirándolo y en serio se ve demasiado pacífico para mi gusto. Inclusive más que yo, que soy tolerancia al 100%.
—Blaide Raider —al decir su nombre se me paraliza el corazón. Vuelvo a fruncir el ceño y me quedo mirándolo con desprecio. Ni siquiera con admiración ni respeto—. ¿Desde cuándo está así? Apenas me enteré, tomé el primer vuelo para acá.
—No es de tu incumbencia. Deberías irte, no es el mejor momento para que vengas a dártela del bueno de la partida. Eres un idiota, le has destrozado el corazón y el pobre ha sobrevivido a duras penas. Te sugiero dos cosas: una, que te largues, antes de que te patee el trasero y, la otra, que te vayas por donde viniste. No tienes nada que hacer aquí. Tú no sufres, no sientes, no tienes sentimientos. Has destrozado su espíritu.
—¡Lo sé!, soy un idiota. Pero hay una razón...
—¡Vete ahora! No vuelvas más y esto que está pasando en este momento, habrá sido sólo un sueño. Tienes mejores cosas que hacer con tu querida amiga.
Empiezo a llorar. Es inevitable. Odio la injusticia, no me gusta que jueguen con los sentimientos de quienes me importan y este chico, lo único que desea es ser el héroe y hacer ver que ha recapacitado. Es sólo un imbécil que no tiene corazón.
—¡Tienes razón!
—¡Sí!, no vuelvas a escribirle, olvídate que Robert existe. No quiero que sufra más por tu culpa.
La idiota número 2 aparece en escena, con una pinta demasiado extravagante. Sus ojos están llenos de sombras y su cara parece de porcelana.
—¡Vámonos Blaide! Él estará bien —dice con voz atorrante.
Oigo un ruido extraño y veo que la máquina que está conectada, a los brazos de Robert, empieza a pitar como si fuera un milagro.