Anderson, Carolina del Sur.
Motel Cooper.
Tras asegurarse de que la lamia no volvía atacar y ocuparse del pequeño Toby, el cual había permanecido en estado de shock durante todo el ataque, los hermanos Winchester se habían desplazado hasta su habitación de motel con la compañía de Ashley.
La rubia se encontraba cosiendo la herida de su vientre en el cuarto de baño mientras Sam y Dean compartían confidencias acerca de su nueva compañera de aventuras sentados sobre sus camas. La actitud que había mantenido la chica les tenía completamente desconcertados, Ashley se mostraba distante y fría, apenas habían vuelto a cruzar palabra alguna con ella desde que habían salido del orfanato.
—¿Crees que esto es buena idea? —murmuró Dean dirigiendo la vista hacia la puerta del baño al tiempo que sujetaba contra su nariz una pequeña bolsa de hielo. El golpe que le había propinado la cazadora aún le tenía adolorido—. Ha estado a punto de matarnos. No parece estar muy equilibrada.
Sam rió ligeramente ante el último comentario.
—No la puedes culpar, tu actitud no estaba resultando de mucha ayuda.
—Hay algo en ella que no me acaba de gustar.
—¿Qué te ha puesto en tu lugar?
—Hablo en serio, Sam. Ni siquiera se preocupó del estado del niño. Estaba más ocupada encañonándonos a nosotros. Que quieres que te diga, no lo veo muy normal.
—Está bien.Tal vez tengas razón y sea un poquito rara, pero le salvó la vida a ese crío.
—Lo sé, pero...
El agua del grifo dejó de oírse al otro lado de la puerta y a los pocos segundos Ashley salió del interior del cuarto de baño provocando que Dean callara a mitad de frase.
—¿Ya estabais hablando de mi?
Los hermanos la observaron en silencio, algo incómodos, mientras se preguntaban cuanto habría alcanzado a escuchar, si es que había llegado a oír algo.
El mayor de los Winchester se levantó, depositando la bolsa de hielo sobre su mesita de noche y caminó hasta Ashley.
—Pues sí. Nos preguntábamos por qué demonios te has preocupado tan poco de Toby.
—¿Te refieres a después de haberle salvado la vida? —inquirió Ashley con fiereza.
No podía creerse que el muy engreído estuviera reclamándole nada. Si hubiera sido por él probablemente el corazón del niño hubiera acabado en el estomago de la lamia.
—Sí, justo en ese momento. El pobre estaba en estado de shock y tú estabas más centrada en amenazarnos a nosotros dos. ¿Cuál es tu problema, Ash?
La mirada de la rubia se transformó cuando el cazador se refirió a ella por el diminutivo de su nombre. Sólo su hermano Josh la había llamado así, y no permitiría que nadie más lo hiciera.
—¿Mi problema? —rió, sarcásticamente—. Mira Dean, te voy a dar un consejo: si le tienes aprecio a tu cara de muñeco Ken no vuelvas a llamarme así en tu vida. De lo contrario, te juro que acabaré por romperte la nariz y no habrá bolsita de hielo que te ayude a bajar la inflamación.
La tirantez vivida horas atrás en el orfanato volvía a reinar entre ambos, pero Dean no retrocedió ni un solo paso. En su lugar, una sonrisa arrogante se curvó en sus labios.
Sam se levantó de la cama al reconocer aquella expresión en su hermano. Nada bueno podía salir de aquello a continuación.
—Te noto un poco tensa. —observó Dean, sonriéndole de medio lado—. ¿Sabes? Tal vez ese sea tu problema y sólo necesites un buen polvo para relajarte. Tienes suerte de que yo esté aquí para ofrecértelo.
Sam contemplaba atónito la escena. No podía creerse que Dean estuviera provocándola de aquel modo después de haber comprobado el carácter que tenia la cazadora.
Por suerte para la integridad física del mayor de los Winchester, Ashley estalló en una carcajada ante su ofrecimiento.
—Sigue soñando, Winchester. —contestó, rompiendo por primera vez el contacto visual que habían mantenido—. Ya me has jodido bastante la cacería ahuyentando a la lamia. Y eso es todo lo que vas a joderme.
Ashley tomó asiento alrededor de la mesa donde descansaba el portátil de Sam y algunas de las identificaciones falsas que usaban los hermanos. Las manos de la rubia empezaron a trastear con los carnets del FBI y no pudo reprimir que un suspiro escapara de sus labios mientras negaba con su cabeza.
—¿Ahora qué pasa? —preguntó Dean molesto, cruzándose de brazos.
—No entiendo como alguien os puede tomar en serio con esto. ¿Apellidos de viejas glorias del rock? Por no hablar de que se nota que son falsas...
—¿En qué? —se interesó Sam, acercándose hasta la mesa y ganándose una mirada de reprobación de su hermano. El menor se limitó a encogerse de hombros y sentarse frente a ella. Tenía curiosidad.
—Bueno... Los números de identificación cambiaron a diez dígitos con dos letras intercaladas a finales de año y, además, el sello es del mes pasado.