La tormenta azotaba la ciudad con una violencia inusitada, las calles desiertas bajo un cielo cargado de nubes ominosas. En el centro de investigaciones científicas, Santiago y Carolina estaban absortos en su trabajo, ajenos al caos meteorológico que se desataba fuera. Santiago, de ceño fruncido y mirada concentrada, revisaba los últimos resultados de una serie de experimentos sobre energía renovable. Carolina, con su pelo recogido en un moño descuidado, ajustaba meticulosamente el enfoque de un microscopio, sus pensamientos inmersos en el intrincado mundo de las células madre.
El repiqueteo insistente de la lluvia contra las ventanas servía como telón de fondo a su silenciosa sinfonía de trabajo. La calma de la rutina científica era una burbuja de seguridad para ambos, un refugio contra lo irracional y lo inexplicable. Así, la llegada de la carta fue tan inesperada como perturbadora.
Un golpe seco en la puerta resonó en el laboratorio. Santiago levantó la vista, sus ojos oscuros destellando curiosidad. Cruzó la sala y abrió la puerta, encontrándose cara a cara con el cartero, empapado y con expresión de desconcierto.
—Perdón por molestar, pero esto llegó para ustedes —dijo el hombre, extendiendo un sobre envejecido con bordes amarillentos.
Santiago tomó la carta, notando el peso inusual del papel y la elegante caligrafía que adornaba el sobre. Volvió al interior y lo colocó sobre la mesa frente a Carolina.
—Mira esto. Parece sacado de otro siglo —comentó, tratando de disimular su intriga bajo una capa de escepticismo.
Carolina, dejando de lado su trabajo, observó el sobre con un levantamiento de ceja. Con cuidado, rompió el sello y desplegó la carta, leyendo en voz alta:
"Estimados Dr. Santiago y Dra. Carolina,
Les escribo para solicitar su asistencia en una investigación de la mayor urgencia y confidencialidad. La Mansión Whitemore, situada en las afueras de nuestra ciudad, ha sido escenario de fenómenos inexplicables que requieren su experiencia y perspicacia. Se han reportado desapariciones, voces en la oscuridad y sombras que parecen cobrar vida. Creemos que solo ustedes pueden desentrañar los secretos que esta mansión oculta.
Espero contar con su presencia a la mayor brevedad. Los detalles del acceso y la estancia están adjuntos.
Con sincero respeto,
Thomas Hargrove"
Un silencio pesado siguió a la lectura. Carolina y Santiago se miraron, sus mentes trabajando a toda velocidad. Ambos eran conocidos por su escepticismo hacia lo paranormal, dedicados a desmentir mitos y leyendas con la luz de la razón y la ciencia.
—Esto parece una broma —murmuró Santiago, aunque sus ojos mostraban un destello de interés.
—O una oportunidad única —replicó Carolina, su voz llena de una emoción contenida—. Piensa en las posibilidades, Santiago. Desmentir estas historias podría reforzar nuestro trabajo y, si hay algo real detrás de ellas, podríamos ser los primeros en explicarlo científicamente.
La decisión estaba tomada casi antes de que Santiago pudiera argumentar en contra. La curiosidad científica, esa chispa que los había unido en primer lugar, los empujaba hacia lo desconocido.
Al día siguiente, bajo un cielo aún cargado de nubes amenazantes, la pareja emprendió el viaje hacia la Mansión Whitemore. Cada kilómetro recorrido los alejaba de la seguridad de sus laboratorios y los adentraba en un territorio inexplorado, donde la lógica y la ciencia serían puestas a prueba de maneras que nunca habrían imaginado.
La mansión apareció ante ellos como una sombra imponente, recortada contra el cielo gris. Sus muros de piedra oscura y ventanas estrechas emanaban una sensación de abandono y misterio. Al cruzar el umbral, un escalofrío recorrió sus espinas, como si la mansión misma los estuviera dando la bienvenida a un mundo donde las sombras tenían vida propia.
A medida que avanzaban por los oscuros corredores, equipados con sus instrumentos científicos, Santiago y Carolina no podían evitar sentir que cada rincón, cada sombra, los observaba con ojos invisibles. La penumbra que llenaba la mansión no era solo una falta de luz, sino una presencia palpable, un ente que parecía esperar pacientemente el momento de revelarse.
La primera noche en la Mansión Whitemore sería el inicio de una serie de eventos que desmoronarían su escepticismo y los confrontarían con horrores más allá de la comprensión humana. Bajo la penumbra, Santiago y Carolina descubrirían que no todo tiene una explicación lógica, y que a veces, lo inexplicable es lo único real.