Y el evento ocurrió como se pensaba ―decía Hermes mientras limpiaba un vaso―. a los dos días de que Jorge habló con Mora, este le comentó que le había conseguido las lucas.
Crubal estaba muy emocionado con la noticia y fue a reunirse con el Mora en la cancha para terminar de cuadrar el beta. Al estar los dos en el sitio empezaron a parlar.
—Háblame, ¿qué fue lo que te dijo tu pana? —preguntó Jorge.
—Eso tá listo, consiguió el billete, pero lo demás lo cuadras con él.
—¿Seguro?
—AHHH vaina, yo soy serio, ¿qué te pasa?— decía Mora avergonzado.
—Está bien, está bien… ¿cuándo hablamos con el tipo?
—Bueno llave, eso tengo que cuadrarlo para estos días, pero en cuanto tenga fecha te doy letra pa’ llegarnos al sitio.
—Plomo —dijo Jorge.
Se desplazaron de la cancha hasta el parque, allí Mora prendió un mechuzo[1] y empezó a darle jalones.
—¿Quieres sacarle dos? —Ofrecía a Jorge.
—Sabes que no me gusta esa vaina.
—Dale, tranquilo, me lo fumo yo.
Después que se fumo todo el tabaco, el Mora le dio por hablar loqueras y disparates. Jorge se ladilló y prefirió pirarse.
Salió de la cuadra del Mora y cuando daba pasos le entró la idea de hablar con Miguel, así que lo llamó.
Miguel contestó rápido y le dijo que estaba con una “ternurita” y que lo llamaba más tarde.
Jorge colgó y caminando prendió un chicote, tiró la calada al cielo y lo observó por un instante. Le entró como esa melancolía, un recuerdo de su madre pasó veloz por su mente y aguantó las ganas de llorar. «Maldición» dijo para sí mismo y regresó a caminar.
Sentado en el patio de su casa pensaba en la nada, de repente sonó su celular. Era Miguel que devolvía la llamada.
Cuadraron para verse aquí en el Bar y Jorge se movió de su casa. Abriendo el portón, pilló que su papá llegaba con su convenida pea y le preguntó:
—¿Para dónde vas?
—Ese no es peo tuyo —contesto alzao.
—Mira carajito[2], tú a mí me respetas, jip.
Y el viejo trató de agarrarlo, pero Jorge lo coló[3].
—Deja, deja, que peo contigo, nagüevoná[4].
—Me vas hacer arrechar un día, jip y te voy a entrar a coñazos.
Jorge dejó a su papa hablando sólo y salió de la urba. Caminando por la Atlántico presenció un choque cerca de él.
«Verga, rolo e’ coñazo, la gente está loca de a bolas» dijo hablando solo.
Pasó cerca del choque y vio el poco de vidrios, el carro echando humo, las bolsas de aire activadas, una mujer sangrando y el otro conductor con cara de cagao.
—¡ABUSADOOOOR! —gritó Jorge.
Cruzó ya la parte que da diagonal al Costa y pasó pal local. Miguel estaba con la chama de la otra noche.
Jorge los saludó pero se sentó lejos de ellos. Prefirió hablar con su amigo cuando despachara a la jeva.
La chama se fue como a la media hora. Ya Jorge se podía acercar a hablar con Miguel, pero este le hizo seña para ir a fumar y a las afueras fue que dialogaron.
—Man, te comento que creo que conseguí las lucas —dijo Jorge.
—¿Y esa verga, con quién?
—Con un pana, todavía no es seguro, pero lo más posible es que si tenga luz verde.
—Mosca con que te metes en un rollo mano.
—Tranquilo, pero ¿después me ayudas a pagarlas? —preguntó Jorge penoso.
—Sí, lo más seguro.
—Plomo entonces.
Entraron al local al terminar de fumar, luego apareció Regina, una chama con quien Jorge había tenido un “JUJU” pero Crubal la zapateo y se quedó con su pana, jalando caña.
Estuvieron hasta tarde bebiendo, antes de despedirse Miguel le dio un abrazo a su amigo y de forma seria le dijo: