Baile a la medianoche

Capítulo 3

—¿Lista? —preguntó Adriel a Odette. 

La castaña lo observó. 

—¿Tengo otra opción? 

El heredero y la bailarina se encontraban dentro de un Lamborghini negro en el parqueadero de un centro comercial de Ville Di Vento. Estaban a punto de revelar su «relación al mundo». 

El joven fue el primero en salir del auto y rodearlo para abrirle la puerta a su amada. Entonces, ella dejó mostrar su rostro y lo agarró de la mano. 

«Que empiece el show» 

Juntos pasearon por el interior del centro comercial y visitaron varios locales de ropa, la «afortunada Odette de Chasier» necesitaba ropa nueva; además, la ciudad necesitaba conocer a la nueva pareja del año. 

En realidad, tardaron mucho en tomar la decisión de salir al exterior. 

Odette, cuando vio al hombre marcharse, quiso llorar y desmoronarse sobre el suelo en ese instante; sin embargo, Adriel se encontraba cerca y cuando lo vio apretar sus puños se dijo a sí misma que no cedería ante la tristeza frente a él, menos si lo veía estar a punto de desatar su ira en ella. 

No, definitivamente, no lloraría ante nadie. 

Después de aquella conversación con el CEO las horas pasaron volando frente a los ojos de la bailarina. Ella se sintió como dentro de un sueño, quizás podría llamarse mejor una pesadilla, en donde solo le quedaba ser espectadora y seguir el curso de la historia como una marioneta sin poder tomar otra decisión. 

Le molestaba demasiado no poder defenderse, estaba vulnerable. Si reprochaba o huía de esa mansión podría irle peor y Adriel se lo dejó bien en claro. Él no la intentó apartar después de su discusión con su progenitor, tampoco desahogó su enojo en ella o le dirigió la palabra de forma seca. 

No, fue un gélido silencio incómodo y tenso, capaz de dejarla nerviosa y ansiosa por su futuro a partir de ese día. 

El heredero la llevó, callado, a la misma habitación en la que despertó esa mañana a su lado; pero, esta vez, sería suya —por meses o tal vez años— mientras devolvía el dinero de los daños al dueño de la compañía. 

Al inicio Odette se negó a vivir ahí, pues, a pesar de tratarse de millonarios de Allegro, seguían siendo unos desconocidos con una personalidad espeluznante para ella y la simple idea de compartir techo con Adriel le resultaba un plan descabellado; sin embargo, él le dejó claro que su padre no se rendiría en buscarla por todo el país o el mundo de ser necesario, hasta traerla de vuelta a sus aposentos. Su padre era un hombre de palabra, si su hijo prometió darle un hogar debía cumplirlo o «mancharía el apellido Chasier». Así, con esa explicación, no le quedó de otra más que aceptarlo y evitar molestar más al CEO. Quizás, si se ganaba su cariño podría conseguir alguna rebaja en su deuda ¿no? 

Pasaron las horas y ambos se resignaron a aceptar la idea del fundador de la compañía. En especial, Odette no tuvo otra opción al ver todos los ceros en el valor total de la factura por todos los daños ocasionados. Luego, preguntó a Adriel la paga de los miembros oficiales de la compañía y ahí supo que, sin duda, entrar al elenco era la forma más rápida de saldar su deuda. Por otro lado, Adriel no tenía opción si quería heredar la compañía. 

Así, decidieron salir para anunciar su relación a todos. 

Odette salió de su trance y regresó al presente, en ese centro comercial. Ellos se dedicaron a escoger su nueva guardarropa. Ella quería prendas sencillas, pero, Adriel se negó. Si sería su novia debía lucir espectacular. 

En cada tienda que visitaban recibían las miras de todos, incluso cuando regresaban al parqueadero fueron atrapados por la prensa: un grupo de periodistas y camarógrafos. 

Había llegado el momento de hablar. 

«¡Adriel, Adriel! ¿Es la misma señorita que te encontraste en la discoteca?» 

«¡Adriel! ¿Es tu nueva novia?» 

«Adriel ¿Es cierto que la conociste esa misma noche?» 

—Ya, ya —Alzó las manos y pidió silencio con un ligero movimiento—. Sé que todos están consternados por esta repentina revelación. En realidad, nosotros no pensábamos hacerla aún, es decir… —Abrazó a Odette desde los hombros y la apegó a él con una sonrisa dulce— Queríamos disfrutar otro año pacifico alejados de los chismes ¿verdad, amor? 

La muchacha lo observó. Lucía tan tierno, tan amigable, tan protector… pero, era falso. Él sabía mentir tan bien. 

—Sí, mi vida. 

Adriel se acercó a darle un beso en la frente. Después, regresó la vista hacia las cámaras. 

—Queríamos salir un rato y divertirnos aprovechando el anonimato de la fiesta enmascarada, sin embargo, todo salió diferente a lo planeado. Ahora ¿Por qué íbamos a engañar al mundo intentando seguir escondiendo nuestra relación? Tal vez, esto era una señal de que era momento de revelar todo y dejar de ocultar nuestros sentimientos. Ya no habrán más secretos ni más mentiras. Solo Adriel y Odette, más unidos y sinceros que nunca. 

—¡Adriel! —exclamó uno de los periodistas del montón— ¡Otra duda! ¿Va a entrar a la compañía? ¿Será tu nueva pareja en el escenario? 

—Se acabó la entrevista, señores —contestó el heredero—. Que tengan un buen día. 

Juntos atravesaron el grupo de periodistas. 

