—Aún no hay pista de él —indicó Asterus saliendo a cubierta sorprendiendo a Valentina que con una gruesa chaqueta se cubre del frio viento. El barco se balancea con suavidad anclado al costado de la isla en donde Bastián había desaparecido.
Se acercó a la joven mujer ofreciéndole una taza de café la que recibió con agrado y gratitud. Valentina suspiró dirigiendo su mirada a la playa, pero la oscuridad nocturna no dejaba ver demasiado, y aunque se esforzara empieza a entender que el hechicero no aparece con facilidad. Levantó la cabeza observando la enorme cantidad de estrellas, estrellas que no pertenecen al cielo al que está acostumbrada pero que le dan quietud a la noche. Solo el ruido de algunas olas que se golpean entre sí irrumpe en el susurrar del viento.
—Hablé con la capitana y dice que en caso de que Bastián... no vuelva puedes quedarte con ellos, muchos de los tripulantes son forajidos, huyen de la justicia, así que agregar un forajido más como miembro de la tripulación no será problema —señaló sin mirarla.
—Él volverá... —musitó Valentina arrugando el ceño preocupada.
Asterus le sonrió con tristeza.
—De todas formas, es bueno tener otras opciones —apoyó sus brazos en la baranda del barco, no quiso agregar que sabe que ella no podrá regresar a su hogar ya que si los guardianes la atrapan la encerraran.
Valentina entrecerró los ojos, sabe que lo que dice es cierto, pero vivir huyendo no es vida. Aunque agradece la ayuda y entiende que si Bastián no aparece no tendrá otra opción. Dirigió su atención al morfog quien estupefacto ante la mirada de la joven abrió aún más los ojos.
—¿Quién fue Leonor? —ante la pregunta de la bibliotecaria tensó su rostro.
Volteó hacía el mar buscando las palabras adecuadas, pero su silencio inquietó aún más a Valentina. Y no es porque no sabe mucho respecto al tema, sino al contrario. Un pasado triste que preferiría no traerlo al presente, sin embargo, entiende la inquietud de la joven mujer, más aún después de contarle que la herida en su vientre había sido causado por Bastián al creer que ella era Leonor. Aunque eso es algo que su amigo jamás haría, y eso se lo dijo a Valentina, por mucho que la hubiera odiado, y aunque merecido, nunca hubiese sido capaz de herirla.
—¿Fue la novia de Bastián? —interrogó Valentina otra vez.
—Es difícil de explicar —habló al verse en cierta forma acorralado—. Pero sí, ella fue la novia de Bastián. Y es quien lo traicionó y cuyo testimonio lo condenó a cadena perpetua...
O sea, Leonor la mujer que amaba a su vez fue causante de su desgracia ¿Pero acaso ella no lo amaba? Comenzaba a entender el peso que el hechicero arrastraba de su pasado, como una cadena que lo mantenía atado a la desilusión y el rencor.
—¿Ella nunca lo amó? —arrugó el ceño sin entender.
—Bastián la amaba más que a su propia vida, los cuatro fuimos amigos desde la infancia, Bastián, Leonor, Arturo Dagora y yo, pero Leonor era una niña muy débil la mayor parte del tiempo estaba en cama enferma. Ataques de fiebre que la hacía convulsionar poco a poco mermaron su salud hasta que un día no pudo levantarse más de la cama. Desesperado Bastián buscó como ayudarla, como curarla, pero no encontró nada en los libros de hechiceros —ensombreció su mirada—. Entonces buscó en lo prohibido, en la magia maldita. Fue descubierto por el consejo, entre los que estaba el padre de Leonor, fue castigado con cien latigazos. Pero a los días todos los miembros del consejo fueron asesinados. Leonor declaró que vio a Bastián matar a su padre por lo que se le acusó del asesinato de todos los hechiceros que formaban parte del consejo, ya que sus muertes habían sido perpetradas de la misma forma. Condenado a cadena perpetua, Bastián fue encerrado en un libro, Leonor poco después se casó. Se comprometió cuando Bastián esperaba su condena y eso terminó por destruirlo. Leonor terminó casándose con Arturo Dagora.
Al decir este nombre, Valentina se quedó estupefacta, ese es el nombre de aquel hombre encapuchado que conoció en la biblioteca, el mismo encargado de la guardia que los ha estado persiguiendo. Quiso preguntar algo más pero su cabeza esta tan confusa con esta nueva información que no encuentra palabras para expresarse.
—Entonces, aquel Arturo y Leonor son...
—No —la interrumpió bajando la mirada y fijó su atención en el oscuro mar—Leonor falleció meses después del matrimonio, algunos dicen que se lanzó al mar, otros que su enfermedad la terminó por consumir, la verdad es que su muerte nunca fue aclarada del todo, la familia de Arturo nunca aclaró las circunstancias de su muerte, solo alcanzó a vivir cinco meses casada con él.
—Entonces... ¿De verdad ella nunca amó a Bastián? —lo observó dolida de imaginar que el amor del hechicero no era correspondido.
—Siempre me pareció que sí, que lo amaba, ella siempre le suplicaba que no se metiera con la magia oscura, siempre parecía vivir preocupada por él, y sin embargo nos engañó a todos al final solo lo utilizó en su propio beneficio —entrecerró los ojos con rencor.
—¿Como es eso? —arrugó el ceño preocupada.
—No sé mucho respecto a ese tema, Bastián no quiso decirme nada más y en su estado, a días de ser condenado al encierro eterno, no me sentí con el derecho de presionarlo para que me explicara a que se refería con eso.
Valentina no supo que decir, tiene razón en no haberlo querido presionar, pero ¿A qué se refirió Bastián en decir que solo lo utilizó? Tal vez es algo que nunca sabrá y que, al igual que Asterus, no buscaría saber si eso le hace daño. El viento movió el cabello de ambos que siguieron en silencio. La joven suspiró mirando hacia la isla "sea donde sea que este Bastián ojalá que este bien" es lo que piensa.
—Bien, ustedes dos a dormir —los interrumpió la capitana apareciendo en cubierta con rostro severo—. No quiero mañana en la madrugada a navegantes ojerosos y que solo estorben en vez de ayudar.
Editado: 12.11.2024