Una red gigantesca echa de raíces arbolarías, que probablemente estuvieran en la superficie de la cueva, descendió. Pensé que nos encarcelaría a todos y al barco también, pero no fue así. Las raíces nos sujetaron de los pies y nos elevaron a más de veinte metros de altura, la marea comenzó a subir de una manera asombrosamente rápida. Los gritos de los tripulantes se escuchaban por todos los rincones de la cueva. El aire olía a miedo y adrenalina.
—¿Qué está pasando, papá? —le cuestioné a él, ya que era el más cercano a mí.
—Al parecer han cambiado de estrategia, nunca antes lo habían hecho así y no lo tienen permitido —se le adelantó Darsving en un tono nervioso y asustado—. Simplemente, atacaban a los barcos y mataban a unos cuantos. Quizás estén bajo el mandato de Vladimir, esto parece que será mucho más complicado de lo que pensamos —concluyó Dars.
Yo intentaba zafarme del amarre, pero este me apretaba más con cada forcejeo; el mar iba aún más rápido, ya había sobrepasado la cubierta, solo faltaban como unos ocho metros para que llegara a nosotros.
—¡Son las crías de Caín! —espetó mi padre.
—¡NO! —grité con el miedo acosándome y después me entró una duda muy grande—. ¿Qué es eso?
Todos me miraron de una manera irónica y poco amigable.
—¡Milena, ¿cómo que no sabes qué son?! —me gritó Nell.
—¡Déjenla! —Darsving dijo en mi defensa—. Ella estaba encama cuando les expliqué todo eso.
Yo me sentía muy enfadada con ellos, así que me giré para darles la espalda, pero el silencio se hizo presente. Miré de reojo y estaba sola.
—Chicos, ¿dónde están? ¡No me dejen aquí colgada! ¡AUXILIO! ¡Joder! ¿Por qué me está pasando esto a mí? —grité primero con preocupación y después desesperada, pero nadie respondió a mis lamentos. El agua ya estaba más arriba.
“Tranquila, tranquila, Milena”, me decía.
Unos cuantos siseos se escuchaban. Pero yo seguí buscando la manera de liberarme. Después de unos momentos, estos se incrementaron en número, miré hacia abajo y eran las personas que amaba, estaban nadando en el agua. Algunos de ellos eran mis padres adoptivos y sus hijos, mis amigos; los elegidos, también Naro, Darsving y Sebastian.
—¿Papá? ¿Mamá? ¿Leo? ¿Bayron? ¡Están aquí conmigo! —les dije, pero no hubo ninguna contestación, solo les brillaron los ojos de color ámbar.
La raíz que me tenía sujeta por fin me liberó dejándome caer al agua, las criaturas se acercaron a mí. Nadé lo más deprisa que podía hacia las profundidades del mar, eché un vistazo hacia ellas, que tenían sus extremidades inferiores como pulpos, seguí nadando hacia el fondo, yo era mucho más rápida que ellas.
Me escondí detrás del casco del barco y me quité la capa, guardándola en la mochila. Las crías ya estaban muy cerca, mis alas aparecieron de nuevo.
Sentí que nadaba un poco más lento que antes, pero en cuestión de segundos ya estaba flotando en la superficie del agua. Las criaturas aún tenían el aspecto de mis seres queridos. Estos se apretujaban bajo de mí, como impacientes por matarme, o devorarme quizás. No sabía qué hacer, tenía que acabarlos y salvar a mis amigos y también a mi padre.
—“El agua no les hará ni cosquillas, ya que viven en ella” —pensé.
Les lancé fuego, pero solo retrocedieron y salieron más crías en forma de personas que en alguna etapa de mi vida había amado.
El pánico se apoderó de mí, por el hecho de que las criaturas se lanzaban para alcanzarme, yo las esquivaba, pero no podía estar así toda la vida, huir no era una opción, nunca lo había sido, aunque se hubiese podido hacer.
—“Congélalos” —me dijo una voz en mi cabeza.
—“Excelente idea, pero ¿cómo le hago?” —le respondí en el pensamiento.
—"Es sencillo, solo envuélvelos en agua y controla la temperatura del viento" —dijo con gran seguridad.
—“Gracias, pero dime, ¿quién eres?” —le contesté.
—“Eso no importa, solo debes saber que cuando me necesites estaré aquí, solo háblame”.
—“Pero, ¿cómo te llamaré?” —insistí.
—“Kitty”.
Esa fue su última respuesta.
Manipular los elementos era como pan comido, formé un tornado de agua que los cubrió por completo. Después, corrientes de aire helado hicieron que se congelaran las criaturas, quedando como estatuas sobre la superficie del agua ya congelada.
El hielo que se había formado se desquebrajó por completo dejando caer las criaturas hasta el fondo, las olas comenzaron a revolver el agua, el barco se movió hacia atrás y adelante, invitándolo a flotar de nuevo.
“En serio que en esta dimensión hay cosas que me dejan impactada” —pensé.
Pero lo que seguía me dejaría con la boca abierta.
Entró a mi campo visual una enorme bestia con aspecto de mujer. Bueno, imagínense un zombi con varios años de putrefacción, era lo más horrible que había visto; mi odio y repugnancia hacia todas esas criaturas, me hicieron desear aniquilarla cuanto antes.
Esa cosa, “Como se llame”, agitaba sus garras filosas tratando de derribarme.
Tomé acción evasiva en el poco espacio que tenía. Ordené a las raíces que la ataran, estas me obedecieron, pero tuvimos poco éxito, ya que las reventó, después de ello lancé piedras filosas haciendo caso a mi desesperación.
—“Kitty, ¿qué puedo hacer? Necesito tu ayuda” —deseé ansiosamente una respuesta, aunque realmente odiaba pedir ayuda.
—“Haz lo mismo que con sus crías, solo que incinéralo con fuego poco común y más fuerte”.
De nuevo hice un torbellino de agua, pero la bestia lo deshizo con un solo zarpazo, tenía que hacerlo al mismo tiempo, pero, ¿cómo rayos iba a conseguir eso sin concentrarme lo suficiente?
Solo quería ver a mis padres de nuevo y deshacerme de todo estoque anhelaba dejarme sin vida.
Amonio chocó contra mí, yo lo abracé y le pedí ayuda. Se alejó de mí y se convirtió en una masa gigantesca en forma de un felino color negro y rayas plateadas. Después se abalanzó contra la bestia, le sujetó del cuello con sus mandíbulas, casi partiéndoselo.