Pov: Lucía
Flash Back
—Mami, quiero salir a jugar- dice una pequeña niña de unos seis años.
—Cariño, te he dicho que no puedes juntarte con otros niños. No al menos por ahora.- reponde la madre.
Siempre es lo mismo, su pequeña queriendo salir a jugar y ella negandole la salida. Puede que ante los ojos de su hija ella parezca la madre más mala de la tierra, pero todo lo hace por su bien, por evitarle un dolor a su pequeño retoño.
—Pero ¿Por qué? Quiero jugar.- cuestionó con su pequeña voz inocente.
Su madre suspira y la mira, piensa como decirle a su pequeña niña que no puede jugar con los niños de su edad por la falta de control a sus poderes. Que los padres de esos niños le han ordenado a su madre no permitir que su hija se acerque a ellos. Que la han amenazado con quemarla sí la ven jugando con sus hijos y que para ella evitar cualquiera de esos escenarios es mejor privarla de lo que ella más desea; jugar con sus compañeros.
Como decirle a un ser de luz que la creen maldita, que la razón por la que no asiste a la escuela es por miedo a que la rechacen, no a que no tenemos recursos. Como poder decirle éso, cuando su pequeña lo único que anhela es ser normal.
Con el corazón en un puño se acerca a ella, se agacha para quedar a su altura y la abraza. La aprieta fuerte tratando de transmitir todo aquello que no le puede decir con palabras, para así poderle transmitir un poco de confort a su tan dosañdor corazón.
—Algún día lo entenderás.- digo finalmente.
Fin del Flash Back
—Lamentablemente ya lo entendí, mamá.- susurro volviendo a mí realidad.
Siempre quise conocer las razones por las que nunca pude jugar con los demás niños del pueblo, lastimosamente sólo tuve que crecer, pero sobre todo aprender a conocer mis poderes para así darme cuenta de las razones por las que no podía juntarme con los demás.
Cuando era pequeña siempre creí que mis padres me castigaban por hacer cosas malas y por éso no me dejaban jugar, pero más tarde me di cuenta que nada era así, que la razón por la que no me permitían jugar era porque los padres de esos niños no me querían junto a ellos, que me creían un monstruo.
Hoy, aún me creen un monstruo. Para las personas de Cabral, soy una deboradora de almas, un demonio.
Pero que extraño es el mundo, las personas que me juzgan, que me señalan, son las mismas que recurren a mí para conocer su futuro o en algunos caso, son mujeres desesperadas que quieren saber sí sus esposos las engañan— patético—.
Miro el río que yace ante mí, tan caudaloso y calmado a la vez. Es inexplicable las emociones que me hace sentir, lo tranquila que me siento a su lado; el me da una paz inquietante.
Ya he olvidado las veces que he intentado sucumbir ante el, bañar mí cuerpo en las caricias de su hermoso caudal, hundirme en su profundidad y, llevar mis pies a tocar el suelo que lo mantiene a flote. Muchas veces he soñado estar abrazada por sus fuertes corrientes, sintiendo que me arrastra por toda su longitud.
Cierro los ojos y sonrío ante tal sensación. Me dejo llevar por ella y de pronto siento como algo sumamente frío acaricia mis brazos. Me estremezco por el contacto, pero aún así no me aparto, al contrario, busco más de ése frío. Empiezo a sentir como ésas caricias van abrazando todo mí cuerpo, como va propagandose por todo mí ser y éso me gusta.
—Abre los ojos, quiero que me veas y también te quiero ver.- escucho que susurra una voz melodiosa en mí oído y, como sí hubiese sido una orden, como sí alguien dominara mí ser abro los ojos, pero al abrirlo quedo sorprendida con lo que veo.
—Tú- susurro pasmada.
No puedo creer a quién tengo frente a mí ¿Cómo ha llegado aquí? ¿Cómo se ha atrevido siquiera a tocarme?
¡Sólo a mí me pasa esto!
No se que hacer, mientras trato de correr de mis demonios, mientras trato de utilizar una pequeña escena de placer para olvidar por un momento mis problemas viene él y lo arruina todo. Llega a arrastrarme nuevamente a mí mundo de pesadillas, a mí mundo oscuro.
Un mundo en el cual nunca deseé vivir, dónde nunca quise estar. Un mundo dónde los sueños son pequeños vestigios de espinas dispuestas a desgarrar la piel más gruesa que pueda existir, un mundo dispuesto a desgarrarme completa.