Pensando en la señora que vio en aquel supermercado, Jan se sorprende por lo dicho de Echel, y le responde:
— No señora, yo no he hecho nada, ella sigue enojada porque no encontró respuestas.
— No será que la llenaste de ideas locas.
— Que tenga buen día señora.
De inmediato, Jan enciende su vehículo y se va de ese lugar. Dejando a Echel con la palabra...
Estupefacta, Echel dice:
— Pero qué joven tan grosero...
Echel entra a la casa, y ve a su hija a costada en la cama, y le pregunta:
— ¿Paso algo en esa salida?
— No me molestes, sal de aquí.
— Bueno...
Minutos después, Jan detiene su camioneta en el supermercado The Villege Market cerca donde está la veterana con el vaso. Y camina hacia allá...
Al ver a Jan acercarse, la señora extiende su mano derecha, y le expresa:
— ¿Por favor, ¿puedes ayudarme con algo?
— Claro que sí, ¿qué le gustaría comer?
La mujer se alegra bastante al escuchar eso, y le responde a Jan:
— Lo que sea que puedas darme.
— Ya vuelvo.
— Bueno...
En seguida, Jan entra al supermercado y saca su cartera. Y mira lo único que tiene, diciendo:
— ¡Solo tengo setenta y cinco dólares!...
Luego de unos minutos, Jan sale con dos hamburguesas y con dos jugos, y le dice a la señora:
— ¡Aquí estoy! Espero que le guste la hamburguesa.
— Oh, si, a mí me encantan.
— La hamburguesa más grande es para usted.
— Gracias.
Jan le entrega la hamburguesa y el jugo a la señora, diciéndole:
— Que tenga buen provecho.
— Muchas gracias, no había comido nada desde ayer.
— Disfrútalo.
De inmediato, la señora comienza a comerse su hamburguesa extra grande, mientras que Jan comienza a tomando un poco de jugo, y luego muerde un pedazo de hamburguesa, y le expresa a la señora:
— ¿Cómo se llama?
— Mi nombre es Rouss.
— Qué bonito nombre.
— Gracias.
— Yo soy Jan.
— Se ve que eres un joven muy alegre, y servicial, venirse a sentar a mi lado.
— Hay que sentir el dolor de las personas como si fuera de uno.
— Yo pensé, que como estoy así vestida con todos estos trapos, usted iba a pasar de largo y entrar al supermercado e ignorarme.
— Como se le ocurre, Dios no me lo perdonaría si fuera hecho eso.
— ¿Es usted cristiano?
— Si, y como tal, y como tal hay que ejercer en cada momento el amor al prójimo.
— Oh, si, eso también me lo enseñaron en la Iglesia.
— ¿Cómo? ¿Usted también es cristiana?
— Era.
— ¿Por qué dice que era?
— Porque yo fui una mujer muy malagradecida con Dios y con los hermanos de la Iglesia que asistía.
— ¿Qué sucedió?
— Yo entre a la Iglesia porque tenía una enfermedad muy grave en mi matriz.
— ¿Cuál? Si se puede saber.
— Cáncer.
— ¿En qué etapa estaba?
— Iniciando, el hecho es que estaba muy asustada y junto con mi esposo entramos a la Iglesia y nos congregamos... todos los hermanos al enterarse de mi enfermedad, todos se pusieron a orar por mí.
— ¿Y qué paso después?
— Paso el milagro, algo que cambio mi vida en ese tiempo... las oraciones de mis hermanos fueron escuchadas por Dios, y mi cáncer se desvaneció, fue impresionante cuando escuche al médico decirme que no tenía más la enfermedad, mi esposo estaba muy contento, y me abrazaba bastante.
— Qué bueno.
Rouss baja la cara, y luego dice:
— Pero yo fui una mujer malagradecida con Dios y con mis hermanos de la Iglesia...
— ¿Por qué?
— Al sentirme bien, nunca volvía a congregarme, y deje a mi esposo por otro hombre, el cual tenía más dinero que él. Y finalmente me fui a vivir con ese hombre...
Sorprendido, Jan le dice a Rouss:
— Todos hemos tenido errores, sigue contando, ¿qué más paso?
Entre lágrimas, Rouss suspira un poco, y le dice a Jan:
— Cuando menos pensé, el cáncer volvió y muy fuerte, y el hombre con el que vivía. Me voto de su casa al enterarse de mi enfermedad y porque me estaba quedando calva... luego de todo eso, yo fui a disculparme con mi esposo cristiano, pero no lo encontré en la casa o de pronto no quiso abrirme... desde ese momento llevo cuatro meses viviendo en la calle.
— ¿Estas arrepentida de todo lo que paso?
— Si, yo estoy arrepentida de darle la espalda a Dios.
Rouss se pone a llorar bastante, y sigue diciendo:
— Dios me curo, y yo le di la espalda a él, a mi esposo, y a mis hermanos de fe en la Iglesia, le di la espalda a todo el mundo, yo merezco lo que me está pasando.
Jan termina de comer su hamburguesa, y le expresa a Rouss:
— Todavía estas viva, y tienes la gran oportunidad de enderezar tu camino, la pregunta es: ¿Quieres buscar el perdón de Dios?
— Si, si, lo anhelo.
— Entonces, arrodíllate y repite conmigo.
Rouss pone lo que le queda de hamburguesa en el vaso de jugo, y se arrodilla ante el paso de varias personas que entran y salen del supermercado.
Jan también se arrodilla, y dice:
— Señor Jesús, tú eres el camino la verdad y la vida, perdona mis pecados. Oh Jehová Dios, Dios todo poderoso, tú eres mi único Dios, perdóname señor todos mis pecados, yo me arrepiento de todo corazón, oh señor Jesucristo, perdóname señor, perdóname y límpiame de todos mis pecados. Jesucristo, tú eres mi salvador.
Rouss repite todo lo dicho por Jan, y luego vuelve a llorar postrada en el suelo al sentir que una gran carga se fue de su espalda.
Jan le expresa a Rouss:
— Ten confianza en Dios que ese cáncer va a desaparecer.
— Si, y desde hoy, voy a regresar a la Iglesia.
— Solo espero que a esa Iglesia no lo haya pasado lo que le paso a la mía.
— ¿Qué quieres decir?
— Que mi Iglesia la cerraron.