2017, noviembre 1.
Tihan estaba devuelta en Buenos Aires. Después de estar tanto tiempo en Boston y recorriendo un poco el mundo decidió volver a ver a su madre Rosa.
Después de un viaje algo incómodo en colectivo llega a la mansión en la cuál trabaja su madre de nana. Se asombra al ver el tamaño de tal mansión. Era mucho mas grande de lo que recordaba. Él solía acompañar a su madre hasta la mansión cuando a penas empezaba de mucama, hasta que termino siendo nana y debía de vivir en esa casa.
Toca el timbre cuando del costado de la casa sale una señora confundida. La mujer se acerca al portón y cuando ve de quién se trata corre feliz a abrir a un muchacho con una mochila en su espalda.
— Tihan —sonríe abriendo el portón.
— Hola —sonríe abrazándola fuerte.
— Pasemos —propone ella dejándolo pasar y cerrando el portón haciendo a Tihan que la siga.
Ambos entran por la puerta de servicio y una vez adentro Tihan silva en tono de asombro. Rosa le pide cortes mente que trate de hacer el menor ruido posible ya que la dueña de casa estaba durmiendo. Él asiente y sigue a su madre hasta la cocina.
Ella larga un suspiro de cansancio cuando se sientan.
— ¿Qué pasa vieja? —pregunta a su madre cuando la observa tomar unas pastillas.
Ella niega sonriendo.
— Es la edad hijo, a todos nos llega. Pero yo no vengo al caso, contame ¿qué te trae por acá? —ella le alcanza un vaso de agua.
Él no conforme con lo que su madre le dice, habla.
— Quería verte, me haces falta —dice tomando las manos de su madre y besando estas mientras se ella sonríe. Pero su sonrisa no dura mucho cuando él prosigue hablando— veni a vivir conmigo.
— No, no puedo. Tengo mis responsabilidades en esta casa, no puedo de un día para otro desaparecer, a demás tengo que cuidar y ayudar a la dueña de casa —responde ella caminando hacia la heladera.
Él la observa impaciente.
— Creo que la muchacha se puede arreglar sola —chista.
— No, Tihan —dice Rosa sentándose en la silla poniendo una mano en su corazón.
Tihan se alarma y corre hacia su madre.
— Vieja —dice agarrándola.
— Alcanza me la medicación —pide apuntando unos frascos que se encuentran en un aparador.
Él corre y le alcanza los remedios junto a un vaso de agua. Ella la toma e inhala.
— Ya estoy bien —sonríe e intenta incorporarse.
Pero Tihan la obliga a sentarse.
— Estas mal —la mira con el ceño fruncido— ¿qué son estas pastillas? —pregunta tomando el frasco.
— La vejes les llega a todos —sonríe Rosa ante el planteo que le hace su hijo.
Y sonríe ya que le recuerda mucho a cuando era pequeño, siempre se preocupaba de más.
Él suspira frustrado. Cansado de que en ese poco tiempo que estuvo con su madre ahí para todo ponga de excusa la vejes.
Inhala y exhala repentinas veces y la observa con las manos en su frente.
— Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña —dice él.
Rosa confundida lo observa ladeando la cabeza.
—¿Qué.. —comienza a decir pero al su hijo hacerle una mueca ella comprende todo— ¡no! De ningún modo.
— Estas enferma Rosa, ¿acaso tengo que hacer como si nada pasa y dejarte en esta casa con esa... bruja —finaliza dudoso observando como el rostro de su madre se pone pálido.
— Bruja —se oye una tercera voz femenina que repite lo que él dijo.
Tihan abre los ojos hacía Rosa y los cierra.
Alguien de la casa había escuchado como Tihan llamaba bruja a la señora de la casa. Él decide tomar valor y voltea observando a una señora con el cabello completamente blanco, y algunas arrugas en su rostro.
En la cocina se arma un silencio incómodo, el cuál el sonido del timbre de la entrada principal interrumpe.
— Yo voy —dice Rosa tosiendo y yendo al salón para abrir la puerta.
En la cocina se encuentran Tihan y la señora de la casa, quién observa fijamente al joven.
Él tose rompiendo el silencio y queriendo alivianar la tención entre ambos.
— Yo... —comienza.
— Me llamaste bruja —completa ella arqueando la ceja.
Él se tensa y suspira.
— Disculpe, no fue mi intención que usted escuche —dice arrepentido.
Ella ladea la cabeza aún más molesta.