Dos luminosos relámpagos cruzaron el cielo cuando un hombre, vestido con un elegante traje negro, apareció en mitad de la carretera. Las gotas de lluvia le azotaron empapando sus ropas, más a él pareció no importarle. Toda su atención estaba puesta en el Charger del 69' que se acercaba a gran velocidad hasta su posición.
El coche derrapó al lograr sortearle, parando a un lado del arcén. Ashley bajó apresuradamente y el demonio sonrió de medio lado desapareciendo de su vista para volver a aparecer tras la chica.
—Hola, Gatita. —Saludó. Y adivinando sus intenciones de ataque, la redujo sujetándole los brazos tras la espalda—. ¿Así me recibes?
—¡Suéltame, cabrón!
—Ashley, Ashley, Ashley. —vanturreó él, volteándola para mirarla a los ojos—. ¿Qué voy a hacer contigo? Creía que me serías leal después de todo por lo que hemos pasado juntos. ¿Y cuál es mi sorpresa? Descubrir que te estás alejando de tus objetivos. ¿Tan molestos te resultan los Winchester? Puedo llegar a comprenderte cariño.
—¡Qué te den! No pienso seguir trabajando para un demonio de mierda.
—Cuidado, Ashley. Sabes muy bien que no soy cualquier demonio de mierda.
—Sí... Eres el Rey del Infierno y bla, bla, bla. Cómo si eso me importara. Para mi todos sois la misma mierda.
—¡Oh! Hieres mis sentimientos. —Se mofó Crowley—. Deberías estarme más agradecida. ¿O es que acaso no recuerdas quién te salvó de Belial? Si no llega a ser por mí, ahora estarías muerta. O peor, serías su puta.
Ashley empezó a respirar entrecortadamente cuando los recuerdos de lo vivido semanas atrás se agolparon de golpe en su cabeza.
*Inicio de flashback*
Estaba apoyada contra un árbol, oculta gracias a la oscuridad de la noche, mientras esperaba a que la demonio culpable de las muertes de su padre y hermano saliera de aquel bar de carretera. Ashley trataba de mantenerse alerta, pendiente de cualquier movimiento o sonido que delataran la presencia de aquel ser despreciable.
Recordaba como la primera vez que se había encontrado con aquella demonio, ignoraba inclusive que existían. Sin embargo, en aquellos momentos, estaba más que preparada para acabar con ella.
El sonido de unos tacones pisando con fuerza el suelo le hicieron regresar a la realidad. Su presa se acercaba con paso decidido hasta uno de los coches del aparcamiento y la cazadora no pudo reprimir una sonrisa al ver que caminaba directamente hacia la trampa que había preparado minutos antes.
La diablesa entró en su coche, desconociendo el pentáculo que Ashley había dibujado sobre el techo, y se acomodó en su asiento con la intención de arrancar el motor. No obstante, cuando dirigió su mano hacia el contacto para girar las llaves, su movimiento se vio limitado.
—¿Necesitas ayuda? —Le sorprendió la cazadora al lado de la puerta del piloto.
—Tú... —murmuró la presa tornando sus ojos a negro al reconocerla—. ¿Cómo?
La sonrisa de Ashley se mostró orgullosa al tiempo que golpeteaba con su dedo el techo interior del vehículo.
—Ha pasado mucho tiempo, Nina. He podido ponerme al día.
—Sí... Ya veo que has aprendido unos cuantos trucos. Qué lástima que ya no te sirvan para salvar a tu familia.
—Cállate. —dijo Ashley al tiempo que se inclinaba para dejar su rostro a la altura del de la morena.
—¿O qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Exorcizarme? Adelante. Hazlo. Veamos el tiempo que tardo en volver aquí y arrancarte el corazón.
Ashley ladeó la cabeza.
—No vas a tener esa suerte. Porque voy a matarte. —anunció mostrándole una espada angelical que acababa de sacar de su cinturón. Los ojos de la demonio volvieron a retomar su apariencia humana al reconocer aquella mortífera arma—. ¿Qué pasa? ¿Se te ha comido la lengua el gato? Menuda putada para ti que los ángeles cayeran y me haya sido tan fácil conseguir una de estas.
—Espera. Negociemos.
—¿Negociar? —rió con incredulidad—. Vete al Infierno.
Ashley hundió su hoja en el pecho de Nina. La piel de la demonio se iluminó emitiendo destellos dorados. Tras ocho años por fin había logrado vengar la muerte de su padre y de su hermano, y aunque el haber matado a aquella abominación no se los iba a devolver, suspiró tranquila después de mucho tiempo.
La cabeza del ser del Averno se desplomó hacia delante cuando Ashley sacó el arma de su cavidad torácica. Con cautela se retiró y cerró la puerta del vehículo, mirando a su alrededor para comprobar que la calle estaba completamente desangelada y que por lo tanto nadie había sido capaz de atisbar absolutamente nada.
Pese a ello, su corazón latía con nerviosismo, cómo si algo dentro de sí misma tratara de advertirle de algo. Ignoró la sensación achacándola a la adrenalina del momento y tras pegar un último vistazo al cuerpo se volvió a enfundar el arma en el cinturón.