Han pasado aproximadamente diez años desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a los hermanos Potter en la puerta de la entrada, pero Privet Drive no había cambiado en lo absoluto. El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído las ominosas noticias sobre las lechuzas hace diez años. Sólo las fotos de la repisa de la chimenea mostraban el paso del tiempo que había pasado. Diez años antes, había una gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes colores, pero Dudley ya no era un niño pequeño, y en aquel momento las fotos mostraban a un chico grande y rubio montado en su primera bicileta, otras lo mostraban en un tío vivo…La habitación no ofrecía señales de que allí vivieran otros niños.
Sin embargo, Harry y Belladona Potter estaban aún allí, durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido de su día.
- ¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!
Harry fue el primero en despertarse de un sobresalto para luego lanzarle una almohada a su hermana y que esta se levantare antes de que su tía abriera su puerta.
-Levántate Dona. Arriba –Harry empujaba el cuerpo de su hermano de un lado a otro para que esta se despertara
-Déjame Harry –la niña se volteó hacia el lado contrario para agarrar el sueño nuevamente, pero esto se vio interrumpido por otro grito de su tía
- ¡Arriba! –chilló de nuevo. Esta vez golpeando la puerta
Belladona resopló y se levantó maldiciendo una y otra vez a sus tíos.
-Te juro que un día de estos voy a pegarle un tape a la boca para no escuchar sus gritos –le dijo ella a su hermano
-Ya –dijo este –No digas tonterías Bella, vamos hermana, levántate
- ¿Ya están levantados? –quiso saber su tía
-No
-Sí –respondieron los hermanos al mismo tiempo
- ¿Es un sí o un no? –Preguntó su tía nuevamente
Belladona rodó los ojos y respondió
-No, solo hablamos dormidos. –Habló con sarcasmo –Si nos disculpa vamos a retomar el sueño.
-Niña insolente –dijo su tía Petunia de mal humor –Ahora por hacerte la graciosa tendrás que vigilar el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto por el cumpleaños de Duddy.
Belladona gimió
- ¿Qué has dicho? –gritó con ira desde el otro lado de la puerta
-No ha dicho nada tía –se interpuso Harry antes de que su hermana pudiera responder –
-Harás que nos castiguen Dona, compórtate –le dijo él a su hermana y ella solo puso los ojos en blanco gimiendo nuevamente
-Créeme, dormir aquí ya es castigo. Mejor salgamos antes de que la señora amargada venga nuevamente
Ambos salieron de la alacena debajo de las escaleras, que era donde dormían y fueron directo a la cocina.
El mostrador estaba lleno de regalos de cumpleaños de Dudley.
Parecía que este había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y la bicicleta de carreras. La razón por la que su primo quería una bicicleta aún era un misterio para Belladona, y eso que ella se consideraba a si misma lista; resulta que su primo estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio, excepto si conllevaba pegar a alguien, por supuesto. El saco favorito de boxeo era Harry, pero Belladona siempre lograba salvarlo, resulta que ella podía hacer que su primo lograra orinarse del miedo cuando quería, aunque eso le trajera problemas después tanto a ella como a Harry.
Tío Vernon entró a la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al tocino mientras Belladona estaba sentada en un espacio vacío del mostrador.
- ¡Péinense! –bramó como saludo matinal
Belladona se pasó los dedos entre su cabello, no contaba con un cepillo y si le pedía uno a su tía estaba más que segura que le negaría el cepillo. Aunque solía peinarla con una cola de caballo cuando iba al colegio, con la excusa de que no se le pegaran los piojos, pero eso no impedía que siempre que la peinaba le jalaba exageradamente el cabello.
Por otro lado, a Harry siempre le cortaban el cabello más veces que todos los niños del salón juntos, pero no servía de nada, pues su pelo seguía creciendo solo unos días después.
Harry estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina junto a su madre. Dudley se parecía mucho a tío Vernon. Tenía cara grande y rosada, poco cuello, ojos pequeños de un tono azul acuoso y abundante cabello rubio que cubría su cabeza gorda. Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un angelito. Harry decía a menudo que parecía un cerdo con peluca, y Belladona terminaba la broma diciendo que un día de estos lo iba a cocinar como a uno para dárselo a los perros.
Mientras Harry y Belladona trataban de servir los huevos en la mesa con dificultad debido a los regalos, Dudley los contaba.
-Treinta y seis –dijo mirando a su madre y a su padre –Dos menos que el año pasado.