Baile a la medianoche

Capítulo 1

«No me iré de la audición hasta ser aceptada» 

Tal vez, nunca había puesto tanto de sí misma en un baile como en esa ocasión. Odette giraba con tanta agilidad y elegancia hasta el punto de que si sus primeros maestros la vieran ahí, danzando en un pequeño escenario de Allegro, estarían sorprendidos. Incluso ella estaba orgullosa de sí misma, pues, había requerido tanto valor y meses de preparación para asistir allí. Su destreza al girar y moverse al ritmo de la música superaba con creces a su talento de años atrás. 

«No me iré de aquí sin dar pelea» 

El escenario era suyo, su público eran los jueces y los miembros de la compañía curiosos por descubrir quienes serían sus nuevos compañeros. Ella no paró de brincar y girar hasta escuchar el último acorde de la melodía. Luego, cuando el silencio reinó en el auditorio, se enderezó en medio del podio, respiró hondo y analizó la reacción del jurado. Entonces, los espeluznantes iris del hijo del CEO de Allegro se clavaron en ella y supo que, en definitiva, todos esos rumores eran ciertos. 

Iba a ser evaluada por el mismísimo Adriel Chasier, el «Demonio de Allegro», la estrella de todos los espectáculos de la compañía, el famoso heredero y el culpable de que todas sus parejas en el escenario terminen lesionadas o renuncien al estrellato. 

Adriel Chasier, de lengua áspera y afilada a la perfección capaz de pronunciar hasta la más cruel verdad a una pobre bailarina aficionada. 

«No me moveré hasta ser parte del elenco», se repitió de nuevo. 

Ella sintió su ira y frialdad expresadas en una mirada seria. Había bailado frente a todos con tanta pasión, pero ¿Por qué sentía que hizo algo mal? 

Ser aceptada o no, al parecer dependía de la respuesta del heredero de Allegro. 

Él esbozó una sonrisa maliciosa. Ella contuvo la respiración. 

«Voy a ser parte de ellos, quiera o no» 

—Rechazada —anunció Adriel a todo pulmón—. Siguiente. 

Así, con esa simple respuesta se rompieron las alas que la elevarían hacia un nuevo cielo, llevándola a una caída lenta hacia un pozo vacío y oscuro. 

De pronto, ya no se encontraba en la audición para recibir a los nuevos miembros de la compañía, sino, en una discoteca con la cabeza recostada sobre la fría barra y la música retumbando en sus oídos. 

Odette extendió su mano hacia adelante para buscar la copa servida por el cantinero y se la acercó luego de que sus dedos tocaran con torpeza el cristal. En realidad, nunca se atrevió a embriagarse hasta el punto de volverse difícil reconocer a las personas a su alrededor; pero, tomando en cuenta el inicio de su día se permitió hacer una excepción esta vez. Cuando dejó de recostar su cabeza en la mesa y se enderezó sobre el asiento, dispuesta a beber del cóctel, escuchó una voz familiar a sus espaldas. 

—¡Solo mírate! —le regañó Astrid clavando sus ojos esmeraldas en ella— ¡Asistir a una fiesta de disfraces es para disfrutar de conocer gente bajo el anonimato, no para emborracharte! 

Odette giró el asiento para mirar a su amiga de frente, cuyos mechones negruzcos hacían juego con el antifaz en su rostro y eran irreconocibles incluso bajo los reflectores coloridos de la discoteca. Ella, siempre le resultó hermosa y de un carácter fuerte. Era esa clase de mujer que nunca agacharía la vista frente a hombres holgazanes o manipuladores; más bien, disfrutaba de hacerles creer que tenían el control para mover los hilos tras bambalinas y cumplirse sus propios caprichos. Astrid la ojeó de pies a cabeza, furiosa y a la vez decepcionada por su estado, pues, conocía bien su rechazo hacia las bebidas; aun así, también sabía sobre la audición y el final de esta. 

La Compañía Allegro destacaba en la magnitud de sus shows y en las maravillosas obras narradas con bailes y acrobacias únicas. Podían mostrar El Lago de los Cisnes o Romeo y Julieta a través de un musical, con acróbatas, cantantes y danzantes expertos. Su escenario gigantesco, de seguro costando millones de dólares, era exclusivo para los mejores bailarines y acróbatas del país. Por tal razón, las reglas para audicionar fueron bien claras y estrictas. El participante no podía asistir siendo un novato, pues haría perder el tiempo a la directiva y a los patrocinadores que hacían de jurado. Tampoco se podía copiar una interpretación existente, pero ¿cómo lograrlo con los miles de creaciones en el mundo? Los evaluadores lo habían visto todo y, por eso, pasar las audiciones y entrar a la compañía era más un sueño para muchos y una realidad para pocos. 

