Beat Down

2. Los hermanos Ross

Las puertas se abrieron y el olor a hormonas revolucionadas, junto con el aroma de propósitos de año nuevo —para remediar los que no fueron capaces de cumplir el primer trimestre—, sumado a la esencia de sueños ilusos, fue lo que alcanzó a Tyra incluso antes de subir el primer escalón del último tramo de escalera que conducía al primer piso.

En lo alto de una escalera de mano, había un chico encargado de quitar lo que quedaba de la decoración navideña, mientras que otros pretendían hacerle caer burlándose de él. A ambos lados del pasillo, los chicos y las chicas de primer y segundo año conversaban acerca de lo que habían hecho en las vacaciones de Navidad, de lo genial que sería este año, e incluso algunos ya pensaban en algunas universidades a las que ir. Aquel pasillo era como haber entrado en otra dimensión, una que le llevaba a recordar sus primeros años de instituto, y de la inocencia y el entusiasmo que entonces le hacía feliz. Pero Tyra y David continuaron caminando hasta girar la esquina y dejar atrás el bullicio de los más pequeños, para empezar a adentrarse en el mundo de la falsa seguridad y de la derogada percepción del peligro.

Era imposible no sentirse intimidada en aquel pasillo. Todas las miradas se posaron en Tyra y David en cuanto se dejaron ver, y por la forma en la que muchos se acercaban a él para saludarle, Tyra dedujo que David Ross estaba entre los tres primeros puestos que ocupaban la cima de la popularidad en el instituto. Todos pasaban por su lado con un “¡Hey!”, o incluían un gesto rápido de cabeza en forma de saludo. El caso es que ninguno parecía ser íntimo de David, simplemente querían acercarse a él, y aquello era otra forma de saber que todo había cambiado.

    —Parece que todos te quieren mucho —comentó ella algo necesitada por entablar una conversación e ignorar las muestras de atención hacia ellos.

    —Tú lo has dicho —se volteó él para mirarla rápidamente, pero sin dejar de caminar—. Es solo lo que quieren aparentar, la mayoría me habrá criticado más veces de las que me han alabado.

    — ¿Por qué?

    —Digamos que todos esperaban más de mí —esta vez se detuvo de inmediato y miró fijamente a Tyra—. El caso es que siempre te criticarán hagas lo que hagas.

    — ¿Y no te molesta tanta falsedad?

    —En realidad me dan lástima —dijo y echó un vistazo a su alrededor para comprobar que el grupo de chicas que se encontraba ahora a las espaldas de Tyra estaba chismoseando sobre ella—. La gente te odia y te critica porque han querido ser como tú y no lo han conseguido.

    —Esa frase no es tuya —habló ella entre risas.

    —No, pero tampoco es de mi hermano y fue él quien me la dijo.

    «Zac Ross», pronunció de forma inmediata el subconsciente de Tyra, y enseguida le llevó por un largo camino de recuerdos hasta llegar a aquel día en el que Zac les salvó a ella y a Camille de tres pequeños abusones que querían destrozar su trabajo de manualidades en el patio de la escuela primaria. Hasta ese momento, Zac había pasado desapercibido en sus recuerdos, pero Tyra agradeció a David por haberle refrescado la memoria. Aquel día en su niñez, el mayor de los Ross se convirtió en el primer amor platónico de Tyra Collins. «Si David está así de guapo, imagínate cómo estará él», pensó, pero algo se había revuelto en su interior, como si ya lo hubiera visto en alguna parte.

    — ¿Y qué hay de Zac? —preguntó, aunque se maldijo a sí misma por no camuflar la desesperación en su tono de voz.

    David se echó a reír y negó con la cabeza divertido.

    —El primer amor nunca se olvida, ¿no es así, Collins?

    Tyra se encogió y el rubor en sus mejillas volvió a aparecer. Se sentía como un animalito débil en el punto de mira del fusil de algún cazador. Aunque se había criado junto con aquel chico, no pudo evitar sentirse desprotegida, como si estuviera desnuda frente a él. Se sentía como si fueran dos personas totalmente distintas, como si nada en su pasado les mantuviera unidos. Era como volver a conocerlo, y su nueva apariencia física le daba todo el fundamento de creer que era así, porque realmente no parecía ser la misma persona de hacía ocho años. Y cuando David recordó aquel secreto de su infancia, acrecentó la dificultad del reencuentro. La vergüenza volvió a crear aquel suplicio que le hacía desear que aquel día terminara rápido.



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En el texto hay: romance, drama, accion

Editado: 06.05.2019

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