EL AMANECER DEL PASADO
Caminando por las calles de mi ciudad, muriendo del frio de principio de diciembre, me di cuenta que realmente el año estaba a punto de terminar. El tiempo vuela como pájaros en otoño. Este año tuvo muchas altas y bajas, contando que mi nuevo trabajo independiente de diseñadora estaba tomando vuelo y eso me emocionaba muchísimo.
La época navideña era la más tranquila del año, por alguna extraña razón ya que para muchos otros era la más corrida. Observe mi reloj marcando las cuatro de la tarde. Estaba tarde para mi encuentro con mamá. De seguro busca un balde de nieve para tirármelo en la cabeza por siempre hacerla esperar en su cafetería favorita en Time Square. Apreté con ambas manos el chocolate caliente que tenía en las manos antes de seguir caminando una cuadra más al Cheefe Café, un pequeño local de dueños parisinos amigos de mi madre.
Era un pequeño local, con mesas de madera y sillones grises. Al fondo del local brillaba una chimenea falsa que calentaba el lugar. La barra era bastante acogedora con pastelitos dulces que se veían delicioso. Tiré el vaso de cartón al basura para no llevar pruebas que me había adelantado a tomar algo caliente. Mamá estaba sentada cerca de la chimenea, recibiendo el delicioso calor falso que le proporciona esa cosa. En mi opinión esta mal diseñada y no se ve para nada real.
─Diez minutos tarde ─dijo viendo el reloj.
Me encogí de hombros.
─Lo siento, me hago vieja con el paso del tiempo y ya no corro como antes.
─Eso es porque te has vuelto impuntual ─señalo la silla frente a ella ─. Ahora siéntate antes que yo me haga más vieja en este maldito sillón.
Me acerqué a darle un pequeño beso en la mejilla antes de sentarme frente a ella en los sillones de tela que daban la impresión de salas de casa. Eran extrañamente cómodos para ser un local barato lo cual me sorprendió bastante. El frio estaba demasiado calante, por lo que la chimenea mal hecha quedaba a la perfección hoy.
─Tu abuela estaba preguntando si irías a la cena de navidad, le dije que no estaba segura porque eras una loca cambiante.
─No soy loca ni cambiante, mamá. Es solo que…bueno, retiro lo dicho. Si soy cambiante de ideas. Igual falta mes y medio para navidad ¿No crees que es algo anticipado para preguntar?
─Pero es tu abuela, y ella quiere saber ya.
─Si no cambio de idea, te lo hago saber.
Le di una sonrisa porque eso lo saqué de ella. Siempre cambiando de ideas y de locuras. Por ahora estaba estable en Nueva York, pero ya había pasado por California, Los Ángeles y Washington. Por ahora laboralmente este era el mejor lugar, me estaba haciendo de un nombre y de un prestigio y por ahora, aquí seria mi hogar.
La industria es todo una locura y competitiva. Tienes que estar actualizada y con ideas innovadoras todo el tiempo para no quedarte atrás, y me gustaba eso. Mi abuela no entendía porque no simplemente me case con un millonario y me dedique a ir al gimnasio, operarme el culo y las tetas y ser un culo de mujer. O mejor aún, ser ama de casa que cría a sus veinte hijos, una vaina así.
Los tiempos cambian con rapidez y seamos sinceros, no estamos para criar hijos y ser una partida de mantenidas. Con todos los movimientos feministas que hay ahora en el mundo, sería estúpido esperar que un hombre me mantenga.
─Dile que si estaré para esta navidad en Nueva York, que definitivamente no me perdería su increíble cena.
─Eso es bueno, pequeña. Ya van cuatro años en los que no pasas las fiestas con nosotros, Lucy. Eso llena mi corazón.
Le volví a sonreír con picardía.
─Mamá ¿Ya tienes la crisis de los cincuenta?
─Cierra la boca. La tengo desde hace ya un año ─se quejó.
Solté una carcajada tomando el menú que estaba frente a mi para pedir algo más de tomar. Quizá buscaría algo fresco ya que hace unos minutos me tomé el chocolate. Observe toda la carta terminando por pedir un croissant con mantequilla de sal y un té de manzanilla.
─¿Quién carajos pide un té en un lugar así? Tienen café Guatemalteco, el cual es bueno, tienen chocolate caliente y tienen mocha.
─Oh, tienes razón ─me lleve la mano a la cabeza de forma dramática ─. Debí pedir chocolate.
─No. Mejor quédate con él té. Se que pasaste comprando uno en camino, lo vi en tu Instagram. Quizá se te olvida que ya puedo usar esa chatarra.
Primera lección. Los papas ya están aprendiendo a estar en redes, lo cual es malo para la raza juvenil y los desplantes que ponemos dentro de ellas. Tienes dos opciones sencillas, una de ellas es bloquearla y la segunda es bloquearte de su perfil. Ya no se puede tener libertad en esta era.