Bajo la luz de la Luna

06. UN PASADO AMENAZANTE

Un nudo se forma en mi garganta, y mis emociones comienzan a desbordarse. Derek sigue conduciendo en silencio, como si supiera que necesito tiempo para responder. Siento que mi corazón late más rápido, como si quisiera huir de ese recuerdo, pero al mismo tiempo, sé que no puedo evitarlo.

—Fue por... circunstancias difíciles —respondo finalmente, mi voz apenas es un susurro. Siento un vacío en el estómago, una tristeza profunda que había intentado enterrar durante años.

Derek asiente en silencio, su mirada sigue fija en la carretera, pero noto la comprensión en su expresión. Esa comprensión me hace sentir menos sola, aunque no diga nada más. La noche sigue envolviéndonos en su manto oscuro, y mientras el auto avanza por la carretera, no puedo evitar sentirme pequeña, atrapada entre el pasado y el presente.

Las horas pasan y el auto de Derek se detiene frente al pequeño hospital del pueblo. No puedo ocultar la ansiedad que siento. Apenas salgo del vehículo, ingreso al hospital y mis ojos buscan con desesperación a Evelyn. Al verla, corro hacia ella y nos abrazamos con fuerza.

—¿Cómo está mi madre? —pregunto con las lágrimas en los ojos.

—Todavía no han salido los doctores, no han dicho nada —murmura Evelyn con su voz temblorosa, mientras acaricia mi espalda para consolarme.

Siento un nudo en la garganta. La incertidumbre cala mis huesos. De pronto me doy cuenta de que la imponente presencia de Derek llama mucho la atención. Intento pasar desapercibida, pero la sensación de que todos me miran no se desvanece.

Con decisión me acerco a él, agradecida, pero a la vez deseando alejarlo para que no siga llamando la atención.

—Gracias por traerme, Derek. No tienes idea de cuánto lo aprecio —digo con tono de voz suave, aunque mi mirada es firme—, pero entiendo que tienes asuntos importantes. Puedes irte, no quiero quitarte más tiempo.

Derek frunce el ceño, está claramente dispuesto a no dejarme sola.

—No podría irme y dejarte así, Luna. Además, quiero saber si tu madre está bien.

Intento no demostrar cuánto aprecio sus palabras. Sé que mi situación es peligrosa y no quiero que se vea expuesto a algún problema por mi culpa.

—De verdad, estaré bien. Puedes irte...

Antes de que pueda continuar, las puertas de la sala de emergencia se abren y un médico con expresión cansada sale. Me acerco rápidamente a su encuentro.

—Doctor, ¿cómo se encuentra mi madre? —pregunto con un nudo en la garganta.

—Su madre se encuentra fuera de peligro —el alivio que siento por sus palabras son un peso que me quito de encima y vuelvo a respirar con normalidad—. La hemos pasado a una habitación, pero necesita hacerse otros exámenes que no podemos realizar aquí. No tenemos el equipo necesario ni la capacitación para ello.

Mis piernas tiemblan y casi se doblan mientras las lágrimas amenazan con brotar. Agradezco al doctor con la voz quebrada. Suspiro aliviada, pero sé que no puedo bajar la guardia.

—Gracias, doctor. ¿Puedo verla?

—Ahora está un poco sedada, pero puede ingresar —me responde el médico, con un tono comprensivo.

Me conduce a la habitación y al ingresar se siente un silencio que solo es interrumpido por el pitido de las máquinas. Mi madre reposa, aún somnolienta, por los sedantes, pero al verme, sus ojos se abren de par en par, y una mezcla de miedo y alivio la invade.

—Mamá —susurro con la voz temblorosa, acercándome a la cama.

—No… no debiste venir —responde mi madre con la voz ahogada, y al instante las lágrimas empiezan a correr por sus mejillas—. Luna, te pueden arrestar… debes irte ya… por favor.

Niego con la cabeza y me inclino para abrazarla con fuerza. Extrañaba tanto su olor, su cariño. Puedo sentir su corazón latiendo acelerado y eso me llena de un miedo paralizante.

—Cálmate, por favor, o volverás a ponerte mal. No me iré, mamá —murmuro, tratando de mantener la calma—. Al menos no sin ti. El doctor dijo que necesitas otros exámenes, y no pueden hacértelos aquí. Te llevaré a la ciudad conmigo, estarás mejor allá.

—No… no, hija —mi madre niega desesperada, apartándose un poco para mirarme a los ojos—. Si saben que he salido del pueblo, nos buscarán. No quiero que te encuentren. El recuerdo de Javier aún está aquí… y de vez en cuando vienen a molestarme, a preguntar por ti, a exigirme que les diga dónde estás. No quiero que te pongan en peligro por mi culpa.

El nudo en mi garganta se hace más grande al escucharla. La culpa y el miedo se entrelazan en mi interior. Me siento tan pequeña, impotente con la situación. ¿Cómo sacarla sin que nadie sepa? De pronto, una idea surge en mi mente.

—Mamá, no tengas miedo. Saldremos del pueblo sin que nadie lo sepa. Tengo un plan —la tranquilizo—. Derek nos ayudará. Podemos usar su auto para irnos sin dejar rastro, nadie sabrá que estuvimos aquí.

Mi madre me mira con incredulidad y esperanza. Hay tanto dolor en sus ojos, tantas heridas abiertas, que es difícil superarlas.

—¿Quién es Derek? —pregunta mi madre en un hilo de voz, temblando aún en mis brazos.

—Derek, es el hombre que me trajo. Es una larga historia, el asunto es que él tiene su auto y podemos regresar con él —digo con esperanza, esperando que aún no se haya ido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.