CAPÍTULO XI
Deja vu
Nancy abrió finalmente los ojos, aunque estos aún se encontraban sin funcionar del todo bien. Sus párpados temblaban involuntariamente y aunque se suele decir en estos casos que tenía las pupilas dilatadas, lo correcto sería decir que tenía el iris dilatado, producto de una híper midriasis, ocasionando que sus pupilas estuvieran al máximo de su tamaño posible.
Su mirada era borrosa y llena de estrellas titilantes, la cabeza le daba vueltas y una fuerte sensación de mareo y náuseas sacudían todo su ser. Había tenido una pesadilla espantosa y lo primero que pensó de forma más o menos consciente, es que aún se sentía debilitada y confundida de tan terrible experiencia; la buena noticia es que al menos estaba despertando de ella… bueno, eso era lo que Nancy quería creer.
Todo ocurrió en una fracción muy corta de tiempo, puede que cinco o diez segundo a lo mucho, los sedantes aún seguían afectando a su organismo y sus movimientos eran torpes e inexactos; en aquel instante, su cuerpo no obedecía a su cerebro y su cerebro tampoco coordinaba bien. Una sombra difusa pero inequívocamente humana se cernió sobre ella, hasta hacerse un poco más reconocible aunque en ningún caso detallada, su organismo seguía intoxicado y eso le restaba capacidad a sus cinco sentidos.
Una sonrisa perversa se dibujó en mitad de aquella oscuridad, en el rostro de ese hombre infame, él la tomó de sus antebrazos los cuales estaban muy juntos por la atadura que la sujetaba a la altura de las muñecas, mientras Nancy intentaba inútilmente resistirse y gritar, pero llevaba la boca llena de algo que quién sabía qué era, y sobre esta, una mordaza que le recorría hasta la nuca. Otra especie de tela gruesa que llegaba hasta las ataduras de sus muñecas, cubría sus manos haciendo imposible el uso de sus dedos o sus uñas, las cuales habrían sido sus mejores herramientas para intentar defenderse, aunque fuera con algunos arañazos. ¡Maldición! ¿Es acaso esto un deja vu? Nancy estaba aterrada y llorando sin control, no era plenamente dueña de sus actos ni de sus reacciones, pero al menos lo era de su propio llanto.
Recordó lo que había sucedido ese mismo día más temprano, cuando a eso de las cuatro de la tarde salió a correr como solía hacerlo en su pueblo natal. Tomó la recta de Sam Houston y se fue bordeando la carretera. Hasta hacía un par de meses atrás solía emplear los senderos más cercanos al bosque, pero luego de que se rumorara que una pareja fue atacada en la zona por un aligátor, ella prefirió ser un poco más prevenida y usar la calzada que recorría la margen derecha de la cinta asfáltica.
Desde lejos alcanzó a divisar el vehículo viejo y maltrecho que yacía aparentemente accidentado a la orilla de la vía, justo sobre su línea de carrera; así como a su conductor intentando solventar el problema. Cuando estaba por llegar al auto, se desplazó a la carretera para evitar el obstáculo en su camino, pero entonces el sujeto le abordó con un saludo y le preguntó si le podía ayudar tan solo un instante, para echar a andar a su viejo auto de nuevo. Nancy no sintió temor ni desconfianza ¿por qué habría de sentirla? si después de todo Moss Bluff es un poblado tan tranquilo y seguro. Ni siquiera estaba convencida del cuento de la pareja atacada por un cocodrilo, ella nunca había visto uno en la zona durante toda su vida, si no siguió usando los viejos senderos, fue “por si acaso”, pero no por desconfianza a Moss Bluff.
-¿Cómo le ayudo? No sé nada de mecánica.
-¿Te importaría girar la llave cuando lo indique? Con eso sería más que suficiente.
Nancy pensó que era muy rápido y sencillo, eso lo podía hacer y entonces cometió el peor error de su vida… se subió al vehículo para esperar la indicación del sujeto. Una indicación que nunca llegó; en su lugar lo que hubo fue una descarga de electricidad en todo su cuerpo que paralizó cada uno de sus músculos, en ese momento el hombre cerró el capo del Fairline y puso en marcha el motor. Le suministró una nueva descarga de la stun gun y la echó a un lado para poder tomar control del vehículo. Había hecho la maniobra justo a tiempo, porque apenas y puso el auto en marcha, pudo ver a través del retrovisor cómo cruzaba a lo lejos un vehículo, que terminó siendo nada menos que una patrulla de la policía.
Tom se encrespó de los nervios y una vez más luchó contra sus instintos para no acelerar el auto, e intentar fugarse; algo absolutamente imposible considerando las condiciones del vehículo. Y luego para poner peor las cosas, la patrulla encendió las luces y activo las sirenas. En ese instante su cuerpo sintió desfallecer. Le habían pillado y le encerrarían por varios años en la cárcel, amén de todo lo que eso conllevaría: arruinaría su carrera, su empleo, su vida e incluso sus esfínteres. No pudo reaccionar, no aceleró ni se echó a la derecha del camino, en ese instante quedó paralizado de miedo. Tenía un arma de fuego en su poder pero definitivamente no tenía ni el entrenamiento ni las agallas para enfrentar a un oficial de la policía; otra cosa sería volarse los sesos él mismo… hasta ahí llegaría su aventura, la noticia viajaría hasta los oídos de Jasmine y puede que así se sintiera un poquito culpable. Finalmente la patrulla solo quería pasar de largo por alguna emergencia reportada, mientras él por poco se muere del susto.
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Editado: 27.07.2023