Bajo la Luz de los Suburbios

Prólogo

Me desperté alrededor de las ocho de la noche. Me di vuelta y ahí estaba él, Dylan, dormido a mi lado. Me quedé unos minutos admirando la preciosa escena frente a mí. Su piel desnuda reflejaba la tenue luz anaranjada que entraba por el ventanal de la habitación y se mezclaba con el azul del cielo nocturno. Estaba algo oscuro. De haber estado solo, la atmósfera me habría parecido deprimente. Sin embargo, tenía al hombre al que amaba en frente. Así que, me sentía muy tranquilo. Me habría quedado allí, disfrutando del momento, de no ser porque ya empezaba a sentir algo de hambre.

―¿Qué quieres que haga de cenar, amor? ―le pregunté mientras depositaba varios besos formando una hilera desde su hombro hasta su rostro.

―Mmm… ―Se quejó al despertarse. ―Agh... Solo pide una pizza a domicilio y ven aquí. ―Amaba su acento. Era distinguible a pesar de no haber hablado muy claro.

Me reí al escucharlo. Dylan se esforzaba mucho en su trabajo, pero apenas llegaba a casa se convertía en el hombre más perezoso que he conocido en mi vida.

―Muy bien, haré una pizza entonces. ―Me levanté y me puse mi ropa interior y una camisa.

―No… ―Parecía que iba a decir algo más, pero se quedó dormido a medio camino. Me pareció muy tierno.

Un rato más tarde, cuando ya había terminado la masa, le había agregado los ingredientes y estaba a punto de meterla en el horno, Dylan salió de la habitación. Todavía estaba adormilado. Le dije que podía seguir durmiendo un rato más, pero no dio señales de escucharme. Se acercó a mí y me rodeó con sus brazos por detrás. Él solo llevaba puesta ropa interior, por lo que pude sentir todo su calor contra mi cuerpo.

―Alan, no tenías por qué tomarte tantas molestias. Te dije que solo la pidieras a domicilio, tontito. ―Me depositó un cálido beso en la mejilla.

―Me gusta más como la preparo yo ―Le sonreí. ―¿A ti no?

―Todo lo que hagas me encanta cariño, pero quería que te quedes un rato más conmigo en la cama―. Se separó para desperezarse y bostezar―. ¿Revisaste la correspondencia?

Lo había olvidado. Cuando llegué del trabajo, Dylan me había dicho que me había llegado una carta de mi país. Eso era poco común, mi madre se comunicaba conmigo por el móvil y esa misma mañana había hablado con ella. Además, ¿quién envía cartas hoy en día? Pensé que no debía ser algo importante, así que no le di importancia.

―Lo haré después de la comida, mi amor. ―Programé el cronómetro del horno y abracé a Dylan muy fuerte.

Fue una cena agradable, como siempre. Dylan era el tipo de chico con el que siempre había soñado. Disfrutaba hablar con él, me parecía increíble cómo podía hacer interesante hasta la conversación más insignificante. Era muy listo, carismático y cariñoso. Además de guapo, buen tipo y empático. ¡Qué afortunado me sentía de tenerlo! Estaba considerando proponerle matrimonio muy pronto.

Escuchaba como mi novio lavaba los platos un poco desganado mientras me iba a acomodar en el sofá de la sala de estar. Encendí el televisor y me quedé viendo un programa de cocina. Entonces, mi vista se clavó en el sobre de la correspondencia. Estaba allí reposando sobre la mesita del recibidor, al lado de donde había dejado las llaves de mi auto. Antes lo ignoré por completo, pero ahora, no podía pasar por alto su presencia. Me puse de pie y atravesé la habitación en busca de ese objeto que ahora me causaba mucha curiosidad. Tomé el sobre con mis manos y lo revisé por ambos lados, no encontré por ningún lado el nombre del remitente. Solo tenía un sello de la oficina postal de mi ciudad natal en una esquina. Solté un suspiro. «Solo debe ser publicidad, o tal vez algún tipo de estafa», pensé mientras rompía el sello.

No esperaba encontrarme con eso. Leí el nombre de alguien a quien no había visto hace más de 8 años. «Te veré allí antes del anochecer», una voz resonó en mis pensamientos. Guardé la carta y volví a sentarme en el sofá. Cuando Dylan terminó, fue a la sala de estar y se acomodó a mi lado. No pude ocultar lo atónito que estaba. Él me preguntó que sucedía y entonces le expliqué. Tardé mucho en contarle todo y Dylan siempre se mostró muy comprensivo. Lo besé y lo abracé como nunca antes esa noche.




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