NO LO HARÉ.
Otro día más, igual que los anteriores a ese; el cielo nublado y ambiente frío. La tarde parecía estar más helada que la mañana o la noche. Sus manos carecían de calor, en ese momento se preguntaba qué demonios deambula por ahí, a ya lo recordaba porque no tenía otra opción, a pesar de haber estado hace unos días en ese lugar aún dudaba saber tener valor para enfrentar la situación en la que se encontraba. Muchos decimos tener valor, pero cuando llega el momento justo de luchar nos acobardamos, porque nunca estamos listos para lo que la vida nos dará a enfrentar, mucho menos con el tipo de decisiones que tomamos. No es valiente quien dice tener valentía sino el que sabe utilizarla y enfrentar las situaciones.
Mirar la casa solo le daban ganas de salir corriendo como ya lo había hecho tantas veces, pero no podía hacerlo. Ya había confirmado que llegaría para reunirse solo que no sentía fuerzas, sin importar cuántas veces le dijera en su cabeza que todo iba a estar bien no lograba engañarla por completo y el vacío emocional crecía en su pecho donde todo se acumulaba.
—¡Maldición! Vamos, Clara, puedes hacerlo —repitió —. Todo estará bien, solo... hablas, terminas y te vas... no es tan complicado.
Camino hasta la puerta, toco el timbre, pocos segundos después la señora del otro día salió.
—Mery... —saludo en susurro.
—¡Oh, señorita D'amico! —Mery le sonrió sin aliento, no tenía palabras para describir su felicidad —. Por un momento creí que no vendría, oh venga, la escoltaré con el señor Donet.
Al entrar Clara agachó la cabeza tratando de no mirar a su alrededor, entraron en un gran comedor alumbrado por candelabros de energía eléctrica.
—Buenas tardes, señor Donet —saludo al señor de color, alto con traje gris y bigote, sentándose en el otro extremo de la gran mesa.
—Señorita D'amico, es un placer volver a verla en... una mejor situación, después de tantos años ¿cuántos, exactamente?
—Cinco años.
—Cinco años —repitió —. ¿Cómo se encuentra?
—No podría estar mejor, señor Donet.
—Me alegra y ¿cómo ha llevado ese... tema? —la miró con curiosidad.
—Han pasado seis años, creo que ya es tiempo de soltar y superar —junto sus manos sobre la mesa.
—Bien, entonces continuemos con lo que nos trajo hasta aquí —tomo un portafolio color Manila no muy grueso, lo reviso y después se lo entregó a Mery quien se lo dio a Clara.
—Correcto.
—Cómo puedes ver ahí las estadísticas de la empresa son excelentes y van en aumento cada día —sonrió complacido.
—No veo cual es el problema. —informó cerrado el portafolios.
—El problema es que la empresa ya es muy grande para mí solo. Clara... ya soy viejo, no me puedo encargar de todo, necesito de tu ayuda, quiero que te encargues de la mitad, yo lo haré con la otra.
Tragó duro antes de responder.
—¿No podemos contratar a alguien para que lo haga? —preguntó sin mirarle.
El hombre suspiró.
—No sería lo mismo, si contratamos tendríamos que explicarle cómo se maneja la administración y su tipo de responsabilidad es muy grande no dejaría que alguien lo arruinara además perderíamos el tiempo haciéndolo, en cambio tú creciste junto con la empresa, sabes todo lo que se necesita. Es tu obligación hacerlo.
—No quiero... No quiero hacerlo —tartamudeo.
—Clara, por favor. Te di el tiempo que necesitabas.
—¡Suficiente! Lo lamento, pero aún no estoy lista. — le devolvió los papeles a Mery y salió del lugar.
—¡Señorita D'amico, por favor no se vaya!
—¡Clara, regresa! —el hombre intentó detenerla.
No quería saber más, los momentos pasados que la atormentaban corrían como las gotas de lluvia en una tormenta por su cabeza. Quería huir, pero el deseo que más anhelaba era no existir. Porque no seamos hipócritas cuando tenemos un problema que no sabemos cómo demonios solucionar tentamos a la muerte como un único recurso. Si tan solo los sentimientos fueran tan fáciles de evitar muchos lo harían, ella lo haría, odiaba sentir el dolor emocional ya que dolía más que es físico y es muy común que suceda, de repente no hay dolor en nuestro cuerpo como si algo en nuestro sistema se apagará a la velocidad de un rayo y no tenemos siquiera una idea de qué carajo hacer con la vida. Pensamos que es cruel cuando realmente en una gran parte nosotros la elegimos con nuestras acciones y decisiones.
Pateó varias piedras en su camino de huida, ya se había acabado la cajetilla de cigarrillos y aún no lograba calmar los sentimientos o por lo menos reprimirlos muy dentro de ella. Empezaba a sentir ese bulto abrumador en el pecho, se echó a correr sin sentir la lluvia caer sobre ella, necesitaba cansar su cuerpo, pero no quería llegar a casa y encerrarse, tampoco quería ir a la del rubio que estaba feliz con la recién llegada de su madre, así como tampoco quería buscar a los Ortiz. Ya les había puesto demasiadas cargas a ellos, no quería ponerles más. Después de todo ellos habían sido su sostén durante mucho tiempo, pero ¿por qué hasta ahora se detenía? Tal vez el hecho de que Will estaba feliz con su madre, Fernando y Stefan también, seguro estaban comiendo con su familia contando chistes o burlándose del pequeño Sam y ella... ella estaba sola corriendo en la lluvia solo porque no podía aceptar a los demás.
Paro de correr cuando estaba a punto de caer por el precipicio hacia río otra muerte segura para el desafortunado que cayera por él.
—¡AAAHHHH! —hizo un grito ahogado con todo su aliento, desgarrando su garganta.
Una lágrima cayó de su ojo, la limpió, pero cayeron más ya no quería seguir aguantando tantas sensaciones. Se dejó caer en el
césped, paso su mano por su cabello rubio, sintió la necesidad de cortarlo. Abrazo sus piernas con su pecho tratando de calmar su mente y cuerpo.
—Y ahora... ¿a dónde voy? —se preguntó para sí misma con la mirada en cielo gris —. ¿Qué carajo hago?