Ella se creyó apta para participar, pero, al parecer se equivocó.  

De seguro Astrid pensaba que lucía patética, derrotada y cabizbaja. Estaba en lo cierto. No necesitaba verse a un espejo para descubrir que su cabello castaño lucía como un nido de pájaros y gracias al maquillaje las ojeras yacían escondidas. Trató de arreglarse lo más hermosa posible para despejar su mente esa noche, sin embargo, al llegar se sumergió en el alcohol y se descuidó en su apariencia. Solo así se olvidó por unas horas de su rechazo en la audición y la falta de valor para darle la noticia a su madre, ya que, cuando recordaba su emoción al despedirse de ella en el aeropuerto, se le estrujaba el corazón. 

Oh, sí, prefería perder la memoria y cordura antes que pensar sobre su futuro desilusionador. Entonces, Astrid la jaló hacia arriba después de arrebatarle la copa e intentó arrastrarla a la pista de baile; aunque, sus esfuerzos resultarían en vano por los quejidos de la bailarina, a quien no le pareció vergonzoso gritarle a todo pulmón en público. 

—¡Suéltame, Argus es mi amigo! 

—¿Argus? ¿El cantinero? ¡Lo conociste hace dos horas! 

—¡Él me entiende! —Giró la cabeza hacia el hombre detrás de la barra, usando un traje oscuro y preparando otro cóctel para un cliente— ¿No es así? —Lo señaló. 

El adulto intentó disimular su incomodidad frente a las damas al concentrarse en su labor e ignorar la pregunta; pero, Odette, muy despreocupada de las miradas ajenas, se acercó a la mesa y golpeó esta con fuerza. Sus iris mieles se fijaron en el cantinero y se vio obligada a contener la risa al observarlo sostener una botella con fuerza entre sus manos, mientras la veía asombrado por esa repentina acción. Al contemplarlo de cerca notó unos iris azules como dos hermosos zafiros, muy parecidos al ruin ricachón de Allegro y aquello despertó su ira guardada desde hace varias horas. 

—¡Todos son iguales, te ignoran y humillan como si no valieras nada! —Buscó alguna copa llena en la mesa para regar su contenido sobre el hombre. 

—¡Odette, no! —Astrid se apresuró a agarrarla de las muñecas y detenerla— ¡Para, él no está aquí! 

—¡Sí está aquí! ¡Está en frente de mis narices juzgándome otra vez! —Señaló al cantinero con rabia— ¡Eres un desgraciado! ¡Me perseguiste para volverme tu víctima, demonio! 

—¡Odette, por favor, nos vas a sacar a patadas! Solo ignóralo, ¿sí? 

Tal frase logró hacer eco en la mente de la castaña, pues, pensó: Si Adriel, gozante de miradas y atención, era ignorado recibiría un castigo digno; sí, una venganza dulce para un varón como él. Ella bajó sus brazos, mismos que buscaron lastimar al cantinero hace un rato, y se mantuvo serena cerca del bar como si no hubiera hecho un escándalo junto a la barra. Por el estado de embriaguez poco notó las miradas desconcertantes y chismosas del resto de clientes; incluso, hizo caso omiso la presencia de un sujeto enmascarado muy peculiar, hasta que escuchó su risa gruesa y refrescante resonar en sus oídos. Odette suspiró, buscando fuerzas para no alterarse y lanzarle un tacón. 

¿Acaso era la burla de todo el mundo? aun así, le fue inevitable voltear su cabeza hacia el hombre y clavarle una mirada de desaprobación, en tanto, su amiga calmaba a un par de guardias que se acercaron para pedirles su retirada. 

—¿Qué? —lanzó cortante la castaña hacia el enmascarado. 

—¿Yo? Nada —contestó el adulto, cual persona inocente que no osó a carcajear a su lado. 

—Búscate algo mejor para reírte —Llevó un mechón ondulado detrás de su oreja y agachó la vista para acomodarse su vestido plateado. 

Sus delicados dedos arreglaron el escote y las mangas de una tela casi trasparente cayendo bajo sus hombros. Luego arregló la falda con varias capas finas y brillosas, dándole un aspecto angelical e inolvidable a su atuendo. Al contemplar su ropa rememoró sus intenciones cuando la compró en el centro comercial un día antes de la audición. Ella deseaba hacer tributo a su nombre si lograba entrar a la compañía; mas, esa noche se convirtió en un recordatorio de su derrota en la mañana. 

