SEAMOS AMIGOS
En Senfil, se había desatado una tormenta, un frío que helaba los huesos de quien estuviera afuera y que erizaba a los que estaban de adentro de sus casas, solo un loco podría estar bajo ella, la calefacción era de gran ayuda en momentos como esos. Agradecían por haber tomado la decisión de no volver a la escuela, puesto que no habían llevado ropa seca por si llegaban a mojarse o un paraguas, no debían de imaginar cómo estarían los chicos que no tenían vehículos propios con los cuales moverse y para desgracia era la mayoría, muchos se movían por el pueblo en taxi o en buses.
—¿Quieres chocolate caliente o café? —preguntó Will detrás de la isla de la cocina.
—Cafecito —se acercó a la isla y se paró de puntillas.
—¿Con malvaviscos o sin malvaviscos? —continuo.
—Con malvaviscos.
—¿Con galletita de chocolate o vainilla?
—Vainilla —dijo apagando su voz.
—¿Con leche o sin leche?
—Con leche, Will —se puso seria.
—¿Con o sin azúcar?
—Esto debe ser una broma —reclamo con el puño sobre la mesa.
El chico se hecho a carcajadas que resonaron por toda la cocina.
—Está bien, está bien, me pase.
—Demasiado—resoplo.
—No es cierto contraatacó.
—Si, lo es —declaró poniéndose a la altura de su amigo.
—No, no lo es —le siguió la pelea.
—Sí, sí lo es.
—No.
—Si.
—No.
—Si.
—No.
—Si.
—Si
—Ja' te gane, perdedor —alardeó señalándole con un dedo.
—¿Qué? No es cierto.
—Que... —el timbre de la puerta sonó antes de que comenzaran a debatir y se pasaran así toda la tarde— ¿Espera a alguien, Will?
—No, será mejor que vayamos a ver quién es y si es posible dejarlo pasar para que no se moje y se haga cubito de hielo con el frío que está haciendo .
Al abrir la puerta se encontraba Fernando, Stefan y dos chicos más, pero que no se les podía ver el rostro porque venían encapuchados con sudaderas negras.
—Gracias al cielo, por fin nos abrieron —agradeció Fernando entrando y quitando su suéter, al igual que Stefan, los otros chicos también iban a pasar, pero Will se opuso en su camino.
—¿Quiénes son? —cuestionó.
—Creí que los reconocerías, teniendo en cuenta que a los dos ya los has amenazado —se burló Stefan sentándose en el sofá más grande.
Ambos chicos misteriosos, se quitaron la capucha dejado sus rostros al descubierto, Bruno y Luis tenían su cabello mojado y pequeñas gotas caían por su cara, su ropa estaba húmeda, pero para su suerte no empapada.
—Hola —saludaron apenados.
—¿Qué hacen ellos aquí? —espetó, Clara se puso a su lado tomando su abrazando su brazo para que se relajará y los dejara pasar. Sin quitarles la mirada Will los dejo pasar—. Hubiéramos dejado que se convirtiera en cubitos de hielo —le susurró a la chica.
—¡Esperen! — objetó la rubia presente corriendo hacia ellos antes de que ambos muchachos húmedos se sentarán.
—¿Qué pasa? —cuatro pares de ojos se posaron sobre ella.
—No se pueden sentar, no si ponemos antes una toalla en el sofá para que no se moje y tus padres nos den un regaño —sermoneo a Will, ambos sabían que, si su madre se enteraba que sus preciados sofás habían sido mojado mataría a quien se cruzara en su camino sin importarle mucho quien haya sido— Iré a buscarla, no me tardo y por favor no quiero volver y ver cómo se están matando entre sí.
—¿Quieres que te acompañe, Clar? —la tomó por la muñeca.
—No, Will, pero si necesito ayuda te gritó —se liberó.
—De acuerdo, anda ve, yo te espero.
La muchacha desapareció una vez que cruzó a la cocina y los chicos se quedaron en un incómodo silencio hasta que Will decidió romperlo.
—No respondieron mi pregunta ¿qué hacen ellos aquí?
—Relájate, amigo solo les damos un aventón a sus casas, no podíamos dejarlos que se fueran a casa bajo la lluvia —Fernando echó su cabeza hacia atrás explicando.
—¿Y por qué no me avisaron que vendrían? De haber saber no hubiera traído a Clara o la hubiese dejado en otra parte.
—Cereza está bien, Will, relajate un poco —le aconsejo.
—Ahora está bien, deberías haberla visto cuando la encontré, estaba desesperada por salir de la cárcel y para rematar el idiota de Anderson iba detrás de ella pidiendo malditas explicaciones como si fuera su deber saber que sucede con ella —se sentó un un sofá individual.
—¡Oye! No soy ningún idiota —reclamó Bruno.
—Cállate, que no estoy hablando contigo, Anderson.
—Pero no fue su culpa de él que ella se encontrará de esa manera, no puedes culparle.
—Que sorpresa, ahora te pones de su lado —soltó una risilla.
—Will, cierra la boca —amenazó.— Demasiada paciencia te estoy teniendo.
—¿Así?, entonces ven y golpéame —se levantó al igual que el otro.
—¡Fernando Santiago Ortiz y William Müller, sentados! ¿Qué mierda pasa con ustedes? —Grito Clara apareció con las toallas en la mano, la miraron como dos niños sermoneados por su madre— ¿Qué mierda pasa con ustedes? —pregunto y ambos chicos se sentaron con los brazos cruzados en sus pechos.
—Nada —respondieron al mismo tiempo.
—No por nada casi se matan a los golpes en medio de la sala —la joven puso las toallas en el sofa doble para que Bruno y Luis pudieran sentarse.
—Fernando está defendiendo al novato —se quejó Will señalando al mencionado.
—Will, relájate un poco ¿sí? Y, Nando deja de molestar por favor, no quiero más problemas —El rubio no dijo nada y el castaño solo respondió un:
—Ajá.
—Creo que la última vez que discutieron les dije no quería volver a esto y se vuelvo a repetir una y otra vez, estoy harta de sus peleas estúpidas.
—Sí, Clar.
—Bien, espero que haya quedado claro, ¿alguien quiere café? —ofreció.
—Yo —dijeron todos los presentes.