Behind The mirror

Capítulo uno

El mundo parece estar sumido bajo los mares de la oscuridad. El sol amenaza con no volver a salir. En las grandes ciudades es más que notoria la muerte y destrucción. Y yo solo podía observar, desde lo alto de aquel edificio casi destruido, cómo el mundo entero se venía abajo. Todo aquello, tal y como lo conocía, había sido consumido por la oscuridad.

A mis pies se encontraban los fríos cuerpos de mis amigos y compañeros ahora sin vida. Un sentimiento de impotencia, dolor y rabia recorría mi cuerpo. Una lágrima se escapó de mis ojos. Y no era para menos. Aunque ya nada era igual. Todo aquello que amaba y conocía ahora estaba muerto.

Frente a mí se elevó una gigantesca criatura. No parecía poseer conciencia. Su oscura apariencia podía aterrorizar hasta al hombre más valiente. En su rostro el brillo de sus cuatro ojos color verde esmeralda resaltaban en medio de la oscuridad. A su paso no dejaba nada más que un rastro de sombras y destrucción.

La esperanza ya se había perdido. La tensión se sentía en el aire. El ganar ya no era una opción. Podía sentirse como el final se acercaba y todo se decidiría con esa batalla.

Las nubes seguían su camino y daban paso a una gigantesca luna llena que brillaba en lo alto del cielo.

Las marcas en mi cuerpo comenzaban a expandirse. Otra lágrima se deslizó por mi mejilla. Lentamente mis alas se tiñeron de negro y la luna les otorgó un brillo único. La gigantesca criatura fijó su mirada en mí.

-Será como tú quieras- vociferó aquella criatura. Y yo, con una mirada compasiva y triste asentí.

Es como si esa oscura criatura sintiese su pecho apuñalado al pronunciar aquellas palabras. Tal era la determinación de las mismas que al instante le hirvió la sangre y se lanzó a por mí.

Batió sus alas para elevarse aún más hasta que lo perdí de vista en el cielo. Cerré mis ojos tratando de concentrarme.  Al abrirlos, la imponente criatura se dibujaba frente a mí con la más profunda tristeza en sus ojos.

-¡Que así sea!- grité y me lance al vació extendiendo mis alas. Sosteniendo fuertemente mi espada embestí contra la gigantesca criatura -Aquí se acaba todo...-

Y aprender la más simple de las lecciones. Nada dura para siempre. Ni el dolor, ni la alegría. Toda la vida consta en seguir adelante. No existe la felicidad si nunca se conoció la tristeza, tal y como el equilibro necesario del bien y el mal.  La luz es tan necesaria como la oscuridad.

Y… ¿Desperté? ¿Acaso abrí mis ojos?

Me encontraba suspendido en medio de la nada. Un grito moría ahogado en mi garganta, tratando de salir. No me puedo mover, es como si el espacio fuese exageradamente reducido. La oscuridad inunda aquel frio lugar.

Puedo oír como el viento arremete violentamente contra las paredes. Un par de gotas de lluvia se estrellan contra algún cristal. Luego otra. Y otra más. Estas fueron aumentando progresivamente hasta que la lluvia lo cubrió todo.

Un relámpago alumbró el cielo y aquel destello, aunque sea por un momento, rompió la oscuridad de este sombrío lugar. Apenas pude ver las seis peculiares estatuas rodeaban el féretro de cristal en el que me encontraba.

Esperé atento tratando de visualizar algo más en medio de la oscuridad. Pero esta era tan densa que imposibilitaba todos mis esfuerzos. Ni los fuertes vientos, ni la intensa lluvia daban tregua. Otro rayo iluminó el bosque que rodeaba la habitación. Podría jurar que esta vez cayó más cerca de aquí. Los arboles proyectaban sombras antropomórficas y sus ramas luchaban por llegar a mí. El atronador ruido que lo siguió hizo resonar todo el lugar.

Un golpeteo lento y constante marcaba un ritmo como una banda de guerra. Aquel sonido circundaba alrededor. Venia de todas partes y, al unísono, se acercaba desde las sombras.

Un tercer rayo cayó y lo iluminó todo. Aquel sombrío lugar en el que me encontraba, era un mausoleo. Las sombras habían penetrado la habitación.  Podía sentir su gélida mirada sobre mí.

Tres golpes se escucharon en la puerta. Y en ese momento, todo cesó. Todo se quedó en silencio. Ni las ramas crujían. Ni el viento rugía. Hasta podría asegurar que la lluvia se detuvo. Una inquietante calma cobijaba el momento. Algo que solo podía preceder algo peor.

Las nubes comenzaron a disiparse y la luz de la luna se filtró por los vitrales confiriéndole colores a la habitación.

El sonido de más golpes se marcó en la puerta. Esta vez fueron dos golpes que, lentos y distantes uno del otro, rompieron el silencio.

No sé si era miedo lo que comenzó a inundar mi cuerpo. Trataba frenéticamente de moverme. Aunque sea un poco. Solo quería salir de ahí, pero nada funcionaba. Era inútil. Mi cuerpo yacía inerte entre las estrechas paredes del ataúd.

Un último golpe tocó la puerta. Y esta vez, tras este, la puerta cayó derribada.

Una sombría figura se paró en la puerta. Su aspecto era casi humano. A pesar de que la luz de la luna ahora bañaba el lugar, este ente parecía ser enteramente de la más profunda oscuridad.



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En el texto hay: aventura epica, suspenso, terror

Editado: 25.06.2018

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