—Lo siento, no quería ofenderte —El sujeto suavizó su voz, en tanto, se levantaba de su asiento con un cóctel acaramelado entre sus dedos y dio lentos pasos hacia Odette. 

Ella levantó su mirada hacia el hombre, pero, antes de poder fijarse en sus ojos llegó a su campo de visión el cuello masculino de su nuevo acompañante, rodeado por un collar de plata con una pluma cayendo en el centro. Aquel colgante se volvió en el protagonista de sus pensamientos y le fue imposible apartar sus iris de este. 

—Lindo collar —musitó tranquila. 

—Una pluma, por el «Lago de los cisnes» —Él disminuyó la distancia entre ambos sin vergüenza alguna y dejó la bebida sobre la barra—, curiosamente tu apariencia me recuerda a… 

—¿Odette? —Lo vio con una sonrisa— Irónico, porque me siento como un cisne con un ala rota. 

—¿Un cisne incapaz de volar? —Soltó una corta risa. 

—¡Hey! —Alzó su índice y lo apuntó de forma amenazante— No te rías. 

Los ojos de ambos se cruzaron un instante. Los de ella, mieles; los de él, bajo la máscara, lucían tan azules como el mismísimo cielo de Ville Di Vento. 

Odette desde su llegada se enamoró del firmamento de ese pequeño pueblo, pues su hermoso color hacía juego a la perfección con los cientos de árboles de flores y hojas rosadas. Se sentía como estar dentro de un cuento de hadas, ella se encontraba en el «Lago de los Cisnes»; sin embargo, estaba lejos de ser la protagonista en esa historia. 

—Cielos, definitivamente eres la «princesa de los cisnes» —le halagó el hombre. Ella soltó una corta risa tímida. 

Cuantas veces no había visto a alguien del género opuesto intentando ligar, en especial cuando se colocaba su traje de bailarina y bajaba del escenario. Por alguna razón, la gente se sentía atraído por la delicadeza y sensualidad de sus movimientos bajo las mallas y las faldas anchas. Ese instante no era tan distinto al resto de situaciones pasadas; pero, el chico logró dar en el blanco en una de sus debilidades ocultas. 

—Ese es un obvio intento de cortejo —Se cruzó de brazos y dirigió su vista hacia su amiga. 

Astrid continuaba charlando con los guardias intentando convencerlos de que la situación estaba bajo control y no sucedería ningún otro escándalo. A Odette se le escapó una pequeña risita al contemplar esa escena, de seguro al día siguiente le debería una enorme disculpa. 

—Lo es, princesa de los cisnes —el enmascarado la sacó de sus pensamientos—, pero, si las palabras son insuficientes para ti, permíteme cortejarte con el baile. 

—¿Bailar? —Dio un par de pasos al frente, reduciendo la distancia entre los dos a tan solo pocos centímetros— ¿Seguro? —Elevó las comisuras de sus labios en una sonrisa coqueta— Porque soy buena en eso. 

El sujeto alzó su mano para acariciar uno de los mechones castaños de la fémina y llevarlo detrás de su oreja. Ella contuvo el aliento ante esa acción, pues la sutileza y serenidad de su movimiento la dejó perturbada unos instantes; mas, ¿Era común en ella dejarse derrotar en dichas situaciones? No y tampoco permitiría que fuese la primera vez. Con tal pensamiento, esperó la invitación oficial y silenciosa del individuo, y, cuando observó su palma extenderse hacia ella no dudó en posar su mano sobre esta. Ese simple gesto bastó para dejarse llevar por el hombre, el mismo cuyo lado coqueto resultaba hipnotizante para Odette. Ella ignoró por completo los comentarios de su amiga: «¡Listo! Espera, ¿Odette?», ya que presentía su felicidad al verla alejarse con una pareja de baile en vez de sumergirse en la bebida cerca del cantinero. 

Sí, un baile a la medianoche, con la música retumbando en sus oídos y escondiendo su identidad bajo un antifaz parecía más atractivo y divertido. Esa idea hizo eco dentro de su cabeza una y otra vez, alejando los recuerdos de su audición desastrosa para provocarle un placer efímero de una noche. Sostuvo la mano de su acompañante hasta llegar al centro de la pista y luego se detuvieron los dos, uno frente al otro, observándose directo a los ojos sin decirse ninguna palabra; al menos así fue hasta que el hombre acercó sus labios a su oído para susurrarle unas últimas palabras antes de proceder al siguiente acto. 

