Barreras de sangre (1)

Capítulo 1:

(18 AÑOS DESPUÉS EN VALSANIA)


 


—¡Oh, cielos Cloe!, Pat no está en casa, creo que tendrás que regresar sola. ¡Qué lata! Ese tonto nunca está cuando hace falta. Y ahora, ¿si algo te pasa? —dijo Luna bastante preocupada.

—No seas boba, ¿qué me va a pasar? Anda entra que es tarde, yo te llamo en cuanto llegue.

Luna, la mejor amiga de Cloe, no estaba muy a gusto con dejarla ir sola, pero no podía acompañarla o sería el mismo dilema de vuelta.


 


Cloe va caminando por una calle desierta. El viento helado movía de un lado a otro su pelo castaño y largo, sus ojos azules reflejaban la hermosa luna en forma de sonrisa que alegraba la vista. Escuchando música con los audífonos y el iPod a todo volumen, parecía despreocupada. Iba tan concentrada en la música que no se percató que de una calle salió un hombre vestido de negro, de piel pálida, alto y delgado, sus ojos eran de un rojo sangre, demasiado aterradores. Cuando Cloe lo vio se asustó un poco e intentó volver y tomar otro camino, pero detrás de ella había dos hombres también vestidos de negro, aunque no tenían los ojos rojos y eran un poco más robustos que el primero. La chica se armó de valor y le preguntó al primer hombre:

—¿Qué quieres? —preguntó Cloe con una voz firme.


 


El hombre comenzó a reír.

—No encuentro el chiste, eres un pervertido ¿cierto?, ¿y ustedes dos qué? —se dirigió a los otros hombres quienes comenzaron a acercarse lentamente.

Cloe intentó gritar, pero en ese momento el primer hombre cubrió su boca por detrás y la agarró fuertemente. De la nada un joven apareció, también vestido de negro con una máscara que solo dejaba ver sus ojos verdes brillantes.


 


—¡Oh, qué sorpresa!, ¿intentarás salvar a esta jovencita, eh? Pues tendrás que pelear. —retó el que sujetaba a la chica, sonrió lanzándola al suelo e intentando golpear al enmascarado comenzó la lucha.

Los otros dos intentaron ayudar al que parecía el jefe, pero fue en vano. Cuando tenían al joven casi acorralado este con una fuerza asombrosa los lanzó por los aires a los tres y chocaron contra un muro a más o menos cincuenta metros. La castaña asustada salió corriendo con todas sus fuerzas, era la primera vez que sentía el miedo en carne propia.

—Sube a mi espalda si te llevo será más rápido y sabré si llegas a tu casa a salvo —propuso el joven de ojos verdes sosteniéndola por el brazo.

Ella lo dudo un poco y al ver que los tres hombres se levantaban accedió.

—Necesito que me hagas un favor —dijo el chico mientras corría tan rápido que ella ni siquiera sabía por dónde iban.

—¿Qué necesitas? No tengo mucho dinero conmigo, pero si esperas fuera de mi casa te puedo buscar más.

—¡No! ¿Cómo crees que podría ser tan sínico de cobrarte por ayudarte? ¿Por quién me tomas? —se detuvo en seco soltándola en el suelo.

—Lo siento, no quise ofenderte —sus mejillas blancas se colorearon de un rosa intenso.

—Lo que necesito es que no vuelvas a salir de tu casa sola a estas horas de la noche. Bléiser no es un enemigo que se queda con las ganas, por suerte para ti no puede salir de día.

—¿Bléiser?

—El que te atacó. No es un hombre común, no te pudo decir más. Tienes que saber es que es peligroso, desde su llegada a Valsania los delitos y asesinatos se han duplicado, por no contar las desapariciones.

—Entonces el culpable de todo eso es él, ¿y la policía que está haciendo?

—Él no es alguien a quien la policía puede capturar y no está solo. Mejor seguimos que nos están alcanzando. Antes prométeme que te cuidarás, no eres la única que está en peligro, y tampoco la única que debo proteger. Esta es mi zona, pero si te atacan fuera de ella no puedo asegurarte que sobrevivas, mis compañeros son fuertes, pero no más que Bléiser.

—Está bien, lo prometo, no te preocupes. Después de hoy creo que no me interesa volver a ver el cielo nocturno. —Le sonrió y él le hizo señas para que volviera a subir a su espalda, la cual, en comparación con el clima de la noche era tibia y muy cómoda.

—¿Dónde vives? —preguntó el joven perplejo al darse cuenta de que corría sin sentido.

—¡Oh! ¡Ja,ja,ja! —Soltó una risita nerviosa—. Creí que nunca preguntarías.

—Tengo algunas habilidades especiales, pero no soy adivino.

—Vivo en Melvin entre A y B, mi casa está pintada de azul y es la única de ese color.

—Bien, sé dónde queda, me conozco Valsania de punta a punta.

El resto del trayecto estuvo bastante silencioso de ambas partes.

—Muchas gracias —murmuró cuando él la dejó en el umbral de su casa.

—No tienes por qué, a esto me dedico. —Se dio la vuelta dispuesto a marcharse.

—¡Espera! —gritó la castaña débilmente para no hacer tanto ruido—. ¿Me puedes decir tu nombre? —susurró.

—Muchos me llaman El Justiciero.

—Pero ese no es tu nombre, ¿cierto?

—No, pero será mejor que te conformes con eso. Otra cosa, por favor no le cuentes a nadie, ¿ok?

El padre de Cloe salió al escuchar la voz de su hija gritando.

—¡Cloe! ¿Qué sucede?

—¡Nada papá! —dijo volteándose a ver a su padre, cuando volvió a mirar el camino por donde iba El Justiciero, este había desaparecido.

—Hija, te oí gritar.

—No te preocupes estoy bien, mejor entremos.

La madre de Cloe, Luisa estaba en la sala bastante nerviosa.

—Mi niña estás un poco pálida ¿qué te ocurrió?

—No es nada, solo que afuera hace un poco de frío.

—¿Por qué gritaste? —preguntó Diego, su padre, preocupado.

—Solo creí ver a alguien, pero no era nada solo un gato que cruzó el cerco.

—Bien, date un baño, y baja que ya está la cena. —La madre aún estaba temblorosa.

—Sí —subió las escaleras lo más rápido que pudo y se encerró en su habitación.

Como era hija única sus padres se preocupaban mucho por ella, por no decir excesivamente. Al punto de que se enojaron al saber que iba a trabajar hasta tarde. Ellos pensaban que no era necesario eso de un trabajo de medio tiempo porque lo que ellos ganaban era suficiente para cumplir cualquier capricho, pero Cloe siempre fue una chica muy independiente.




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