Pov: Lucía
Los segundos pasan y aún me encuentro aquí, parada en el mismo lugar, sorprendida por como se esfumó, por como dejó todo mí ser.
Mí mente en éste momento es un remolino de ideas, mí cuerpo un revoltijo de emociones. Es como si toda yo estuviera atada al ojo de un huracán, dónde nada es seguro y dónde todo queda destruido al final. Pero en este casó nada se destruye, sólo se descompone y se vuelve a componer quedando de forma distinta, mirándose diferente.
Pasos se escuchan acercarse y, mí cuerpo pasa de caliente a frío, de sensaciones placenteras a desagradables.
—¿Has terminado ya?.- escucho preguntar a papá en un tono sorprendido.
Me quedo muda, pues no se que responder. Normalmente me tardo media hora ó más con el cliente, todo dependerá de la necesidad del mismo, pero está vez no tarde nada ya que no le atendi, todo lo contrario, él me entendió a mi, pero ¿Cómo decirle éso a mí padre? ¿Cómo decirle que no trabajé? Que sólo hablamos y no de él, sino de mí.
—Te he hecho una pregunta.- le miro aún en silencio, sin emitir ningún gesto.—¿Te has quedado muda? ¿¡Dónde está mí dinero!?
Su grito me hace saltar, tal parece que ha perdido la paciencia y, no es para menos, me he quedado cual maniquí, sin emitir ningún tipo de señal, absolutamente nada.
—Él se ha ido.- logro susurrar segundos después.—Yo...
—Y el dinero ¿Qué?- pregunta un tanto ansioso.—Dame el dinero.
¡Dios, que le digo! ¡Qué haré! ¡No puedo decirle la verdad, me matará!
—Papá, no me pude trabajar.- termino diciendo.
—¿Cómo qué no pudiste trabajar?.- gruñe calmado, tan calmado que asusta.
Doy dos pasos para atrás. Papá nunca me ha pegado, bien puede gritarme hasta el cansancio, herirme con palabras pero nunca maltrato físico, nunca ha cruzado ésa linea.
—No pude ver más allá de sus ojos, ellos no decían nada.- explico con la intención de que al menos una vez en su vida me crea.
—Hagamos que te creo ¿Por qué no le cobraste?- exige saber.
—¿Cómo quieres que cobre algo que no hice?- exclamo de forma calmada.
Veo como su cuerpo adquiere una postura rígida, lo cual me indica que ahora si que está enfadado. Su quijada es apretada con intensidad, sus manos estan en puños, todo el irradia furia, peligro.
Escucho que suspira unas cuantas veces, al parecer buscando la calma que nunca suele tener y, se lo agradezco. Le agradezco el que quiera calmar la bestia que lleva dentro en vez de arremeter contra mi, pues se que si explota no existe magia que me pueda salvar.
Muchas veces he leído a mí papá en busca de alguna información que me pueda explicar el porqué de su forma, porque es así conmigo y, como bien dice el dicho, el que busca encuentra, y yo encontré.
El señor Antonio Sánchez siempre ha sido un hombre fuerte, prepotente y, a pesar de los años aún conserva todo eso. Sus ojos de una tonalidad ambarina que transmiten paz según decía mamá, de tez blanca, cabellera grisacea y facciones finas; es un hombre apuesto en todo el sentido de la palabra. Mamá siempre decía que me parezco mucho a él, pues herede su tono de piel y el grisáceo del cabello, así como también según ella tengo el mismo temperamento, cosa que dudo, pues soy una chica muy asustadiza, lo contrario de papá.
A diferencia de él, y es una de las partes que más odio de mí, mis ojos son de un color lila, nunca he sabido de la procedencia de éstos pero mamá decía que es lo que me define, que éso es lo que me hace poderosa. Yo difiero totalmente de ella, pienso que el color de mis ojos es lo que me hace más monstruo, más inhumana.
El fuerte golpe de una puerta al ser azotada logra traerme a la realidad para darme cuenta que él se a marchado, que gracias a no se que santo me a dejado en paz.
Aprovecho mí soledad para darme un baño, pero cuando voy a dar un paso en dirección a las escaleras cambio de idea, sí me daré un baño, pero no en casa, hoy he decidido bañarme en el río...