Baile a la medianoche

Capítulo 2

A Odette le resultaba difícil despedirse de los suaves brazos de Morfeo, pues, ¿Quién se despertaría de un sueño placentero acostado en un suave colchón? Entonces, escuchó unos quejidos masculinos a lo lejos, lo cual la obligó a abrir los ojos. Despegó sus párpados de forma lenta y despreocupada; mas, cuando notó en todo su campo de visión un techo blanquecino, con luces en forma de flores, supo que no durmió en su departamento. De inmediato, se levantó del colchón muy asustada y a la vez perpleja. 

¿Cómo había llegado a parar en una habitación desconocida? Y, peor, ¿Por qué al voltear la mirada observó un hombre descansando a su lado? 

Quiso gritar, no solo porque a los pocos segundos se le vinieron la cabeza las imágenes de su noche compartida con el sujeto enmascarado; sino, porque ese mismo hombre estaba desprotegido de su antifaz y su verdadera identidad la dejó sin habla. 

Adriel Chasier. 

No deseaba creerlo, rogaba que fuese una pesadilla o un error de visión; pero, al observarlo más de cerca se percató del colgante con la pluma en su cuello. Sí, era el mismo individuo. 

El muchacho comenzó a soltar más quejidos, como si se encontrase en una pesadilla angustiante, acompañado de movimientos apresurados por el colchón anunciando su próximo despertar. Así, el joven abrió sus ojos de forma apresurada con algunas gotas de sudor rodando por su frente; pero, aquello solo sería lo mejor de su día, pues, sus ojos azules no tardaron en encontrarse con los iris mieles de la señorita que rechazó en el auditorio. 

Odette, al igual que Adriel, pegó un brinco a una esquina del colchón y se cubrió su cuerpo con la manta blanca. 

—¿Qué haces aquí? ¡No me digas que…! —vociferó el hombre consternado— ¿Me perseguiste hacia la discoteca, aprovechaste la oportunidad para seducirme y ahora vas a chantajearme para intentar ingresar a la compañía? 

—¡¿Qué?! ¡¿Estás demente?! ¡Eras la última persona que deseaba ver ayer! —Giró la cabeza hacia un lado. En el suelo se encontraba su máscara plateada y su vestido— Agh, me repugna pensar lo que hicimos anoche. 

Adriel habría deseado responder el insulto indirecto de la dama, aunque, se mantuvo quieto y pensativo en un intento por recordar las escenas después del baile. No era el único, Odette también usó a su favor el insonoro ambiente para hurgar en sus memorias y hacer un listado de los hechos. Rememoró la salida de ambos a la calle y haber subido a un lujoso auto oscuro; ella hizo un comentario al respecto: «No me impresionarás con facilidad, querido» y… ¿luego qué? Las imágenes dentro de su mente pasaron a su llegada a un edificio verde oscuro y de ladrillos un poco desgastados, pero, el resto de la fachada era presentable a ojos de cualquier espectador. Ella vivía en ese lugar, mas ¿por qué había ido a parar ahí? Ah, claro, para proseguir a una «danza» más divertida e interesante. 

De pronto, recordó a Astrid ¡Debía estar muy preocupada! 

Odette se apresuró a gatear por el colchón, sin despegar la manta de su cuerpo, para buscar su celular entre las almohadas y ropas del susodicho Adriel. Entonces, cuando sus dedos delicados percibieron un rectángulo sólido y delgado, levantó su teléfono y lo desbloqueó en un rápido movimiento. 

«Odette, ¿Dónde estás?» 

