Capítulo 28
No es la primera vez que me siento perdida, un recordatorio de eso fue el parto de mi hijo, sola en una sala de parto. Con dolores tan fuertes y sin nadie que me consolara. Imaginándome como una tonta como hubiese sido en otra vida. Esa imagen ficticia que mi cabeza creo me dio la fuerza para superar eso.
Lo que ahora sentía era igual, pero distinto al mismo tiempo, me sentía perdida de una forma distinta. Porque están jugando conmigo. Me están llevando a ese punto.
El reloj marca la una de la mañana, sigo en la misma posición de hace dos horas, sentada en el sillón de la sala, mirando al infinito y pensando cualquier cosa, nada bueno.
Entendí que mi esposo no llegaría a casa, su silencio me lo dice, y el misterio que todos están manejando me lo confirma.
Lo que sea que tenga que enfrentar no lo voy a poder hacer de esta forma, me tengo que mantener en condiciones óptimas. Con esa resolución en mi cabeza me pongo de pie.
—Voy a ir a dormir… — les anuncio. Ellos parecen estar igual de sorprendidos —Es muy tarde para que regresen a su casa, vengan conmigo, puedes ofrecerle un cuarto donde descansen.
Me alejo de ellos y voy a las escaleras —Síganme… — con ellos siguiéndome los pasos llego al segundo piso.
—Estas son las habitaciones de huéspedes —les señalo las puertas —nunca se utilizan, pero se mantienen limpias, espero que descansen.
Suponiendo que van a ir a dormir, los dejo ahí y sigo mi camino, entro en la habitación de Ángel, la que está sumida en una falsa oscuridad.
—Señora… —la enfermera se pone alerta.
—Tranquila, sigue descansando.
Me asomo en la cuna de mi hijo, el que está profundamente dormido, esta corta es vida, es tan grande como el cielo.
—Renaciste mis esperanzas hijo y hoy necesito que lo vuelvas a hacer —una lágrima se escapa de mis ojos —Ven conmigo.
Me inclino y lo tomo con suavidad en mis brazos, su olor del bebé me llena de vida, nuevamente Ángel está haciendo efecto en mí. Calmándome y llenándome de tranquilidad.
—Me lo llevo a mi habitación, espero que descanses —le digo a la enfermera.
Con mi bebé en brazo salgo de su habitación para ir a la mía. Al pasar mis amigos siguen en la mitad del pasillo, me dan una mirada profunda al verme con Ángel en brazos.
No les digo nada y sigo mi camino, ya en la habitación me meto bajo las sabanas de la cama con mi niño en mis brazos.
—Ayúdame a dormir.
Al amanecer abro mis ojos, el rostro de mi hijo me ilumina al despertar, por él y el que viene debo ser fuerte.
Me paro de la cama para darme un baño y despejarme, al terminar de acero ruidos se sienten en el piso de abajo. Bajo no sin antes dejar a la enfermera a cargo del niño.
En el primer piso ya están Rachel y Dylan, pero ahora los acompaña —Qué madrugadores —les digo con ironía.
—Buenos días… —acepto el abrazo de Brenda sin quejas lo necesitaba.
Ella hace lo que me imagine, negarse a decirme que está sucediendo, lo que hace que empiece a volver a perder la calma, quien cree que soy.
— ¡No soy una idiota! — intenta hablar y la detengo — si tú también vienes a mi casa a decirme que me calme, te puedes devolver por donde entraste y ustedes también — miro duramente a mis amigos — Brenda pensé que estabas de mi lado, resulta que Eros se me desaparece y tú vienes a ponerme paños de agua fría — la ira que está creciendo en mí no considero que nada la detenga — dame tu celular — le exijo ¡Que me des el celular!
— No es buena idea.
— Si lo es… Que me des el celular.
Las tres personas que mandaron para apaciguarme no están logrando su cometido — ¡Qué demonios! Hablo en chino o qué.
De la mala gana saca su celular y me lo entrega, sé que en estos momentos me estoy comportando de manera muy dura, pero no tengo opción.
Rápidamente, marcó el número de Ashton, comienza a sonar, primera sonada, segunda sonada, tercera sonada, ¡bingo! Contestó.
— Hola, hermana… Lograste tranquilizar a Bonnie mientras logramos sacar a Eros de aquí.
— Ninguno de los tres sedantes andantes que me has mandado los he tomado — rujo — de hecho quiero que desaparezcan de mi vista, porque me están ocultando cosas — los miro de forma acusadora — así como tú y mi esposo, ¿De dónde vas a sacar a Eros? No admito más omisiones.
— Estamos protegiéndote — su voz es calmada — sobre todo Eros.
— Te estás ganando que te retire el habla y no te deje entrar a mi casa… No necesito que me protejan de la maldita verdad, no soy una niña, puedo entender lo que sucede a mi alrededor, tengo criterio. Eros no puede seguir con su idea de lo que es proteger, se está equivocando al igual que todos — había estado caminando alrededor de la sala mientras gritaba al teléfono — ¿Dónde está?
Al otro lado de la línea se queda en silencio.
—Definitivamente o no hablo el mismo idioma que ustedes, que al parecer es el de las mentiras o mi dicción es terrible que no me entienden lo que pregunto — Silencio — ¡Habla! — grito — o te juro que desaparezco con mis hijos, y tu amigo y ninguno de ustedes me ven en el resto de sus vidas ¡Habla!