Ebba esperó mientras Karl intentaba recomponerse después de la noticia que acababa de darle. Su rostro al escucharla le había dado la última pista que necesitaba. Estaban involucrados en algo y habían descubierto a Martín, pero también podrían ir a por él en cualquier momento.
Karl la miró como decidiendo si debía hablar y que decirle. La cogió del brazo y la llevó al salón, cerrando posteriormente las cortinas. La instó a tomar asiento y él se sentó junto a ella.
—No tienes de que preocuparte, te prometo que es un error, Ebba— insistió patéticamente el hombre.
—¿Entonces porque le acusan? ¿Le han tendido una trampa? — preguntó la joven sin comprender nada.
—Eso debe ser… Sí, te prometo que investigaré, averiguaré lo que ocurre—dijo el hombre.
—¿Y si ellos no creen que es mentira?
—Es posible que le dejen en prisión. Yo mismo iré a verle, Ebba. Tú debes regresar a casa y tranquilizarte— repuso el hombre, abrazándola.
Ebba le miró y quiso creerle, pero ni siquiera él mismo estaba seguro de sus propias palabras. Estaba segura de que no estaba recibiendo la verdad, aquello debía ser algo más. Su hermano estaba en peligro. Un peligro absurdo que podía salirle muy caro.
***
30 de septiembre de 1955
Martin había estado preso todos aquellos días y no les habían permitido visitarle, Karl apenas había podido averiguar la fecha en la que se realizaría el juicio, pero ni siquiera había podido verle.
Su cuñada, Judith, se había quedado con ellas, al igual que el niño. Ebba no podía imaginar siquiera como iban a poder salir de ese problema en el que se encontraban.
Comenzó a pasear de un lado a otro de la casa, caminando por el pasillo esperando a que Karl regresara y le diera una noticia sobre su hermano, ya que no había permitido que ella le acompañara. Judith y su madre habían salido a comprar junto al niño, había sido algo complicado conseguir que abandonaran la casa, pero sentía que no sería capaz de conseguir que Karl hablara libremente si ellas estaban presentes.
Habían pasado casi tres horas desde que se había marchado, cuando Karl por fin regresó. Ebba se acercó rápidamente a él.
—¿Qué ha ocurrido? ¿Le has visto? — le preguntó en voz baja, mientras el otro hombre entraba en la casa— ¿Puedo ir a verle?
Karl la miraba como si no supiera que decir o por dónde empezar, la joven comenzaba a hartarse de tanto silencio.
—Ebba debes ser fuerte, Martin sabe que eres la única que puede ayudar a tu familia a salir a delante— comenzó a decir en tono lastimero, mientras la agarraba las manos y las acercaba a sus labios— Le han declarado culpable.
—¿Y qué va a ocurrirle? — preguntó con la voz rota, apartando sus manos de las de Karl— ¿Cuánto tiempo estará preso?
—No estará preso.
El peso de aquellas palabras y la verdad que se encontraba tras ellas, casi la hizo desvanecerse.
—No... No pueden, Martin es inocente... Tú me lo dijiste— susurró en tono acusador
—Ebba, debes calmarte.
— ¡No me digas que me calme! Llevo días perdidos porque te hice caso, ya no más. Yo misma iré y gritaré a quien quiera que tenga que decirle que mi hermano es inocente.
Ebba quiso pasar por delante de él para salir a la calle, dispuesta a llevar a cabo lo que acababa de gritarle, sin embargo, no puedo ni siquiera llegar a la puerta, ya que Karl la agarró del brazo, para evitar que realizara semejante locura.
—Martin no quería que ninguna de vosotras os vierais involucradas— musitó él— Quería encontrar la forma de sacaros del país y poneros a salvo de todo... esto. Tengo un amigo, yo les puse en contacto. Martin es un enlace con el gobierno americano, él debía colocar escuchas en las casas de los altos cargos rusos que residen en el país. Hace unos días dejaron de dar señal y le han descubierto.
Ebba le miró muda sin poder creerlo, no podía imaginar como de grave era lo que había hecho Martín, le habían culpado por ¿espionaje? ¿En que estaba pensado para ponerles en riesgo a todos?
—Y tú le ayudaste— le acusó la joven apartándose de él— ¿Cómo has podido? Tu sabías que eso era una locura, Karl y sin embargo... — musitó la joven sin poder creerlo.
—Debemos hacer algo, ¿no lo entiendes? No podemos quedarnos quietos bajo su yugo, Ebba, es nuestro deber hacer algo y Martin conocía las consecuencias.
—¿Y ya está? Nadie va a hacer nada por él. Todos os vais a quedar mirando mientras le... matan— dijo Ebba como si se estuviera quedando sin aire— Vete de mi casa, Karl.
—Ebba, no lo entiendes... Déjame explicar...
—¿Qué vas a explicarme, Karl? Van a matar a Martin por tu culpa y mientras me dices que lo sientes— repitió la joven sin querer ni siquiera mirarle—Márchate