«Oye, me estoy preocupando. No quiero ver tu rostro en las noticias» 

«Odette, voy a ir a tu departamento y más te vale encontrarte ahí para darte un buen golpe» 

«Me acaban de decir que te echaron de allí porque llegaste borracha, la dueña intentó cobrarte los meses de renta que le debes y le dijiste unas palabras no tan amigables ¿A dónde fuiste a parar? Cielos, espero no te encuentres bajo un puente» 

«¡¿Cómo es eso de que te fuiste con un hombre desconocido en su auto de lujo? ¿Acaso tus padres no te dijeron que no te vayas con extraños? ¡Los adinerados suelen ser los más trastornados! Llámame cuando leas esto, por favor» 

De pronto, todo empezó a cobrar sentido dentro de su cabeza. Recordó escasos momentos de su pelea con la dueña del edificio y su llanto en media calle con unas cuantas ropas tiradas en el suelo; pero, a pesar de haber recuperado gran parte de su memoria, todavía se preguntaba por qué se atrevió a visitar una casa ajena después de ser echada casi a patadas. 

—Así que… —Adriel la sacó de su trance— te ofrecí un cuarto en mi hogar. 

—¿Vivir aquí? —Rio— Nunca, jamás. No te conozco. 

—Bueno —Pasó su mirada de las sábanas blancas al rostro femenino manteniendo una sonrisa pícara—, eso no te preocupaba anoche, cielito. 

—¡Ay, no, por favor! ¡Elimina de mi cabeza esos recuerdos! 

—Pues… 

Adriel estaba a punto de continuar con sus bromas, hasta que, de repente, tanto él como la castaña escucharon gritos proviniendo afuera de la habitación. 

—¡Adriel! ¡Sé que estás en esa habitación lujuriosa! ¡Ahora si la regaste! 

—¡Mi papá! —exclamó en voz baja el heredero— ¡Rápido, escóndete! 

—¿Qué? —susurró— ¿En dónde? 

—¡Debajo de la cama, no sé! 

Luego la puerta de abrió y el mismísimo CEO de Allegro se paró justo en la entrada, clavando sus iris oscuros, al igual que su cabello lacio y negro, primero en su hijo y después en Odette. Por otro lado, la muchacha se cubrió su cuerpo con las sábanas blancas y su hijo se petrificó ante la llegada de su progenitor. 

—Padre. 

—Adriel, señorita Odette —saludó en voz alta y con tono seco—, un placer verlos juntos en esta habitación después de observar sus rostros…  ¡En los periódicos! 

El hombre extendió su mano hacia adelante y mostró a los jóvenes el Diario Seville con una fotografía de los dos bailando en la discoteca en la primera plana. Adriel, horrorizado por tal hecho, gateó con rapidez por la cama y corrió hasta el adulto para arrebatarle el papel. Después movió las hojas hasta pasar al artículo redactado. Habían varias fotos de él danzando con la bailarina, en una de ellas se los veía besándose y en otra saliendo de la discoteca agarrados de la mano. 

—«Adriel Chasier y su nueva novia: El multimillonario y heredero de la prestigiosa compañía Allegro ha sido visto agarrado de la mano, en una fiesta que se celebraba en la Discoteca Soleil, junto a una señorita de vestido plateado emplumado aparentemente de clase media…» 

—Al parecer les hace falta aprender a esconder mejor sus identidades —le interrumpió el CEO. 

El muchacho arrugó el periódico por el enojo y lo arrojó al suelo. 

—¡Esto es una porquería! ¡No sabía que era ella! ¡Hay que contactar al autor y demandarlo por difamación! 

—Si hubieras leído por completo el artículo te habrías dado cuenta que fue un escritor anónimo. 

—¡¿Anónimo?! ¡Entonces, demandemos al periódico entero! 

—¡No, Adriel, esta vez no te escaparás tan fácil! —Volteó la vista hacia la castaña— Vístanse y véanme abajo en cinco minutos. 

Dicho aquello, el hombre salió de la habitación y cerró la puerta con fuerza. Entonces, Odette se levantó del colchón con prisa y arrastrando la manta con ella hasta llegar a su vestido, durante el proceso le ordenó al joven dar la media vuelta y no observarla; aunque, el muchacho comentó que era innecesario dado el conocimiento acerca del otro que consiguieron en la madrugada. No deseaba discutir, estaba tan asustada y nerviosa por la ira del director de la compañía, sin contar el hecho de que había un artículo de ella con Adriel en el diario. 

