Barreras de sangre (1)

Capítulo 4:

Al y el chico pelirrojo llegaron a la ambulancia de Luna.

—¿Cómo están chicas? —preguntó Al sonriente.

—Supongo que bien —respondió Cloe.

—Él es mi hermano mayor, Rafael —lo presentó dándole unas palmadas al hombro.

Rafael es más alto que él, pero no mucho.

—Mucho gusto —dijeron Cloe y Luna al unísono.

—Me alegra que estén bien. Realmente vine a hablar con sus madres, es que me preocupa Eithan y su situación —explicó el muchacho con una voz gruesa y potente.

—No entiendo —negó con la cabeza la madre de Cloe dubitativa.

—Como las chicas están bien, ¿no pondrán una denuncia verdad?

—Claro que no —Luna poniéndose de pie de un brinco.

—Yo solo pregunto, como él iba manejando, es el máximo responsable.

—Bueno, aunque no estoy muy feliz de decir esto —Cloe pensó unos segundos y concluyó—, Eithan no tuvo la culpa. Su auto está hecho pedazos, por suerte ninguno de nosotros salió herido. No creo que nuestros padres lo denuncien, al fin y al cabo él solo nos hacía el favor de llevarnos a casa, los accidentes están donde sea, además esa botella... —Cloe se detuvo al notar que había recordado algo.

Le habían dicho que el auto se pinchó un neumático pero no con qué, si ella había quedado inconsciente por el ruido ¿cómo sabía con qué se pinchó el neumático? Se puso pálida y casi se cae, por suerte el chico pelirrojo era muy hábil y se lanzó al frente evitando que se cayera.

—Cloe, ¿estás bien? —preguntó la madre preocupada.

—Solo fue un mareo —respondió.

—¿De qué botella hablas?—preguntó Luna.

—¿No fue una botella con lo que se pinchó el neumático? —preguntó fingiendo desconcierto. Ella estaba segura de que lo había recordado, pero decirlo alarmaría al resto. Podrían pensar que se golpeó la cabeza y se volvió loca.

—¿Lo fue? —preguntó Luna a Al.

—Creo que sí —añadió Al, aunque lucía un poco nervioso.

—Bueno, ¿con qué más podía haberse pinchado el neumático si no fue con una botella? —Destacó Cloe, sabía que había algo extraño, algo que no encajaba, pero darle vueltas al asunto no resolvería nada, le daría mareo de nuevo.

—Hablando de Eithan. ¿Dónde está? —preguntó Luna para desviar la atención cuando notó que Cloe ya no quería indagar más en el tema.

—Se fue con Nana, que es como nuestra madre —le contestó Al.

—Creo que deberíamos ir todos a casa y descansar —intervino la madre de Luna.

Cloe se quedó pensativa, probablemente ellos no eran hermanos de sangre, solo que se criaron juntos. Pero había cosas que no cuadraban y ella iba a descubrirlas. La duda había nacido, ya no había vuelta atrás.

Las ambulancias los llevaron al hospital, después de llenar unos papeles cada uno fue a su casa. El padre de Cloe las esperaba preocupado fuera del hospital.

—¿Hija cómo estás? —preguntó abrazándola.

—Bien papi, no te preocupes.

—¡Santo cielo! Creo que deberíamos comprarte un auto, así no pierdes el bus ni andas preocupándote por la hora, ¿pero ese chico no sabía conducir?

—Pa, no fue su culpa, fue un accidente, si hubiese ido conduciendo yo hubiese sucedido igual —alegó Cloe para calmarlo.

—Tienes razón, solo estoy preocupado —el padre de Cloe la abrazó con fuerza de nuevo y le besó la frente con cariño—. No podemos perderte.

—Ya lo sé, tampoco quiero perderme —rio un poco.

—Deberíamos regresar a casa ya —la madre de Cloe abrió la puerta del carro.

Al otro día Cloe hizo como de costumbre, pero su padre insistió en llevarla al colegio, ella no estaba muy contenta con la idea, pero terminó rindiéndose. Pasaron a recoger a Luna al parque y cuando llegaron a la escuela vieron que Al estaba rodeado de un grupo de chicas del salón, pero Eithan no estaba con él.

Alex al verlas se disculpó con las chicas que lo rodeaban y salió apresurado a saludarlas.

—Buenos días, ¿cómo pasaron la noche? ¿Algún dolor o algo? —Besó en la mejilla primero a Luna que se sonrojó y después a Cloe que le empezó hablar para que Luna recobrara su color sin que le hiciera mucho caso a esas mejillas con exceso de rubor.

—Ah, ni te imaginas, yo dormí como una beba recién nacida, mis padres creo que no pudieron dormir bien ya que tenían ojeras increíbles esta mañana. Mi papá insistió en llevarme y recogerme cada tarde. Bueno esto me recordará mis días de infancia.

—Ya verás que cuando se den cuenta de que no hay peligro te devolverán tu libertad —expresó Al, y los tres comenzaron a reír, cosa que ayudó a Luna a disimular el color de sus mejillas.

—¿Tu hermano no vino contigo hoy? —preguntó Luna.

Ella quería tener un motivo para hablarle y él pensó que lo decía porque Eithan le agradaba más que él.

—Él está en la biblioteca —respondió seco y cambió de tema—. ¿Vamos al salón?

—Claro, mejor caminemos o llegaremos tarde a la clase de lengua inglesa —afirmó Cloe.

—¿No es muy temprano? A esta hora la biblioteca no está abierta —rectificó Luna que había notado la mentira preguntándose el por qué lo habría hecho.

—Eso me dijo él. Adoro a mi hermano, pero ya no soy un niño pequeño para seguirlo a todas partes.

—¿Eithan es mayor que tú? —preguntó Luna asombrada.

—Solo unos meses.

—Nueve meses dirás —Cloe no comprendía la lógica de esos "unos meses", a no ser, que fueran hermanos por parte de padre o que no fueran familia realmente.

—Ya sé a dónde quieren llegar. Ayer notaron que mi hermano mayor es aún más diferente a nosotros, ¿no? Y les hablé de Nana como si fuese nuestra madre. Bueno puede que algún día les cuente la verdadera historia, aunque ya se la deben imaginar ustedes.

Entraron al aula y ocuparon sus respectivos asientos. Eithan no apareció en toda la mañana, pero a la hora de almuerzo llegó cargado de libros al aula.

—¿Qué tal? —Saludó divertido y sonriente.

—¿Ayer te golpeaste la cabeza? —le preguntó Cloe.

—No, ¿por qué preguntas? ¿Tengo algún golpe?




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