Bennu fuego en las sombras (libro 1) Completo

11

Mi estómago comenzó a hacer ruidos, no recordaba el último día en que había comido, pensé en el banquete en que estuve presente hace varios días y en los manjares que había consumido. Mi boca se me hacía agua, suplicando devorar algo de nuevo, me puse en pie y comencé a buscar la cocina, pero antes de encontrarla me topé con mi amiga Nell. 

—¿Cuántas décadas de no saber de ti? —dijo mientras nos echamos a reír y mi estómago de nuevo reclamó por comida—. Ven, vamos a comer algo, amiga, y a platicar de todo lo que has hecho en mi ausencia, ya me han contado muchas cosas. Por cierto, tu nuevo aspecto se ve genial.

—Gracias, amiga, vamos a comer algo. ¡MUERO DE HAMBRE! —respondí desesperada. 

—Sí, pero me vas a contar todo con lujo de detalles. 

—Ok, te contaré todo y tú me dirás qué ha pasado en mi ausencia —le respondí mientras caminábamos a la cocina. Mi estómago me volvió a rogar.

—¿Qué? —lo dijo con la voz ronca y los ojos abiertos como platos, esta reacción solo la usaba cuando algo no encajaba en su sitio.

—¿Qué pasó, Nell? 

—Nada, solo quería hacerlo. 

Las dos nos echamos a reír ruidosamente, era la primera vez que me sentía como en casa.

Los rayos del sol entraban por los ventanales, alguien se acercó a nuestras espaldas y me picó las costillas. Me sobresalté girando de un salto y sujeté el cuello del atacante con mi mano izquierda, mientras la derecha estaba un poco alejada de su cara, pero con llamas en ella. 

—¡Payton, no vuelvas a hacer eso de nuevo! —Le decía mientras la soltaba—. ¡Pude haberte matado!

Retome mi camino a la cocina y me dirigí a una alacena, saqué una canasta con fresas frescas, mis amigas seguían paradas en estado estupefacto. Avancé hacia la sala de estar, ellas no se movieron. Mi actitud había cambiado de nuevo, era más fría que el hielo, pero si hablamos de temperatura verdaderamente era mucho mayor de lo normal. 

Devoraba las fresas con lentitud y degustando las como si fuera mi último alimento, mi mente no estaba sintonizada con mi cuerpo. Después de un rato, cuando dejé la canasta vacía, me puse en pie tomando camino hacia el patio trasero, crucé el vestíbulo y después pasé por la puerta de la cocina, que olía a panecillos. Llegué a la puerta, la abrí de un empujón y esta azotó fuertemente en la pared exterior.

Todos me miraban, pero yo no hacía caso absoluto de sus miradas, si creían que era un peligro para ellos poco me importaba; bajé los cinco peldaños de un brinco, quedando aún más cerca del hermoso lago rodeado por montañas, el sol estaba en el horizonte preparándose para ir a dormir. Mi capa ondeaba con el viento y mis pasos eran más firmes de lo que yo recordaba, ya no era yo, me encontraba fuera de mí. 

Algo evitaba que yo tuviera el control de mí misma, en verdad yo no era así, pero seguí caminando mientras luchaba en mi mente, tratando de tomar el control de mi cuerpo nuevamente.

Llegué al frente del lago, de nuevo mis manos se tornaron platino luminoso, los elementos se hicieron aún más presentes alrededor de mí, mi cabello me llegaba debajo de la cintura y se tornó de color magma volcánico. Al chasquear mis dedos, casi todo mi cuerpo se encendió en una llamarada enfurecida.

Comencé a quemar todo con la mano izquierda, mientras que con la derecha lo apagaba con el agua del lago. Quería gritar pidiendo auxilio; lo necesitaba y ellos tenían que acabar con mi vida o hacer algo para detenerme. Forcé mi mano izquierda para que se apagara, pero no funcionaba. 

—¡YA BASTA! —grité.

Segundos después mi cuerpo quedó suelto, cayendo de rodillas al suelo; por fin tomé el control de mis propios poderes. 

—Milena, ¿estás bien? —escuché a Dylan gritando. 

—No se preocupen, ya todo está bien. Por favor perdónenme por lo que hice hace unos momentos —supliqué, y lágrimas comenzaron a brotar por mis ojos. 

Nadie se acercó a mí, quizás por miedo a que los pudiera lastimar o hasta matar.

Después de un momento de contemplar el paisaje, sola y sentada en el césped verde y húmedo, sonreí, ya que los errores son de humanos. 

Levanté mis manos al cielo y estaban iluminadas por el poder creciente. Quería conocer exactamente la magnitud del poder que tenía en mis manos, sentía cómo la adrenalina fluía por mis venas, parecía como si de nuevo mis poderes me fueran a controlar; bajé las manos y controlé mis impulsos, esto se volvía más fácil, como dicen en mi mundo, “la práctica hace al maestro”. 

Me puse en pie, miré la casa antes de avanzar hacia el lago, quería nadar un rato y relajarme, no me había dado cuenta de que la luna estaba presente en el cielo, se veía hermosa. Me quité la capa y la guardé en la bolsa, que aún traía en mi hombro, entré al agua, estaba perfecta, no me había quitado prenda alguna. 

Alguien me tomó del brazo jalándome hacia atrás, un tritón salió repentinamente del agua y me tomó el otro brazo; mis extremidades ya no las sentía a causa del dolor desgarrante. Evidentemente, el tritón era mucho más fuerte que Dylan, era el único que se había atrevido a tocarme después del incidente.

De un momento a otro, imaginé cómo destruiría al tritón sin lastimar al joven, el fuego comenzó a cubrir al tritón en su totalidad, la piel comenzaba a hervir en segundos. Por el otro lado, Dylan se encontraba aterrorizado viendo el proceso. Comencé a escuchar los gritos de la criatura, parecían muy reales, parpadeó un par de veces y pude visualizar que se marchaba a nado veloz en el agua traslúcida del lago, pero su piel seguía normal, lisa y sin ninguna herida. 

Dylan tenía los ojos abiertos como platos, sacudió la cabeza de lado a lado, buscando un poco de coherencia en su ser. 

—¿Estás bien? ¿Qué es lo que hiciste? —me cuestionó sin aliento, esperando una respuesta lógica. Simplemente, suspiré profundamente, ni yo sabía qué había pasado exactamente.




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