La castaña habría preferido llevarse a la tumba ese enorme secreto antes de confesar al mundo su momento de convivencia con Adriel Chasier. Al mismo tiempo, el heredero se encargó de vestirse con el pantalón azabache y la camiseta de ayer, dejando el esmoquin sobre el colchón. De allí, después de haberse cubierto con sus vestimentas, ambos procedieron a mirarse en silencio por unos segundos, siendo Odette la primera en suspirar y caminar hacia la puerta de la habitación cargando sus tacones en su mano derecha. 

Tal vez, lo mejor para los dos era no conversar sobre lo sucedido y regresar pronto con el adulto. Al salir se encontraron con una cerámica bien lustrada y brillante, muros blanquecinos repletos de cuadros costosos y fotografías de bailarines y estrellas antiguas de Allegro. Se trataba de sala con amplios muebles, una mesita en el centro con un jarrón lleno de flores y en una esquina un anaquel protegiendo figuras de cerámica en su interior. Al fondo del corredor —sí así podía llamarse a ese salón grande— estaban las escaleras anchas hacia el primer piso, lugar que parecía más un museo con pedestales dispuestos en fila y con jarrones y esculturas —seguramente más costosas que un año de alquiler de su ya-no departamento— encima de ellos; además, docenas de retratos y pinturas yacían colgados en las paredes. 

«Vaya forma de anunciar sus grandes cantidades de dinero a su disposición», pensó Odette, siendo interrumpida al instante por los ojos oscuros del fundador de Allegro fijándose en ella. 

Tragó saliva, ¿La iban a eliminar de la faz de la tierra para proteger la reputación de Adriel? 

—Padre —el joven fue el primero en romper el silencio. 

—Adriel, Odette —contestó en seco— Ahora que están más presentables, ¿Cómo piensan solucionar este problema? 

—No juegues con nosotros, padre, dijiste que no me escaparía de esto. 

Él sonrió. 

—Así es, no puedes continuar con esta vida despreocupada, siendo tan solitario, aislando a toda pareja de escenario potencial para ti y rechazando a cada persona con talento solo porque te recuerda a… 

—¡Basta! ¿Eso que tiene que con el artículo? 

Odette contuvo el aliento del miedo por la reacción del chico. El CEO prosiguió. 

—Tal vez esto sea una oportunidad para que aprendas algo. Calmar a los medios será muy complicado y si descubren que solo tenías algo de una noche te van a destrozar. En cambio, si decimos que era una relación secreta que acaba de salir a la luz… 

—Hey, Hey —Odette se metió a la conversación—. Estoy involucrada en esto y mi respuesta es no. No lo tome a mal, director, pero, planeo audicionar de nuevo algún día. Si acepto ser novia de su hijo… 

—En realidad, sería una relación falsa. 

—Como sea —Carraspeó—, si acepto fingir ser novia de su hijo después de mi inminente rechazo de ayer y por casualidad ingreso a la compañía en el futuro… 

—Creerán que fue por ser pareja de mi hijo, lo entiendo —completó la frase, luego, la observó con asombro—. Tiene mucha confianza en que usted va a entrar, vaya. 

—Señor —Suspiró, tratando de ignorar esa reacción del hombro—, fingir ser novia de Adriel no está en mis planes, vine aquí para ingresar a Allegro. 

—Si aceptas —Dio unos pasos al frente—, ingresarás de inmediato. 

—¡Padre! —le regañó el heredero. 

—No están en posición de replicar. Además, es inevitable, Adriel. El Consejo ha hablado y ha puesto la mirada en una persona que podría convertirse en tu futura pareja en los espectáculos de Allegro. 

—¿Qué? ¡No! ¡Saben lo que opino acerca de eso! 

—Dicen que si no prometes cooperar procederán a buscar un reemplazo para ti. 

—¡Por favor! ¿Quién puede ser tan bueno para mí como para amenazar con cambiarme? 

—Odette Chevelire. 

