Muchas veces pensé que todo se trató de una mala broma del destino. Encontrarte fue la mayor felicidad que tuve en mi vida. Incluso hoy aún siento que estamos conectadas.
-Isabella-
Isabella tomó el primer autobús que la sacara del aeropuerto, no sabía hacía dónde se dirigía y tampoco era importante. Su guitarra y una pequeña mochila eran todas sus pertenencias, podía moverse con facilidad con ellas y no necesitaba nada más. Jamás había tenido muchas cosas por lo que estaba acostumbrada a eso. En el interior de su chaqueta comenzó a vibrar su celular, solo existían dos personas que conocían ese número por lo que no era muy difícil para ella suponer quién la llamaba.
Sonrió un poco al ver el identificador de llamadas, aún que las posibilidades eran iguales sabía que sería él.
—¿Llegaste bien?
—Te estoy respondiendo, supongo que eso es un sí.
—Tan borde como siempre. ¿Qué piensas hacer ahora?
—No lo sé, John. Supongo que buscaré un motel barato hasta encontrar un lugar barato dónde vivir y conseguiré un trabajo.
John dejó salir un suspiro al otro lado de la línea.
—Esta bien. Envíame un mensaje en cuanto sepas dónde te quedarás.
—Así lo haré.
—Sabes que puedes llamarme si necesitas algo.
—No prometo nada.
—Deja de ser tan terca. Si tienes algún problema debes llamarme. ¿Entendido, Isabella?
Isabella rio. John siempre era así de protector y a ella le encantaba hacerlo rabiar.
—Entendido papito John.
Sin decir nada más John colgó la llamada maldiciendo por lo bajo, lo que hizo reír más a Isabella. Con rapidez reviso en su celular hacia donde se dirigía, era el momento de saber que haría, necesitaba un lugar dónde pasar la noche eso era seguro y en la mañana iría en busca de algún lugar para quedarse. Tenía ahorros que le ayudarían un tiempo, pero debía establecerse pronto. Eso era lo único que sabía con seguridad.
***
Cuando Bella se volteó para preguntarle a Isabella a dónde se dirigía se dio cuenta que ella ya no estaba ahí. Se formó un nudo en su pecho, ella pensó que había hecho su primera amiga en esa nueva ciudad y no era cualquiera. Era una cantante, guapa e imponente.
Debí pedirle su número al menos, ¡qué tonta soy!, se regañó a si misma. Bella era despistada, pero digamos que eso formaba parte de su encanto.
Con su maleta se encaminó hacia la salida, sabía que Oliver la estaba esperando a fuera y su corazón comenzó a latir por la anticipación de verlo luego de tanto tiempo. Habían pasado seis meses desde la última vez que se vieron y la distancia la ponía muy nerviosa.
Oliver y ella eran novios desde que se graduaron de preparatoria, habían pasado tres años desde ese entonces, pero si era sincera apenas pudieron estar unos cuantos meses juntos hasta que él fue aceptado en la carrera de leyes en la UCLA y se mudó a Los Ángeles. Ella secretamente esperaba el día en que Oliver le propusiera que se viniera a vivir con él, pero esa propuesta nunca llegó. Así que hace dos años tomó la decisión de ahorrar el dinero suficiente para poder venir por sus propios medios y darle la sorpresa.
Claro que su amado no lo sabía aún. Él pensaba que ella estaba viajando por el fin de la gira de su grupo favorito Joke. Bella pensó que era la mejor sorpresa que podía darle.
Cuando las puertas de arribo se abrieron lo primero que vio fue a Oliver. Sus ojos se encontraron de inmediato. Su cabello había cambiado, estaba mucho más corto de lo que recordaba, sus hombros estaban más anchos y su piel más bronceada, pero seguía siendo su Oliver y eso era todo lo que importaba.
Corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron y cuando estuvo lo suficientemente cerca que lanzó a sus brazos sin importarle que sus cosas salieran volando por los aires causando la risa de quienes lo observaban.
—¡Te extrañé tanto! —dijo con fuerza. Aferrándose a su cuello cómo si su vida dependiera de ello.
—Yo también, Bella. Pero todo el mundo nos está mirando. Es incómodo. —Al escuchar sus palabras ella abrió los ojos y comprobó que era cierto. Con cierta desazón aflojo su agarre y con las mejillas encendidas se dejo caer sobre sus piernas.
Bella sabía que Oliver no era la clase de persona de dar espectáculos o de ser muy afectivo en público, era más bien reservado y serio, pero en el fondo de su corazón esa era una herida que tenía desde hacia mucho tiempo y que solo se iba haciendo más grande.
—Ven vamos al auto, debes estar cansada.
Ella suspiro sin que él lo notara, antes de volver a sonreír como siempre lo hacía.
Al tomar la maleta ella vio cómo el ceño de Oliver se fruncía, en ese momento no dijo ninguna palabra, pero era evidente que no le gustaba lo que veía.
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Editado: 29.11.2018