Bajo la luz de la Luna

11. LÍMITES PELIGROSOS

Antes de que Denisse pueda terminar la frase, mi teléfono suena interrumpiendo la conversación. Frunzo el ceño al ver que es un número desconocido, pero decido contestar.

—Dame un segundo —le pido deslizando el dedo por la pantalla para responder la llamada—. ¿Hola?

—Luna, soy Derek —sin poder evitarlo una sonrisa se dibuja en mis labios al escuchar su voz masculina y cálida. Mi corazón empieza a palpitar con fuerza y me pongo de pie, sintiendo un cosquilleo nervioso en el estómago.

—Derek, hola… —respondo tratando de sonar tranquila—. ¿Todo bien? ¿Cómo estás?

Denisse me observa en silencio, y en sus labios se dibuja una ligera sonrisa. Como si ya supiera lo que está pasando por mi cabeza.

—Estaba pensando en ti y en tu madre —dice Derek, con un tono genuinamente preocupado—. Quería saber cómo les fue en el hospital.

Siento un nudo en la garganta de la emoción por su preocupación. Es extraño como una simple llamada suya puede hacer que me sienta vulnerable y al mismo tiempo apoyada.

—Mi mamá está descansando ahora. La situación es complicada, necesita una operación, pero… sé que todo saldrá bien.

—Me alegra saber que están en casa. Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en decírmelo, ¿de acuerdo?

—Gracias, Derek. En serio, te agradezco mucho por todo lo que has hecho por nosotras.

—No tienes que agradecerme, Luna. Solo quiero que estés bien… que ambas estén bien —dice con sinceridad.

Su tono es tan cálido, tan lleno de cariño, que por un momento olvido todo lo que me preocupa.

—¿Y cómo está tu hermano? —pregunto tratando de mantener la conversación ligera.

—Bien, no fue nada serio… Tengo que colgar, hablamos pronto, ¿sí?

Asiento con una sonrisa, aunque él no pueda verme.

—Sí, hablamos pronto. Cuídate, Derek.

Cuelgo la llamada sintiendo un retorcijón en el estómago, debido a las emociones que me tienen aturdida. No puedo evitar preguntarme si le gusto o si es solo preocupación lo que lo impulsa. Giro para ver a Denisse, que me observa con una expresión que no puedo descifrar.

—Era Derek —digo como si eso pudiera explicar todo.

—Sí, lo sospeche después que te oí decir su nombre tres veces —dice en tono juguetón—. ¿Todo bien? —pregunta Denisse.

—Sí, parece que solo quería asegurarse de que estábamos bien…

Denisse me mira con una mezcla de compasión y algo más, algo que sigo sin poder descifrar.

—Luna… Antes de que sonara el teléfono, quería decirte algo importante sobre Derek… Algo que no creo que sepas.

—Sé que él tiene problemas, lo noté cuando lo vi. Pero aún así… algo en él me atrae, y no puedo evitarlo. ¿Estoy siendo tonta? —pregunto llena de incertidumbre—. No sé cómo interpretar todo lo que está pasando. Derek ha sido tan… no sé cómo explicarlo. No quiero ilusionarme, pero es difícil no hacerlo —me dejo caer en el sofá nuevamente.

Denisse respira hondo y asiente.

—No, Luna, no eres tonta —dice finalmente Denisse, con un tono más suave—. Solo sigue con cuidado, ¿sí? No quiero verte lastimada. Esa noche en la fiesta benéfica, escuché que él…

—Luna… —escucho a mi madre llamarme desde la habitación.

—Lo siento Denisse, debo ir a ver que sucede —hablo con pesar, hasta ahora no puede terminar de contarme.

—No hay problema, ve con tu madre —Denisse se pone de pie y agarra su bolso—. Yo pasaré la noche en casa de mi novio. Nos vemos mañana en el trabajo y ahí te termino de contar.

—Está bien, nos vemos mañana —nos despedimos y me dirijo a la habitación en busca de mi madre, con la mente aún revoloteando en las palabras de Derek y de Denisse.

Derek

Es un nuevo día. Subo a mi auto y hago rugir el motor mientras me pongo en marcha hacia la casa de mi madre. Mi mente sigue atrapada en la llamada de Luna, su voz resonando en mis pensamientos con una urgencia que no puedo ignorar.

Cada palabra suya parecía estar cargada de una preocupación palpable, una inquietud que ha calado en mí de una manera que no había experimentado en años. El eco de su tono, la fragilidad en su voz… algo en ella toca una fibra sensible en mi interior, haciendo que mi corazón lata con una intensidad que no puedo silenciar.

Cuando llego, mi madre sale a recibirme con una sonrisa cálida. Mariza Carter, es una mujer fuerte e inteligente que nos crió con mucho amor a mis hermanos y a mí.

—Hijo, llegas temprano —se sorprende y sonríe contenta de verme—. ¿Te quedas para el almuerzo? Les diré que preparen tu plato favorito.

—No es necesario, madre —respondo dándole un beso en la mejilla—. Vine a buscar a Brian. Anoche quedamos que desde hoy ocuparía su puesto en la empresa.

—Aún no se ha despertado, anoche llegó tarde y…

—Pues ya es hora que despierte —digo y empiezo a subir las escaleras para dirigirme a su habitación, sintiendo una creciente frustración.

Brian, es mi hermano de veintiocho años, ya debería estar afrontando el mundo laboral, pero al contrario de eso, aún sigue de fiesta con los amigos. Anoche llegó tarde porque estuvo en el hospital por culpa de una pelea. Mi madre no se da cuenta del daño que está haciendo al encubrirlo y consentirlo.




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