El sonido de los pasos se detiene justo fuera del baño, y mi corazón late con fuerza, como si quisiera salir de mi pecho. No puedo evitar imaginar todas las posibilidades, cada una peor que la anterior. Pero los segundos pasan, y no escucho que nadie entre. Finalmente, oigo cómo los pasos se alejan, desvaneciéndose por el pasillo. La tensión en mis hombros empieza a aflojarse, aunque mi mente sigue atrapada en el miedo.
Salgo del cubículo lentamente, todavía temblando, y me acerco al espejo. Mi reflejo me devuelve una mirada asustada, vulnerable. Tomo aire profundamente, intentando calmarme. Solo fue una falsa alarma. Pero el miedo sigue ahí, latente, recordando lo frágil que es mi situación.
Al final, sé que tengo que mantenerme fuerte. No puedo dejar que el pánico me consuma, no ahora. Salgo del baño con la cabeza alta, decidida a continuar como si nada hubiera pasado, aunque por dentro, las dudas y los miedos sigan acechando en la oscuridad.
Regreso a la mesa y Derek me recibe con una ligera sonrisa. Me siento y no puedo alargar más mi petición.
—Derek… Mi madre está fuera de peligro, pero… necesita otros exámenes que no pueden hacer aquí —mi voz tiembla ligeramente, luchando por mantenerse firme, mientras trato de mantener el control sobre la tormenta de emociones que se agita dentro de mí—. Tengo que pedirte algo más.
Veo cómo el rostro de Derek se endurece con preocupación, sus ojos fijos en mí, leyendo la desesperación que trato de esconder.
—Dime lo que necesitas.
Bajo la mirada, sintiendo una punzada de vergüenza. No quiero parecer débil ni abusar de su amabilidad, pero no tengo otra opción. Estoy atrapada entre la necesidad y el orgullo.
—Sé que te estoy pidiendo demasiado, pero… ¿podrías regresar con nosotras a la ciudad? —Las palabras salen casi en un susurro, cargadas de la ansiedad que me carcome por dentro.
Derek no vacila ni un segundo antes de responder.
—Por supuesto, Luna. No tienes que pedírmelo dos veces. Las llevaré a donde sea necesario.
Una ola de alivio y gratitud me inunda, tan intensa que no puedo contenerla. Me levanto de mi asiento sin pensarlo dos veces y lo abrazo, sintiendo cómo su cuerpo se tensa bajo mis brazos, pero necesito este momento de conexión, esta chispa de esperanza que él me ha dado.
—Gracias, Derek… —susurro contra su pecho, aferrándome a él como si fuera un salvavidas en medio de un mar embravecido. Sé que con Derek a nuestro lado, las posibilidades de salir del pueblo sin ser detectadas aumentan significativamente. La desesperación que me había estado asfixiando empieza a disiparse, dejándome respirar un poco más fácilmente.
Me aparto de él, limpiando con suavidad las lágrimas que caen. No quiero parecer débil, pero el alivio es abrumador.
—Lo siento, me emocioné un poco. Gracias, Derek… de verdad, gracias. —Mis palabras son sinceras, pero no parecen suficientes para expresar lo que siento.
—No tienes nada que agradecer —responde con una suavidad que no esperaba, y sus palabras me llenan de una calidez que me reconforta más de lo que quiero admitir.
Me siento de nuevo, y ahora, con la presión ligeramente aliviada, me siento con mejor ánimo, incluso capaz de comer algo. Cada bocado es un pequeño acto de resistencia contra el miedo que había estado a punto de consumirme.
De pronto, el teléfono de Derek empieza a sonar, y veo cómo su expresión cambia. Una sombra de pesar cruza su rostro cuando mira la pantalla. Algo en la forma en que sus labios se tensan me dice que esta llamada no será fácil para él.
—Ya regreso, necesito contestar esta llamada —dice, levantándose con una seriedad que me hace preocupar.
Lo observo mientras se aleja para hablar, espero no haberle causado problemas en el trabajo o en su vida privada, ¿será casado? No creo, no lo he visto con ninguna mujer en el evento, además no tiene ninguna sortija de matrimonio.
Después de comer, Derek y yo nos levantamos de la mesa y caminamos hacia el auto en silencio, esperando la llamada de Evelyn. Mis pensamientos vuelven a mi madre, y a la difícil situación en la que estamos. La idea de regresar a la ciudad es lo único que me mantiene en pie, pero la incertidumbre me carcome por dentro.
Mi teléfono suena y mi corazón se agita nuevamente, me apresuro a bajar del auto con Derek detrás de mí. Entro al hospital para encontrarme con Evelyn, quien ya ha hecho todos los arreglos necesarios. Su rostro refleja cansancio, pero también determinación.
—Todo está listo. He hablado con el doctor, y ya le dieron el alta a tu madre. También le he pedido al enfermero que la ayude a vestirse. —Evelyn me entrega una pequeña maleta—. Aquí está lo que necesita para el viaje.
—Gracias, Evelyn. No sé qué haría sin ti. —Le doy un abrazo, agradecida por su apoyo.
—Sabes que siempre estaré aquí para ayudarte, Luna. Solo ten mucho cuidado. Este pueblo no es seguro para ti, y lo sabes mejor que nadie. —Sus palabras resuenan en mi mente, llenándome de inquietud.
El enfermero aparece con mi madre, quien luce aún más pálida y débil, pero sus ojos reflejan la misma determinación que siempre la ha caracterizado. Me acerco rápidamente para sostenerla, se la presento a Derek y salimos del hospital. Evelyn se despide de nosotras con un fuerte abrazo y se aleja.