Saqué las llaves de mi camioneta y me dirigí hacia ella sin decir ni una palabra. Ellos me siguieron enseguida, miré hacia donde estaba mi padre y le lancé las llaves, las cuales le golpearon la cabeza sacándolo de su ensoñación.
Las risas fueron un estruendo que azotaron nuestros oídos. Y Naro corrió hacia donde yo estaba y salí huyendo lo más rápido posible, pero sus zancadas eran tan largas que me alcanzó en poco tiempo.
Se lanzó sobre mí y caímos al suelo. Mis amigas se lanzaron arriba de nosotros, me dejaron sin nada de aire, pensé que moriría, pero con mordidas y rasguños me los quité de encima.
Ya estábamos de pie, llenos de hojas secas y algo mojados por la lluvia que acababa de caer.
La ciudad olía a tierra mojada. No nos importó que nos ensuciáramos y caminamos hacia el auto.
Papá abrió la camioneta con el control de la alarma, subió al asiento del conductor, Payton y Nell en la parte trasera, y yo en el lado del copiloto, con la daga en las manos esperando a que brillara, que asombrosamente no me enterré al estar sepultada debajo de ellos.
Me distraje un poco pensando en qué le diría a mis padres adoptivos por lo de mis hermanos. Mis compañeros iban bromeando y hablando de cosas que no tenían sentido, hace unos minutos les hubiera seguido la corriente, pero ya no me sentía de humor para hacerlo, así que mejor no les presté atención y me puse a vagar en mi mente, en la ausencia de mis pensamientos.
—Milena, la daga está brillando —me decía Payton mientras me daba picones en las costillas con sus dedos.
—Ok, veamos.
Me coloqué la daga de nuevo frente a los ojos y observé que había dos grupos de chicos, eran diez jóvenes en total, de los que ocho reflejaban luz azul y dos luces rojas.
—Al parecer tenemos mucho trabajo; solo dos personas son rojos, los demás son elegidos.
El auto se detuvo en seco.
—¿Quiénes son los rojos? —preguntaron.
—Los gemelos rubios que están en el segundo grupo, uno trae una gorra verde y el otro una azul.
Todos usaban uniforme de una escuela que nunca antes había visto, la verdad no puse especial atención en esto y fui directo a ellos.
—Soy Milena Phoenix y ellos son mis colegas Naro, Nell yPayton. Andamos buscando jóvenes como ustedes que quieran un futuro en los deportes —dije, tan segura como si lo que hubiera mencionado fuera real.
—Tenemos becas deportivas y académicas —dijo Payton, algo insegura.
—El día de hoy solo nos quedan ocho becas, lo que pasa es que por mes solo nos permiten ingresar cierto número y estas son lasque quedan.
—En este momento no las traemos en el auto, las dejamos en la oficina, pero si les interesa podemos ir para que de una vez las llenen y no pierdan su lugar, ya que por el resto de este año se cierran las becas —dijo Nell con astucia.
—Me parece muy bien, yo sí voy —exclamó el que parecía ser el líder de ellos—. De hecho, estábamos a punto de comenzar un partido de fútbol.
No tomé en cuenta su último comentario, pero lo mandé llamar:
—Oye, ¿cómo te llamas? —le dije cuando ya estábamos un poco apartados del resto.
—Legion Stry de —respondió, seguro de sí mismo, al creer ser un buen aspirante a la beca. Es un joven unos tres años menor que yo. Sus características eran moreno y alto, con el cabello ondulado y corto oscuro al contraste de su piel, y sus ojos eran verdes como las manzanas.
—Muy bien, Legion, mira, yo veo mucho potencial en ustedes, pero solo tengo ocho becas y ustedes son diez, ese es un gran problema, ¿no crees?
—Sí, lo es —dijo, reflejando lástima en su voz por los que no alcanzaran la supuesta beca.
—¿Qué tal si convences a los gemelos que ellos no podrán entrar por alguna razón? —le comenté para observar cómo le caía la idea y al parecer no le agradaba; así que continué—: Mira, lo que pasa es que yo no veo potencial en ellos, son débiles y tú eres el más fuerte, necesitas a los mejores para tu equipo. ¿O no es verdad?
—Está bien, pensaré en qué decirles.
—Tú sabes lo que dices, solo hazlo con táctica, no seas tan agresivo con ellos, por favor —le pedí.
Él se acercó a ellos. Después de un momento de charla, los gemelos se fueron a una tienda cercana sin decir una palabra, un poco cabizbajos.
—La oficina queda muy cerca de aquí —les dije.
Tomamos camino, dejando la camioneta aparcada en la calle.
—¿Cómo se llaman tus amigos? —le pregunté a Legion.
—Victor White es el rubio con ojos grises, no tan alto. Robert Cortez es el de cabello negro, tez blanca, ojos azules y tiene una cicatriz en la mejilla izquierda; no me preguntes con qué se la hizo porque nadie lo sabe, nunca lo platica. Después está Brandi Anstron, el que lleva un cigarro en la mano, moreno y chaparro.
Noté que usaba palabras que los jóvenes como él no suelen usar. ”Le debe gustar leer”, pensé.
—¡Ah, ya lo veo!, el de cabello chino y alborotado, morenito —le respondí, dirigiendo mi mirada disimuladamente, para identificarlos.
—Sí, es él, después está Dave, es el más alto de todos; y Angel Phoenix.
—Espera —le interrumpí—, ¿es Phoenix?, quizás sea de mi sangre.
“Le cuestionaré en un momento”, hice una nota mental.
Me siguió hablando de los demás.
—Joseph Lee es el que parece que durmió durante varios días ala luz del sol y se ve algo mayor que nosotros —dijo, y ambos reímos demasiado. Continúo—: el de cabello negro, no tan alto y delgado.
—Sí, ya lo vi, ¿por último? —pregunté, interesada por terminar de conocerlos.
—Len Salce es el pelirrojo escuálido que va atrás de nosotros —lo miré despistadamente y asentí.
—Muchas gracias, iré a hablar con Angel.
Sabía que encontraría una similitud en nuestros orígenes. Al menos sí escarbábamos lo necesario.
Tomé camino para emparejarme con mi objetivo, pero mi padre me detuvo agarrándome del brazo.