En realidad, no deseaba estar triste y postrada en una cama viendo los días pasar frente a sus ojos; es decir, ¿Quién quisiera encontrarse en ese estado, mientras observaba desaparecer una gran oportunidad para su vida?
Cuando intentaba levantarse del colchón sentía una punzada en su pie, entonces, ahí recordaba las palabras de la enfermera y de Adriel. Si salía le esperaba sufrimiento y dificultades, pero, tenía miedo… miedo por su vida, pues el heredero fue muy claro en los peligros que corría si se atrevía a volver a Allegro. Por otra parte, sufría de la misma manera al limitarse a estar acostada en el colchón sin poder asistir a ningún día de entrenamiento.
Primero llegó el día siguiente de su «accidente», las horas trascurrieron de manera tan lenta hasta el punto de volverse eternas. Luego llegó el miércoles y no pudo contener las lágrimas más ¡Deseaba tanto salir a bailar! Pero, le dolía tanto pensar que alguien colocó un clavo en su zapato a propósito y le privó de lo que más amaba: Danzar. De pronto, llegó jueves y se exasperó ante la idea de estar tan cerca de la prueba de la semana, no haber ensayado y estar a punto de fallar por no asistir.
—De seguro él se encuentra feliz por verme así —musitó Odette, mientras era atendida por una de las criadas.
Por alguna razón, estar deprimida en su habitación le sirvió para entablar conversación con la servidumbre de la mansión. Dorothea, la mujer que constantemente la visitaba para entregarle la comida o responder a una necesidad suya, se abrió más con ella y empezó a hablarle de su vida. Tenía dos hijos de siete y ocho años respectivamente, era casada y su cabello rubio en realidad estaba teñido. También, llevaba décadas trabajando para los Chasier y se consideraba la criada más antigua de la mansión.
—A lo contrario, siempre se deprime cuando las señoritas deben pasar por ese martirio, dice que es su culpa.
¿Él triste por ella? ¿Él sintiendo remordimiento? Tanto le rogó parar y ahora resulta que no quería hacerla pasar por eso. No comprendía al muchacho y tampoco podía creer las palabras de la criada; aun así, ella parecía ser muy honesta y directa. Quizás, no era la única incapaz de salir al mundo real desde su visita a la enfermería; pero ¿Cómo comprobarlo?
—¿Por qué sería su culpa? —interrogó, en tanto, abrazaba sus piernas y se hacía bolita sobre el colchón.
Dorothea guardaba unas sábanas en el gran ropero café ubicado en un cuarto dentro de la habitación de la castaña. Ante la pregunta de la señorita no contestó, terminó su labor y luego salió del vestidor para dedicarle una última sonrisa.
—Es todo, lady, me retiro —Hizo una reverencia.
—¡No, no, espera! —La vio cerrar la puerta— Agh… ¿Por qué Adriel se sentiría culpable?
«¿Por qué?», rodó sobre la colchoneta. Luego, rememoró las sogas colgándola en el aire y el viento acariciar su cuerpo al columpiarse en la nada. Volvió a sentir esa libertad y felicidad al bailar en la sala de entrenamientos, y, de repente unas lágrimas rodaron por sus mejillas. En serio quería volver a bailar y pisar el gran escenario de Allegro; pero, tenía miedo de regresar y tener otro «accidente terrible»
Las palabras y rostro de Adriel no dejaban de aparecer repetidamente en su cabeza, como si fuera un bucle infinito condenándola a sufrir más. Tal vez él siempre tuvo razón, no era digna de pisar la compañía y mantenía sueños fantasiosos con volverse estrella de sus espectáculos. Sí, al final, el hombre le dijo la verdad desde su llegada y estar en ese estado era prueba suficiente de ello ¿o no? ¿Merecía encontrarse así y darle la razón a aquellos que se burlaron?
Odette empezó a sentirse confundida. Se encontraba en una cuerda floja entre si salir a retar al mundo o rendirse de una vez por todas. Estiró sus extremidades, mientras contemplaba el techo blanquecino. Cuando despertó esa mañana después de su encuentro con el sujeto enmascarado observó la misma imagen: Blanco puro, como la nieve, desconocido y a la vez tranquilizador. En ese entonces no sabía que había compartido una noche con el heredero de Allegro, quien la rechazó por parecerse a una persona especial.
¿Quién era esa persona especial? Tal idea no salía de su cabeza, pues, tenía el presentimiento que se relacionaba mucho con todos los secretos y el lado oscuro de la compañía. Desde su audición todo se fue en picada, como si hubiera alborotado más de un averno ese día.
Quizás así fue y ahora debía pagar las consecuencias. En ese caso, rendirse era lo mejor.
—¿Odette? ¿Puedo pasar?
Esa voz pertenecía a Adriel ¿Por qué estaba afuera de su habitación?
—Es tu casa —contestó, abrazando una almohada—, puedes hacer lo que desees.
El muchacho abrió la puerta con lentitud y asomó su cabeza unos instantes antes de atreverse a cruzar al interior del cuarto. La castaña apenas dirigió su vista a la entrada y lo observó acercarse al borde del colchón con una pequeña tacita blanca en sus manos.
—Te… —suspiró— Te traje un té.
—Genial —murmuró sin ganas y regresando a esconder su cara entre las cobijas—, déjalo en la mesa.