«¡¿Qué?!», aquel último comentario no provino del heredero de la compañía o del CEO, pero, sí de la mismísima nombrada en la conversación, quien exclamó perpleja en sus pensamientos. Observó al fundador y luego a su hijo, ambos lucían tensos, pero, el muchacho más e incluso podría decirse que parecía asustado. 

—No puedes, no me hagas esto… ¡No le hagas esto a ella! 

—¿Hacerle yo algo? Más bien, tú no intentes alejarla a propósito. 

—No lo entiendes, jamás lo has entendido ¡No deseo nadie a mi lado protagonizando conmigo los espectáculos! 

—Tan egoísta como siempre, Adriel. 

—¡No, padre, es más que eso! ¡Estás tan cegado por el dinero y tu compañía que no ves la realidad desde hace años! 

—Aquí, quien tiene la palabra final es Odette —Volteó a verla— ¿Qué dice, señorita? 

Odette salió de su trance y regresó a la realidad. Estaba a punto de cumplir su más grande sueño, sería una estrella famosa de Allegro; pero, ¿A qué costo? Entraría con mentiras y engaños, gracias a la corrupción y fingiendo ser novia de un monstruo. 

—No. 

—¿Qué? —exclamaron los hombres al unísono. Ninguno se esperaba eso. 

—Dije que no y si me disculpan, me retiro. 

Si se quedaba ahí más tiempo podría cambiar de opinión y ceder. Alzó la barbilla y emprendió rumbo por el salón en búsqueda de una salida. A la castaña no le preocupó su cabello enmarañado o haber rechazado una gran oportunidad por ser justa; más bien, actuó sin pensarlo. 

Debía sentirse orgullosa de sí misma ¿verdad? Entonces, ¿Por qué le dolía? sin embargo, ese malestar leve no duraría mucho, pues, al dar sus primeros pasos su vestido se enredó con el borde del pedestal y este terminó inclinándose hacia un lado. No solo se cayó el pedestal con el jarrón encima suyo, sino, también empujó a las estructuras colocadas a unos metros a la izquierda y estas mismas continuaron con la cadena, como un efecto de dominó. 

El suelo se cubrió de polvo, trozos de cerámica y restos de esculturas valiosas rotas frente a los ojos del CEO y el heredero. 

—¡¿Qué cara…?! 

—¡Oh, no, no, no, no! —exclamó pasmada la joven— ¡No, no, lo lamento mucho, no quería hacer eso! 

—¡Una disculpa no va a devolverme el dinero que invertí en esas compras! ¡Adriel, ahora sí deberás hacerte responsable de tus acciones! 

—¡¿Qué?! ¡Pero yo no las rompí! 

—¡Nada de «pero»! ¡Esto te va a costar muy caro, Adriel! —Lo señaló, luego volteó hacia Odette y la apuntó también— ¡Y a usted igual! ¡Más le vale devolverme cada centavo de este caos! 

—Señor ¡No poseo tanto dinero, tengo deudas con la dueña de mi anterior departamento y aunque consiga un trabajo yo…! 

—Bueno ¡Felicidades! —Dio media vuelta y caminó lejos de los jóvenes— ¡Ingresó a la Compañía Allegro! ¡Apresúrese a convertirse en una estrella famosa para devolverme mi dinero o le aseguro que sus nietos continuarán pagando su deuda conmigo! 

—Señor, yo… —Intentó perseguirlo, sin embargo, el hombre estiró su palma hacia ella para advertirle que no dé ningún pasó más. 

—Págueme hasta el último centavo de su deuda conmigo; además, deberá convertirse en la nueva novia de mi hijo frente a las cámaras o no volverá a ver ningún escenario en su vida y me aseguraré de que haber sido echada de su departamento sea el menor de sus problemas, señorita —Fijó sus iris oscuros en su hijo— ¡Adriel, dame razones para heredarte la compañía y no pierdas de vista a tu amiguita! 

—¡¿Qué?! —gritó ofendido— ¡¿Te refieres a…?! 

—¡Dale una habitación, vivirá con nosotros hasta que me pague el último centavo invertido en esas esculturas! 
 




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