Sonó el timbre. Para regresar al salón salimos en medio de la multitud, por la puerta principal, cruzamos por el jardín; mis amigas iban platicando por el camino, pero yo no les presté atención alguna, sin darme cuenta ya estaba sentada en mi silla.
Abrí el cuaderno que estaba sobre el pupitre y comencé a escribir rápidamente el sueño que había tenido esa misma noche, al finalizarlo, cuando estaba escribiendo la siguiente nota:
Este es el sueño del cual te hablé…
Justamente cuando coloqué la punta de mi lápiz para firmar, sentí un pinchazo en la parte inferior de mi hombro, no hice caso y comencé a escribir una M, cuando de pronto sentí otro pinchazo aún más fuerte que el anterior y escuché a Nell un poco ansiosa.
—Milena, Milena, tienes que ver algo, voltea.
Y nuevamente vuelve a pincharme, me enojé tanto que lancé mi brazo hacia atrás y así darle un golpe a mi amiga, para que me dejara de molestar, pero antes de que llegara a ella, alguien más lo recibió; miré para saber quién era.
Solo observé con el rabillo de mi ojo y para mi sorpresa, ¡era el muchacho con el que había soñado esa misma noche!, era exactamente igual, y yo sabía que era él, no podría existir otro joven igual, estaba tan impresionada.
Miré a Nell y estaba roja a causa de reírse tanto, yo no sabía por qué se estaba riendo, así que le cuestioné sobre ello; ella reventó en risas de nuevo.
—¿A poco no sabes por qué?… le tiraste una nalgada al chico que está justo a tu lado —con un susurro, tratando de evitar reírse.
Sentí que me puse de color rojizo, pero gracias al maquillaje en mi cara solo pareció que me ruborizo muy poco. Observé despistadamente al muchacho, tratando de que no descubriera que yo estaba observando, pero fue en vano, me miró y me dedicó una sonrisa traviesa, que hizo que mis fuerzas se desplomaran, gracias al cielo estaba sentada en ese momento. Escuché a Nell atrás de mí carcajeándose casi en silencio.
La profesora Bell, de historia (alta de aproximadamente 1.75 metros, tez blanca y marcada por los años ya vividos, talla mediana, de cabello pelirrojo, cara redonda, ojos verdes, cejas pobladas y nariz aguileña), llamó a los muchachos para pasar hacia adelante.
Pasaron al frente, uno tenía la piel canela (el que iba en primer lugar), su estatura es de ciento noventa y cinco centímetros, cara ovalada, ojos café oscuro, el cuerpo de supermodelo, e iba vestido con unos pantalones de mezclilla y una camisa negra, unos converse rojos, su cabello canela, se encontraba muy alborotado y sexy, era muy guapo, pero no tanto como el del otro joven que es idéntico a Dylan. El de mis sueños, pero con distinta ropa, una playera negra y unos converse del mismo color de la playera, pantalones estilo militar (verde seco) y su cabello lo llevaba como en mi sueño, suspiro con solo verlo.
Me atreví a susurrar su nombre: —Dylan —al terminar de pronunciar su nombre, giró su cara hacia mí y me di cuenta de que efectivamente era él. La maestra Bell señaló al joven caucásico con una invitación a presentarse, así que él comenzó a hablar:
—Mi nombre es Alexander Keiro, vengo de una escuela de Brasil porque me transfirieron a esta institución —dijo sin dar más explicaciones.
–Puede pasar a sentarse —dijo la maestra y en seguida Alexander se colocó en el pupitre al lado de Nell.
Bell se dirigió amablemente a Dylan y este dio inicio a su presentación.
—Mi nombre es Dylan Dragos, vengo de España y he llegado a esta institución porque simplemente lo he querido —la maestra lo miró, con una interrogativa en su cara, pero no preguntó nada más. Ella no suele ser tan curiosa como los verdaderos historiadores, ahora que lo pienso. “¿Por qué da la clase de historia? Creo que seguirá estando en la incertidumbre”.
—Siéntese, por favor.
Él tomó asiento a mi lado, justo en el lugar donde lo había golpeado accidentalmente. Al estar tan cerca de mí, me percaté de que huele tan delicioso, al igual que en mi sueño. Intenté ya no mirarlo y giré a ver a Nell, que estaba con la baba colgando viendo a Alexander. Le pegué en la rodilla y salió de la ensoñación.
—¿Qué pasó, Milena?
—¿Ya leíste lo que te escribí?
—No, aún no he podido leerlo.
—Pues ya vi por qué, si no le quitas los ojos de encima a Alexander —y me di la vuelta para quedar viendo hacia el frente.
Nell se puso a leer mi sueño y mientras que terminaba de leerlo, yo me dispuse a hacer rayones con mi pluma de color negro, no puse absolutamente nada de atención en la clase, solo miraba mi libreta e intentaba olvidar que a mi lado estaba un Adonis.
Pensaba tanto en el sueño, cuando el timbre del cambio de clase rompió el hilo de mis pensamientos.
Mi amiga me picó las costillas y miré hacia ella, diciendo:
—¿Cuándo dejarás de pincharme? Ya tengo mis costillas con muchos moretones.
—Cálmate, no seas niña.
—Soy una niña, si no lo has notado —miré hacia afuera, donde estaban los árboles con las hojas café, rojas y naranja cayendo.
—A eso no me refiero y lo sabes bien… Cambiando de tema, ya leí tu sueño, pienso que es algo muy inusual, que sueñes algo y en esa misma mañana veas a alguien que es idéntico a él. —Cuando terminó de hablar, mi mirada todavía estaba fija en un árbol que estaba al frente de la ventana, pero aun así, escuché todo lo que ella me dijo.
—Oye, es mejor que ya no hablemos de esto, es muy probable que nos esté escuchando —le respondí. Nell no dijo nada, solo movía la cabeza en señal afirmativa.
—Oye, ¿qué tal si saliendo de la escuela nos vamos a mi casa a ver una película y también para buscar el disfraz que podremos usar para la fiesta de disfraces del próximo fin de semana?
—Sí, está bien, al cabo mis padres salieron de la ciudad… la verdad no me acuerdo adónde me dijeron que iban, pero dijeron que regresaran hasta el fin de semana, de todas maneras les hablaré, para que sepan que estaré en tu casa —me quedé pensando un momento—. Podrías quedarte en mi casa.