—Te sorprendería lo que puedo hacer —La piel de Odette se erizó. 

Juntos empezaron una danza lenta con poco respeto al espacio personal del otro, pues hubo ocasiones donde el masculino rodeaba la cintura de la dama y a veces ella pasaba sus manos sobre sus hombros o daba un giro alrededor suyo. 

Jamás apartaron su mirada del otro e incluso en la cara masculina se dibujó una corta sonrisa. 

Él, de un momento a otro, la hizo arquear su espalda hacia atrás y para sorpresa suya correspondió con tanta facilidad, como si se tratase de una bailarina experimentada. Después, la recorrió con la mirada desde su cintura hasta sus labios, terminando por clavar sus iris en los de ella. 

—Eres tan… —murmuró el joven con voz áspera. 

—¿Increíble? 

—Irresistible —terminó su frase. 

Ambos enderezaron sus cuerpos y continuaron con la danza. Odette pasaba sus brazos en el torso y cuello ajeno, mientras el hombre enmascarado no paraba de ver sus labios 

Realmente estaba hipnotizado en su boca. 

Ella fue deslizando sus pies por el suelo hasta realizar un Split y después fue alzada por él para continuar dibujando ondas con sus cuerpos. La fémina mantuvo sus brazos rodeando la nuca masculina y él agarró sus caderas para apegarla a su cuerpo. Sentía una electricidad recorriendo en cada parte del cuerpo que él tocaba. 

—Suelo ser muy brusco al bailar ¿Por qué contigo no me pasa? ¿Por qué logras corresponder cada paso mío a la perfección? 

—Te lo dije —Acercó sus labios al oído ajeno y susurró—, soy una bailarina experta. 

De repente, la hizo girar alrededor suyo y la jaló hacia él de nuevo. En un descuido, ambos se sincronizaron de tal manera que sus rostros quedaron tan cerca. 

Odette contuvo la respiración. 

El hombre misterioso bajó su mirada hacia sus labios. 

¿Era acaso una petición para dar el siguiente paso? 

El corazón de Odette empezó a latir con fuerza. De pronto, ya no recordaba qué hacía allí o por qué estaba tan frustrada hasta hace unos minutos; pero, tenía al frente a un sujeto guapo, enmascarado, coqueto y que la divertía con el baile ¿Cómo iba a alejarse después de tener su boca tan cerca a la suya? 

Sintió su aliento cálido pegar contra su rostro, sus mejillas estaban rojas como las de ella y luego de un segundo a otro cerró sus ojos antes de reducir toda distancia de sus labios con los del hombre. 

La sensación del contacto de sus bocas era extraña, electrizante y como estar bebiendo de un dulce néctar. 

Sí, inolvidable. 

Aquella danza, sin duda, los estaba dejando sin habla ¿Cuándo fue la última vez que él disfrutó de un baile en pareja o ella sintió esa atracción por alguien? ¿Alguna vez se imaginó besando a un desconocido? 

Ignoraban la necesidad de saber acerca del otro, pues sus cuerpos y movimientos hablaban por sí solos. Al separarse, él acarició sus labios con los suyos durante unos segundos, en tanto, mantenía una sonrisa. 

—Ahora no te dejaré ir tan rápido —le murmuró él. 

—No lo hagas. 

Así, pasaron no solo minutos, sino, horas compartiendo docenas de músicas e interpretando espectáculos en la discoteca hasta la llegada de la madrugada. 

De repente, el celular de Odette vibró varias veces dentro del bolsillo de su vestido y a ella le llegó un mal presentimiento. 

—Ya regreso. 

—Espera —La detuvo de la muñeca—, no volverás, ¿cierto? 

Ella lo observó, confundida y sin habla, ¿Cómo despedirse del hombre que logró distraerla y llevarla a un mundo de ensueño esa noche? 

—No… No lo sé. 

—Ven conmigo —soltó sin pena. 

—¿Qué? 

Él redujo la distancia entre sus rostros y susurró una última frase, sintiéndose casi tan embriagado como ella; pero, en su caso se debía por esos bailes que lograron dejarlo inquieto. 

—Ven conmigo, podría mostrarte una mejor danza que esta. 

Odette sonrió. 
Astrid dijo que debía disfrutar, ¿no? 
 




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