El azabache soltó aire con su boca y luego guardó silencio por varios segundos. Odette, incluso sin verlo, notaba su nerviosismo, pues, el colchón de su lado se movía mucho. Tal vez él jugaba con sus manos para calmarse o tambaleaba su pie sin darse cuenta. Lo que fuera, debía parar, a ella le estaba irritando.
—Escucha —murmuró e hizo una pausa para meditar bien sus palabras—, lamento por lo que estás pasando, pero…
—¿Pero? —Se enderezó y se sentó con la vista hacia él.
—Es lo mejor.
—¿Lo mejor? —Arqueó unas cejas sintiéndose ofendida— ¿Acaso hay un corazón debajo de ese duro pecho de concreto?
—Odette, no lo comprendes. Allegro es…
—Un sucio lugar donde se sabotean entre sí para evitar que el otro sea más exitoso, lo sé.
—Es mucho más que eso. Está dañado y herido desde la raíz desde hace años y tu llegada es como tocar la llaga más dolorosa. Por eso debes entender que…
—No, no voy a entender. No te entiendo Adriel —Lo miró con seriedad—, no si te limitas a decirme verdades a medias.
—No te alegrará saber toda la historia. En la audición tenías esa mirada soñadora de ver a la compañía como un lugar de fantasía.
—Sí y ahora me cortaron las alas.
—Una bailarina soñadora merece bailar en un mejor lugar.
—¡Yo quiero estar en Allegro!
—¡Es peligroso, Odette, no puedes!
—¡¿Por qué?! ¿Por qué te recuerdo a alguien especial? ¿Por eso es todo esto? ¿Ellos me ven de la misma forma? ¿Por eso me detestan?
—Yo…
—¿Es así o no?
El heredero no contestó, la muchacha insistió.
—¿Es así o no?
Adriel suspiró, ella era la mujer más terca que había conocido. Le resultaba irritante y desesperante, mas, Odette poseía la mirada desafiante capaz de dejar sin habla a cualquiera. Irradiaba esa valentía y coraje que lo dejaba petrificado. Quizás se debía a sus ojos avellana o a esa perseverancia. De todos modos, no supo cómo contestar a su pregunta y ese silencio solo animó a la muchacha a tomar una decisión.
—Soy un recuerdo malo para todos, me parezco a una persona que no conozco y me ponen clavos en los zapatos para no tener que verme más. No lo entiendo, no comprendo por qué llegar a este punto por parecerme a alguien; pero, gracias a ti ahora sé que no voy a agachar la cabeza ante nadie.
—¿Qué?
—Volveré a bailar mañana.
Odette gateó por el colchón hasta acercarse al borde y luego movió sus piernas para intentar pisar el suelo; aunque, ante el primer movimiento de su pie por la cerámica sintió la punchada en su planta. Gritó, aun así, no se detuvo y empezó a caminar con lentitud; más bien, estaba cojeando y avanzando hacia la salida de la habitación, a pesar del asombro del heredero.
—¡Hey, hey! ¡¿Qué haces?! ¡Vas a salir lastimada!
—Quiero bailar… Quiero… —Sus extremidades se debilitaron y cayó al suelo de un segundo a otro— Bailar.
—¡Basta! —Corrió hacia ella y se agachó— ¿A este nivel llega tu orgullo? ¿Vas a salir herida con tal de demostrarles que no ganarán?
—¡Es más que eso, Adriel!
El heredero no se esperó toparse con una mirada llena de lágrimas de la muchacha, sobre todo cuando en el acto de levantar su cabeza la distancia de sus rostros se redujo a unos centímetros. Aquella fue como un flechazo, no solo para Adriel, sino, también para Odette, pues ella contempló la compasión y tristeza sincera del muchacho y eso la confundió aún más.
—Cada día que estuve en esa cama —susurró con voz débil y cortada— ha sido una tortura. Mi cuerpo necesita moverse, mi alma necesita desahogarse y mi corazón necesita de la música. No lo entiendes, el baile es mi vida, mi pasión, mi mundo y al dejarme sin poder caminar bien me alejaron de lo que más amo ¿Alguna vez te alejaron de lo que más amas, Adriel? ¿Comprendes ese sentimiento?
El azabache se quedó sin habla. Sabía la única respuesta a su pregunta, mas, notó un nudo en su garganta al intentar contestarle.
—Sí, no entiendes idea de lo mucho que te entiendo.
—Lamento haber hecho algo que te recordó a esa persona y de seguro te recordé momentos dolorosos, lo veo en tu mirada; pero, no merezco ser lastimada y tratada de esta manera.
—Odette…
—De verdad deseo bailar en Allegro —confesó, con las lágrimas desbordando de sus ojos sin parar y con sus cachetes ruborizados—. No tuvimos un buen comienzo, pero, si debemos volvernos pareja de baile habrá que avanzar juntos en algún momento; así que, somos tú y yo contra el mundo o tú y yo contra el otro.
—¿Qué?
—¿Somos tú y yo contra el mundo o tú y yo contra el otro?, Adriel, tú decides.
Él parpadeó varias veces, ella quería una respuesta en ese instante y se notaba en sus luceros irradiando una determinación y osadía única.
—Somos tú y yo contra el mundo, princesa de los cisnes.
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Editado: 15.11.2023