Te extraño
Olvidarme de ti es tan difícil, como hacer que la arena desaparezca del mar. Estoy aquí contemplando el azul del océano, adivinando tus pensamientos, sé que me odias, que no me soportas. ¿Acaso yo seré el culpable de todo esto? ¿Será que nunca me quisiste y sólo fingiste para que yo cayera rendido a tus pies?
Es tan difícil sacarte de mis pensamientos, vives en mí todo el tiempo. No sé de verdad qué te hice, quisiera comprenderlo y entenderte un poco.
A veces siento que mis palabras confunden, hieren, persuaden, se desvanecen, alimentan el alma de otra persona. Me sigo preguntando por qué nuestra separación y siento que cada vez estás más lejos de mí.
—Ya lo conseguí. Lo tengo de frente, sólo que eres tan ciego que no te das cuenta lo mucho que significas para mí. ¿Crees que me quiero ir porque me da la gana dejarte solo Robert? ¡Eres tan egoísta! Sólo piensas en ti mismo. Ni siquiera me has preguntado lo que quiero en la vida. Sólo eres tú, y más nadie. Yo espero que tú consigas lo que necesitas y te preocupes por lo que hacen tus padres.
Sí soy ciego para ver las cosas y también idiota en millones de ocasiones. Tienes razón. Soy un malnacido que no merece vivir. Si estuviera pendiente de ti, no te hubieras ido a ninguna parte. Te hartaste de mí por ser lo que soy, un malcriado insoportable.
—¡Soy tan imbécil! —grito con todas mis fuerzas. Sólo se escucha el eco de mi voz—. ¡Maldición!
Me siento en una piedra donde las olas chocan y me quedo allí por largo rato, sin saber qué hora es, ni nada. Me gusta estar solo de vez en cuando, analizar mi vida y ponerme metas irreales, sólo para que mis padres se sientan orgullosos de mí.
Ojalá que mi hermanito, al nacer, les traiga felicidad en abundancia y que no sea como yo de tarado, sino inteligente, si es que es hombre. Si es una mujer, bueno, ya veremos qué pasa, no desearía que ningún imbécil la hiciera sufrir, ni tampoco que pasara por vergonzosas escenas, ni mucho menos que quedara embarazada.
La soledad es un veneno que hace sentirme peor de lo que estoy, me hace bien en algunas ocasiones, pero en ésta, sigo pensando detenidamente por qué me ocurren cosas tan malas. Primero, Blaide me deja para cumplir su sueño (no diría que es algo malo, pero en serio me hizo sentir muy mal con sus palabras); segundo, el accidente y, tercero, caerme como idiota pensando que un ángel rubio hermoso estaba en mi habitación. Hice pasar vergüenza y pena a mi familia y un susto de muerte a Trey.
Quisiera ser valiente, enfrentar mis miedos, pero le temo a todo: a la vida, a la muerte, al amor, a la soledad, a todo. No sé qué haré en mi futuro, no sé qué me gusta hacer. Juego fútbol porque, ¡no sé!, no me siento tan idiota; y estudio porque, ni modo, no deseo ser mediocre y creo que al menos tener un título, valdrá la pena.
—Deja de esconderte, pareces un idiota allí sentado —dice Trey en voz alta—. No me des más sustos de muerte, ¡por favor!
—¿Cómo me encontraste?
—¡Te conozco! Es el único lugar al que vienes. Sólo quería asegurarme si seguías con vida.
—No me voy a suicidar, Trey.
—¡Lo sé!, pero por si acaso. Cambias de idea todos los días y no desearía que te sucediera algo malo.
Ahora me parezco a la hija de los Locos Adams, todo vestido de negro y sin sentido del humor.
—¡Está de lujo, hermano! —una voz demasiado familiar, ese timbre no se me olvida jamás. Dos chicos se aproximan hacia nosotros, uno es rubio y el otro tiene el cabello negro—. ¡Esto está genial!
—Lo sé James. A mí no me causa mucha emoción que digamos, sólo creo que es patético venir para acá.
—Bueno, escapar es sencillo, si sabes utilizar las técnicas, pero no es fácil cuando mamá se entere de lo que hicimos.
—Da igual. No está pendiente de nosotros, James. Ahora somos libres y papá nos apoya.
—De verdad que te has vuelto muy optimista, Bin.
—¡Sí!, me siento libre.
—¿Bin?, ¿James? —ambos chicos voltean a verme y mi corazón explota. No entiendo qué demonios hacen aquí.
—No sabíamos que estabas aquí —comenta James Raider, hermano de Blaide.
—¡Sí!, escapamos y es divertido —dice Bin Raider. Su humor nunca cambia.
—¿Qué hacen aquí? —le pregunto a los dos viendo hacia los lados a ver si el imbécil está aquí con ellos.
—Es una larguísima historia, divertida, aventurera, apasionante, desafiante, riesgosa y tormentosa —dice Bin con su humor típico, nunca se cansa de sonreír ni de hablar.
—En realidad detestamos el frío y nos cansamos de todo. Vinimos acá porque extrañamos nuestro hogar y no es lo mismo allá que aquí.
—No pudimos traérnoslo. Se negó y es su decisión.
—¿Ustedes son hermanos de...? ¡Disculpen!, no puedo pronunciarlo. ¿Hermanos de quién ustedes saben? —pregunta Trey.
—¡Sí!, ése mismo —responde James seguro de sí mismo—. ¿Y tú quién eres?
—Soy Trey Harris, hermana de Robert.
—Una belleza —comenta Bin sonriente.
—¡Un placer! No le hagas caso a este idiota. Soy mejor que él, en todo.
Me siento intrigado. ¿Y en dónde estará él?