Bajo la luz de la luna

Capítulo II: La criatura del lago.

Dormí durante mucho tiempo, no sé cuánto fue exactamente pero no podía evitar sentirme inquieta. Durante aquel prolongado sueño podía jurar que escuchaba voces de personas que no conocía, voces que hablaban de manera extraña, pero que por la forma en la que decían las cosas, se notaba la desesperación.

Marcus fue el que me despertó tocando mi hombro suavemente, al abrir los ojos sentí mucho frio, él salió del automóvil abrió la maletera y sacó una polera que se veía enorme para luego entregármela, probablemente era de él. Traté de ser lo más cordial posible, pero estaba tan asqueada con mi mala suerte que simplemente me negué a usarla y quizás la forma en la que se lo dije no tuvo el tacto ni la gentileza suficiente, sin embargo, agradezco que él sea algo corto de mente porque pareció no importarle. Al salir del automóvil observé la posada frente a mí, no era ni muy grande ni muy pequeña, el tamaño era el necesario para que uno se sintiera como en casa y no sintiera que venía a descansar a un lugar extraño. Observé hacía la luna la cual se encontraba en lo alto de nosotros brillando e iluminando todo el lugar, inexplicablemente sentí algo extraño dentro de mi interior, y durante breves segundos juraba que había oído unas voces dentro de mi cabeza.

—Bienvenida a Buon Riposo —se acercó a mí y colocó una mano sobre mis hombros, yo simplemente suspiré mientras blanqueaba los ojos.
—¿Qué significa Buon Riposo? —pregunté sarcástica mientras me cruzaba de brazos.
—Buen reposo —sonrió y se alejó hacía la parte trasera del automóvil para abrir nuevamente la maletera.
—¿Por qué usaste un nombre en italiano?
—Para darle clase —elevó el pulgar hacía mi dirección y sonrió mientras guiñaba el ojo.
—Llévame ahora por favor —susurré mientras observaba al cielo.
—Nerea, necesito ayuda con esto ¿Puedes?
—Voy…

El lugar era tranquilo, demasiado para mi gusto, tanta quietud me ponía impaciente, si tuviera que darle una ubicación seria ningún lugar, hasta coraje sentiría pánico y querría escapar con Muriel, Justo probablemente se quedaría y lo llamaría estúpido perro. Me acerqué hacía donde estaba Marcus y tomé una de las cajas, cuando comenzamos a caminar en dirección hacia la posada, me percaté de algo particular: en medio de aquel frondoso y espeso bosque, había una valla que decía « Prohibido pasar », observé atentamente el lugar y en medio de toda esa espesa vegetación, podía jurar que sentía como si algo me observara, allí a lo lejos y escondido.

—Marcus ¿Por qué el bosque tiene esa valla? ¿Hay animales salvajes o algo?
—No, nada de eso, este lugar tan solo tiene aves durante el día, por la noche no se escucha ni un solo sonido.
—¿Entonces?
—Pues… —carraspeó—. Te lo contaré luego, cuando todos estén presentes, te lo prometo.
—Está bien.

Al entrar a la posada, una pequeña campanilla retumbó por la sala de estar, mi vista paseó por todo el ambiente, todo era de madera y eso le daba un toque bastante rustico y cálido. Al cabo de unos segundos, una muchacha de cabello castaño salió de una puerta, se acercó a mí y me abrazó con fuerza como si me conociera de toda la vida, yo me quede estática, odiaba que la gente que no conocía me tocara tan a la ligera, Marcus simplemente me observaba y se recostaba un poco en el mostrador con esa tonta sonrisa en sus labios.

—¡Pero qué bonita te pusiste! —ella se separó y tomó mi rostro entre sus manos.
—¿Quién eres? —exclamé con dificultad ya que ella me estaba apretando la cara como si se tratara de una plastilina.

Si me besaba, juraba por todo lo santo y sagrado que la golpearía muy fuerte.

—¡Oh cierto! Perdón Nerea —ella me soltó y me sonrió—. Es normal que no te acuerdes de mí, yo me fui del orfanato cuando tú tenías tres años —ella acarició mi cabello conforme hablaba—, antes no te despegabas de mí.
—¿Perdón? —la observé bien y ella seguía allí, sonriente y radiante.

Traté de recordar su rostro y me demoré algunos minutos en hacerlo, como si mi cerebro se tratara de un viejo computador, la recordé, o al menos eso creía, pero no por los motivos que ella dijo, si no que recordaba su rostro por las fotografías de Mildred, no había cambiado mucho.

—Creo haberte visto en fotos —le respondí y ella asintió mientras sonreía.
—¡Si! Yo salgo en la pared de fotos de Mildred.
—¿Y qué haces aquí? perdona pero, tenía tres años así que no recuerdo tu nombre.
—No te preocupes —ella rio—. Mi nombre es Micaela, bueno, yo vivo y trabajo aquí, soy la esposa de Marcus.
—¿Esposa? —miré a Marcus mientras sonreía y se encogía de hombros.
—¿Qué puedo decirte? —exclamó divertido—. Nuestra historia de amor fue épica, cuando ella se fue del orfanato le hice prometer que la buscaría en cuanto tuviera algo que ofrecerle, y si lograba encontrarla nos casaríamos.
—Es verdad, aunque he de admitir que fue graciosa la manera en la cual volvimos a vernos —ella continuó la historia— yo era practicante en una empresa de bienes raíces y él era uno de los inversionistas, quien diría que Marcus tendría tanta habilidad con los negocios, si aún recuerdo cuando el heladero lo estafaba con el vuelto cuando entregaba un billete. En fin, nos encontramos por pura casualidad, yo lo llamo obra del destino —Marcus se acercó y la abrazó.
—Por favor, no se besen, vomitaré si lo hacen —tras decir esto ellos rieron, genial, eran una pareja de tontos—. Entonces ¿Me trajeron porque de alguna manera quieren completar su familia feliz?
—Puede que  no me recuerdes Nerea, pero tú significaste mucho para mí en el orfanato —ella se separó de Marcus y volvió a abrazarme—. Me alegra ver que creciste bien, eres algo acida ahora, pero me resultas adorable.



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En el texto hay: romance y magia, romance, unicornios

Editado: 24.09.2018

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