Luna
Llego a la oficina con un nudo en el estómago, consciente de la conversación que estoy por tener con mi jefa. Aunque he ensayado frente al espejo todo lo que iba a decir, la incertidumbre y los nervios me consumen.
Me dirijo con paso decidido a la oficina de Sonia y golpeo ligeramente la puerta de su oficina. Ella levanta la vista y me dedica una sonrisa calculadora. Me indica que pase y cierro la puerta detrás de mí, me siento frente a su escritorio, sintiendo como mi corazón late con fuerza.
—¿Qué necesitas, Luna? —pregunta Sonia, con un tono serio.
Trago saliva antes de hablar. Sonia suele ser amable, pero hoy, se le nota un poco molesta. Mal día para pedir un préstamo, pero ya estoy aquí.
—Sonia, hace unos días, mi madre enfermó gravemente y tuve que traerla a vivir conmigo.
—¿De qué está mal? —ella me mira fijamente escuchándome.
—Es su corazón. Me han dicho que necesita una operación urgente… —mi voz tiembla levemente— Me preguntaba si sería posible que me hicieras un préstamo. Sé que es mucho pedir, pero me comprometo a devolver cada centavo. Podrías descontarlo de mi sueldo y, además, buscaré trabajos adicionales.
Sonia me mira con los ojos entrecerrados, con una expresión que no logro descifrar.
—¿Cuánto necesitas exactamente?
—Setenta mil dólares —respondo en voz baja. Sé que es una suma considerable, pero no tengo otra opción.
Sonia levanta una ceja y suelta una risa sarcástica.
—Setenta mil dólares... Eso te llevaría una vida entera devolverme, Luna. —Su comentario es como una bofetada. Siento la humillación subir por mi garganta, pero la contengo. Entonces, su expresión cambia. La frialdad se desvanece y algo parecido a la curiosidad aparece en su rostro—. Aunque… —su tono se suaviza—. Podría ayudarte a conseguir ese dinero si estás dispuesta a hacer algunos trabajos adicionales.
Una chispa de esperanza renace en mi interior y asiento rápidamente.
—Sí, claro, haré lo que sea necesario —respondo sin dudarlo.
Sonia me recorre con la mirada, deteniéndose en cada detalle de mi apariencia.
—Hay ciertos eventos que organizamos en los que asisten personas muy importantes y adineradas. Tu tarea sería simple: hacer que se sientan cómodos y felices. —su sonrisa se amplía—. Si lo haces bien, podrías reunir ese dinero en un par de meses, quizás menos.
Asiento sin pensarlo demasiado. Lo único que me importa es sacar adelante a mi madre.
—Acepto —digo con determinación—. ¿Cuándo empiezo?
Sonia sonríe con satisfacción, como si hubiera estado esperando esa respuesta.
—Perfecto. Esta noche tendrás tu primer evento. Recuerda, es un trabajo exclusivo y muy discreto, no debes hablar de esto con nadie.
—Lo entiendo. Seré discreta —respondo, confiando en que todo irá bien. Después de todo, se trata de eventos, mi especialidad.
—Bien, más tarde te daré las instrucciones —indica con una sonrisa—. Eres muy linda, estoy segura de que reunirás el dinero pronto.
Sus últimas palabras me provocan una ligera inquietud, pero no quiero pensar mal. Me acaba de dar un salvavidas, y no puedo desaprovecharlo.
Las horas pasan y me levanto de mi escritorio para servirme un café. Mientras espero que la taza se llene, mi mirada se pierde en la ventana, pero mis pensamientos van hacia una persona: Derek. Me pregunto qué estará haciendo. Me siento en mi escritorio y agarro mi teléfono. Mi pulgar se mueve de manera casi automática y encuentro el nombre de Derek. El solo hecho de leerlo, ya hace que mi corazón se acelere.
¿Debería llamarlo?, pero… ¿Qué le diría? No hay nada que tenga que hablar con él, pero siento esa necesidad de escuchar su voz, de sentir esa conexión y es más fuerte que cualquier lógica.
Finalmente, decido escribirle un mensaje. Comienzo a hacerlo, pero las palabras no fluyen. Borro el texto una y otra vez, hasta que, frustrada dejo el teléfono a un lado.
¿Por qué es tan complicado?, él me llamó anoche para preguntar por mi madre. Puedo llamarlo para saber cómo está. Me reclino en mi silla y cierro los ojos tratando de imaginar cómo sería la conversación si simplemente sujetara el teléfono y lo llamara. Sin pensarlo más, agarro el teléfono y marco su número. A medida que suena el tono de llamada, siento como mi corazón late con fuerza. Siento una mezcla de nervios y emoción recorrer mi cuerpo. El tono de llamada se prolonga, cada segundo parece alargarse infinitamente. Justo cuando estoy a punto de colgar, la voz de Derek suena al otro lado de la línea.
—Hola, Luna —dice con un tono cálido, casi sorprendido.
Siento un nudo en la garganta, pero lo disimulo con una sonrisa que agradezco que él no pueda ver.
—Hola, Derek —respondo tratando de mantener la calma—. No quería interrumpirte, solo… bueno, quería saber cómo estabas.
—Qué gusto escucharte. Siempre es buen momento para hablar contigo. De hecho, estaba pensando en ti. —Su respuesta me sorprende, pero trato de no mostrarlo.
Me sorprendo y me emociona escucharlo decir eso, pero trato de que no se me note.