A la mañana siguiente, muy temprano, antes de que el sol alumbrara el cielo por completo, Darsving pasó a todos los cuartos para despertarnos.
—¡Levántense, flojos, ya es momento de que inicie una gran aventura! —gritaba por el pasillo.
Lancé unas patadas al aire, furiosa por no haber dormido bien, pero al fin y al cabo me levanté de un solo salto, ya que si esperaba un poco más, me quedaría dormida de nuevo, por lo tanto, correría el riesgo de que me perdiera las indicaciones.
El color verde con naranja llamó mi atención, miré hacia la cama de Payton donde se encontraba ese objeto colorido, era una caja de regalo, que traía sobre ella una nota que decía así:
“Para: Milena. De: Dylan.
Qué bueno que yo no soy despistado como tú. Ja, ja, ja. Te quiero, niña”.
Me sonrojé al leer la nota, abrí la caja y observé que era un cambio de ropa nuevo.
El cuarto estaba por primera vez iluminado. En él hay un baño con regadera y un espejo, el cual tiene un lugar secreto para guardar cosas dentro. Las chicas ya no estaban en sus camas, ni en ningún lugar de la recámara, “quizás ya hayan ido a desayunar”, pensé.
Saqué la ropa de la caja, eran unos jeans militares que me quedaban un poco grandes, también había una blusa negra de tirantes, unos converse negros que se me hicieron muy familiares y ropa interior (estaba limpia y suave, al parecer era nueva), al ver esto último, mi piel se tornó de color rojo, me sentía demasiado avergonzada, giré la cabeza de lado a lado rápidamente para estabilizar mis emociones, caminé hacia el baño, el cual no era igual de lujoso que el del palacio, pero era mucho más acogedor. Solo contaba con lo esencial.
Después de tomar una ducha, me puse la ropa y al concluir bajé las escaleras para llegar a la estancia y buscar a los demás, pero no había nadie ahí.
“Quizás estén en la cocina, desayunando” pensé.
Haciendo caso del pensamiento anterior, tomé rumbo hacia la cocina; los diversos desayunos deliciosos que podía encontrar hicieron acto de aparición en mi mente, la boca se me hizo agua.
Al acercarme al umbral, pude escuchar mucho escándalo. Abrí la puerta lentamente y percibí distintos aromas a hotcakes, pasteles, café, frutas y demás.
Lo primero que observé era la mesa repleta de comida, mientras que Nell estaba al otro lado de la cocina, justo donde estaban la chimenea y trastes donde podríamos cocinar, en ese momento estaba preparando unas ricas tostadas francesas con mermelada.
Recuerdos llegaron a mi mente de cuando estábamos en nuestro mundo, ella siempre preparaba la comida cuando nos juntábamos varias amigas a platicar y ver películas, ella siempre solía decir enfadada:
—Detesto cocinar, no sé por qué siempre termino siendo la chef.
—Tú tienes toda la culpa. Para qué preparas la comida muy rica. Además, te pregunto que si necesitas ayuda y tú contestas que ni me acerque, que tú puedes sola. ¿Quién te entiende, mujer? —le decía, mientras que los demás iban a rentar la película o comprar cosas que faltaban.
Y estallábamos en risas cuando decía:
“Lo sé, soy la mejor”.
—Entonces ni una queja más, Nell.
Entré en la cocina y le grité a Nell desde la puerta.
—¡Mira quién está cocinando!
—¡Oye, Milena, por fin despertaste, cállate y ven a comer algo!
—Andas muy agresiva, mujer —dije acercándome a la mesa, para sentarme en medio de Sebastian y Payton, en el último lugar vacío.
Disfruté de un delicioso desayuno, que consistía en unas tostadas francesas con mermelada de fresas y frutas, y para beber, un delicioso licuado de fresa con cacao.
La cocina no era tan grande, pero el tamaño era suficiente para nosotros.
Terminamos de consumir los alimentos y subí a la alcoba velozmente para recoger mi bolso con la capa, paré en el espejo y me observé, mi aspecto era dominante, lo sabía, ya no era la misma Milena que vivía en Rhinebeck. En todo aspecto había cambiado, ya no era débil, ahora era fuerte y dispuesta a obtener todo lo que deseaba, y aún más tratándose de acabar a Vladimir y quizás también a Adria, si llegara a interponerse a ese destino ya escrito.
—¡Milena, corre, ya nos vamos! —escuché a alguien gritando; aceleré el paso hacia las escaleras y las bajé de dos en dos peldaños, llegué a la puerta trasera y me puse la capa y el gorro, ya que tenía que salir al jardín.
El aire corría fresco y silencioso y mecía los aromas del bosque.
Todos afuera ya estaban listos con las capuchas puestas, que brillaban aún más negro a la luz del sol incandescente, la capa cubría cada partícula de la piel, pues si nos tocaba podría aniquilarnos en segundos. Solo la cara estaba cubierta con la sombra que proyectaba el gorro.
“Verdaderamente, nunca he entendido por qué el sol desintegra a las criaturas vivientes —pensé—, tengo que averiguarlo”.
Salí al patio para reunirme con los demás, me era difícil averiguar la identidad de cada encapuchado, parecían bultos negros vagando por el jardín. Me acerqué a un pequeño grupo de tres bultos.
—Hola, chicos —dije, para averiguar quiénes eran por medio delas voces.
—Hola, Mily, ¡hasta que llegaste! Eres la única que faltaba, ya tenemos que irnos; nos está esperando Darsving en el trasporte —dijo Zero con su voz que me es tan familiar.
—Entonces comencemos a mover las piernas.
—Oye, Mily, tienes que contarme lo que pasó anoche —me exigió Nell caminando a mi lado y en el otro extremo estaba Payton.
—Sí, Mily, ya es hora, dijiste que hoy nos lo platicarías —comentó mi otra amiga.
—Ok, se los contaré, pero cuando estemos en privado. Zero, no pienses mal.
—¡No te preocupes, Mily, ya sé que son cosas de chicas! —dijo un tono más alto de lo normal mientras que soltaba una risotada. Payton le dio un golpe en el brazo más cercano y él se fue con los demás chicos. Les narré el suceso de anoche mientras llegábamos a nuestro destino.