Bell: la trágica historia familiar [editada]

Las heridas que no se ven son las más profundas

El jefe del cuerpo de bomberos volvió al pueblo algunas horas después. No encontraron a nadie más en el bosque después de la desaparición de Zenda y compañía.

Un día como el de aquella vez, era para algunos una desgracia, otros pensaban totalmente lo contrario. Todos los seis y los veinticuatro de cada mes, los trabajadores del príncipe recorrían cada uno de los puestos y granjas del pueblo para recoger parte de las ganancias. Era un trabajo laborioso, rara vez el príncipe Akihito se tomaba el tiempo de salir de su lujoso hogar para ver esos días a sus hombres trabajar, o visitar puestos y cobrar por su cuenta.

Dejando de lado las explicaciones, la mano derecha del príncipe, entró a la base de los bomberos y el jefe de dicho lugar le comentó sobre el incidente de hace un par de horas. 

Como bien se sabía en ese pueblo, entrar en ese bosque era buscar la muerte. ¿Por qué alguien vendría a pedir ayuda para rescatar a una chica y a un hombre de aspecto extraño? Para el bombero, la colegiala no parecía tener una imagen digna de vivir dentro del bosque.

El jefe y el guardia dedujeron que aquella chica que corría peligro, podía ser posiblemente, el fruto prohibido que destruyó a la noble familia Showa hace 15 años y ese hombre de aspecto extraño era nada más y nada menos que el feroz fenómeno del que todos temían.

Bueno, aquellas deducciones parecían ser muy fantasiosas, sería mucha casualidad que fueran ciertas. Al menos eso pensaron antes de que un bombero entrara repentinamente

—¡jefe! ¡Adivine lo que encontramos alrededor de la zona!

—¿Otra sorpresa más? — Preguntó su jefe.

—Una casa que parece estar habitada. Entre ellas están algunas cosas y libros.

Sí, quizá esas fantasiosas suposiciones eran ciertas. El hombre del príncipe salió de inmediato de la estación de bomberos, sin antes olvidar cobrar el pago y se dirigió lo más pronto posible al castillo de la familia Showa era seguro toparse con el príncipe Akihito en casa, puesto que acostumbraba a ser el primero de todos en regresar. En el salón principal, el hombre se encontró con una de las hermanas del emperador.

—Su alteza...

—¿Qué sucede? — Preguntó Teru, la cuarta hija de los Showa

—¿Ha visto a su majestad?

—Si no mal recuerdo, está en el jardín con Suga, Hisa y Yori.

—Muchas gracias.

Antes de que la mano derecha de Akihito, pudiera seguir con su camino, la serena, pero peligrosa voz de Teru, lo detuvo con una pregunta

—¿Qué piensas hacerle a mi querido hermanito?

—¡Nada! Pienso darle una noticia que tal vez la tome mal o tal vez la tome bien.

—¿Qué noticia?

—Creo que los bomberos encontraron a la hija de la difunta princesa Nagako.

  —Ah— La princesa suspiró pesadamente—, el bastardo que tuvo con el sirviente.

—Sí y por eso debo avisarle lo más pronto posible, así que me voy, sino tardará más tiempo en llegarle la noticia.

El hombre se despidió de la princesa con una reverencia y con la misma energía con la que llegó al castillo, corrió hacia el jardín. Quedaba un tanto lejos del salón principal. Lógicamente el castillo era grande, sin embargo, para él, no era en absoluto difícil llegar hasta su destino. Había trabajado más o menos la mitad de su vida ahí.

Al arribar al jardín, fue guiado hasta el príncipe, autor de una melodía interpretada con un fino violín, llena de melancolía, tristeza, furia y algo de rencor. 

Al terminar la melodía, el emperador Akihito recibió primeramente halagos de sus hermanas.

—¡Bien hecho! — Exclamó Hisa, la sexta hija de los Showa

  —¡Akihito-san toca muy bien! — Aplaudió energéticamente la princesa más pequeña de la familia, Suga.

—Me alegra tener un hermano tan talentoso. — Sonrió Yori serenamente, la quinta hija de los Showa.

—Lamento interrumpir su momento familiar, pero tengo una noticia.

—¿Qué pasa?

—La encontramos.

—¿Cómo puedo estar seguro de que es verdad? —Preguntó Akihito con recelo.

Su mano derecha le dio las mismas explicaciones que el jefe de bomberos le dijo con anterioridad. Claro, también mencionó lo último que escuchó, que fue sobre la casa en medio del bosque. Akihito decía no creer en el fenómeno más temido del pueblo de Komorebi, pero seamos sinceros; él creía fielmente en él. Esa casa debía ser del fenómeno, ¡ese hombre de aspecto extraño debía ser ese monstruo! y la chica que corría peligro debía ser la hija fuera del matrimonio de su madre. Akihito pensó que tal vez ese fenómeno la había ocultado todo este tiempo para que, en un futuro, como el día de hoy, pudiera comerla. Definitivamente no podía perderse eso.

—Yori, Llama a Masahito y dile que quiero verlo en cinco minutos fuera del castillo.

—Enseguida.

—Hisa, ve por algunas de nuestras armas de fuego.

  —¡No soy una cualquiera para que me órdenes!



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En el texto hay: drama, amor, amorimposibe

Editado: 03.05.2022

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