¿Cuánto duraría su secreto? No deseaba saber la respuesta pronto; mas, la incertidumbre empezaba a ponerla inquieta y estar rodeada por una gran multitud no ayudaba a su estado de ánimo. 

Regresaron al auto y la siguiente parada fue un parque. Ahí se sentaron el césped, se abrazaron y se dieron mimos hasta asegurarse que varios fotógrafos capturen varias imágenes de ellos. Luego, el heredero se levantó, no sin antes besar la mano de la joven. 

—¿Quieres un helado? 

—Sí, por favor… 

Adriel se retiró hacia un pequeño puesto de helados. 

Estaba sola, al fin tendría un respiro de esa farsa y de fingir tanto amor. 

Alzó su mirada. 

El cielo estaba adoptando diversos colores cálidos, desde anaranjado hasta rojo, convirtiéndose en una obra de arte única a ojos de Odette. Tal belleza solo podía verla cuando visitaba la casita de campo de sus abuelos en los veranos. Ahí la naturaleza brindaba espectáculos inigualables que dejarían sin habla a cualquier habitante de la capital de Porta Eau; pero, al parecer en Ville Di Vento, el pueblo a donde se mudó para cumplir su sueño de volverse una estrella de Allegro, vería imágenes igual de increíbles. 

—Ah, pero, si es el nuevo juguete del niño rico. 

Volteó su mirada hacia el dueño de esa voz. Se trataba de un muchacho de cabello rizado y ojos verdes, mismo que mostraba sus brazos musculosos por una camisa azul sin mangas, también usaba un pantalón negro.  A su lado estaba un rubio de ojos azules, muy alto y tan delgado hasta el punto de verse sus costillas. 

—¿Los conozco? 

—Somos los sujetos que te enseñarán un paraíso mejor, mi amor. 

—Já, que forma de coquetear tan antigua. Por si no se dieron cuenta, tengo novio. 

—Sí, sí, el niño de papi ¿Es tan bueno cómo dicen o solo están mintiendo para salvar la reputación de los Chasier? 

—Eso no es de tu incumbencia, piérdete. 

—Mi amor, puedo mostrarte mejores cosas que ese niño. Necesitas a un hombre y aquí al frente tienes a dos. 

—Disculpa —Adriel apareció de repente, estaba posicionado detrás de los sujetos con dos helados en ambas manos—, pero, estás coqueteando con la novia de «este niño». 

—¡Oh! —exclamó el rubio— ¡El niño de papi! 

—Por favor, Mathias —Agregó el otro joven—, no llames así al bebé de Allegro frente a su novia. 

—Digan lo que deseen, eso no cambiará que esa señorita está conmigo —Sentenció Adriel. 

—Ah, ¿si? A nosotros no nos engañas y sé que no seremos los únicos. Nadie creerá su engaño, querías divertirte con ella una noche y ahora la envolviste en tu vida de chismes y lujos. Solo vinimos a rescatarla. 

—¿Qué te hace creer que necesito un héroe? —preguntó Odette interrumpiendo a los chicos. 

—Nos necesitas, mi amor. 

—No, me necesita a mí y que ustedes se alejen de nosotros —contestó Adriel seco antes de rodear a los muchachos para acercarse a la señorita. 

—¡Deja de mentir, niño! ¡Ustedes no son pareja! 

De pronto, el heredero dejó caer los helados y tensó sus músculos. 

Odette lo observó, había una rabia fuerte irradiando dentro de su ser. Iba a explotar, lo haría y quizás los golpearía. Entonces, la prensa capturaría todo y su farsa acabaría ese mismo día. 

Sí, lo que querían, pero, el CEO iba enfurecer con los dos. 

Intentó decir algo para calmarlo antes de que todo se vaya a la ruina, sin embargo, no fue necesario; pues, el muchacho se agachó hasta ella y la observó directo a los ojos. 

Sus mejillas se ruborizaron. Los escasos centímetros de distancia entre sus rostros eran suficientes para llevarlos a sentir el cálido aliento del otro. Adriel teníaas pestañas muy rizada, pecas enterneciendo su rostro y los ojos muy grandes, azules y casi tan brillantes como el cielo del pueblo; pero, al mismo tiempo, poseía una mirada apagada y unos labios tensos en línea recta. 

Él analizó cada una de sus facciones y susurró: «¿Puedo?» 

Ella contuvo el aliento. 

«No se atrevería», pensó. 

Si lo hizo. 

La besó. Bueno, así parecía. Se detuvo cuando sus rostros estaban a milímetros de distancia y cubrió la zona de sus bocas para tapar la falsa unión. Después, movió con sutileza su cabeza, simulando estar saboreando los labios de la chica. P 

No tuvo vergüenza en hacerlo lento y suave, buscando que los jóvenes vieran cada segundo de ese enorme y apasionado gesto. Entonces, se separaron y Odette lo observó a los ojos sin poder pronunciar ninguna sola palabra. 

Hubo un silencio atroz. 

De ahí, no supo si los jóvenes permanecieron petrificados unos minutos o se largaron de inmediato, ya que el roce de la boca del joven la dejó hipnotizada y petrificada a la vez. 

Seguro lo hizo para alejar toda sospecha de su «relación» y ya no era necesario repetir ese acto; pero, lo hizo de nuevo. La rodeó de las caderas y la apegó hasta un árbol. 

—Adriel, yo… 

—Sssh —susurró—, el show aún no termina. 

Allí, atrapada, se concentró en fingir besarla unos segundos más y los fotógrafos no tardaron en capturarlos para la posteridad. 
 




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